Cartas de lectores

Mi historia comienza el 23 de mayo de 1992, nací sietemesina con bajo peso, aproximadamente 1,9 kilogramos. Al momento del parto tuve una asfixia cerebral que dañó la parte de mi cerebro relacionado con la motricidad. Más tarde todo eso derivo en una discapacidad llamada paraplejia espástica. Gracias a Dios, a mi familia, a la rehabilitación y a las intervenciones quirúrgicas -a los cinco y 12 años- hoy en día puedo caminar. Pero a pesar de todo esto le digo: sí a la vida, porque ante tan difíciles circunstancias en todo sentido que tuvo mi mamá biológica, ella decidió tenerme y una maravillosa familia con un gran corazón me adoptó haciéndome parte de sus vidas y dándome la oportunidad de convertirme en la joven que soy hoy, formándome como profesional con una vida fundada en principios cristianos. No creo en los límites, creo en las capacidades y en un espíritu que luche contra los obstáculos. Por esta razón invito a todos los tucumanos a reflexionar; digamos: sí a la vida, seamos capaces de dar una segunda oportunidad a los niños que la necesitan.

Me quiero referir a una pareja  que lleva nada más ni nada menos que más de 65 años de casados y que, por supuesto, se merece el reconocimiento de la familia y amigos. Él, oftalmólogo reconocido en el medio, ya retirado de su profesión; me refiero al doctor Carlos H. Gordillo, pronto a alcanzar sus primeros 95 años. Tiene algunos achaques propios de los años que arrastra, pero está con las ganas intactas. Ella, la señora Beba Espíndola de Gordillo, ex docente, ya con 91 años, casi nada. Van derecho al libro Guinness. Hoy se aprestan a festejar un acontecimiento singular. A ello obedece esta carta. A la longevidad de ambos. A esa reconocida convivencia que posibilitó formar una familia hoy convertida en hijos, nietos, bisnietos y que van por más y que los lleva -lo reitero- a ocupar un lugar preponderante en el libro citado. No es muy corriente encontrar un  matrimonio, una familia de estas características. Que a esa longevidad que Dios les dio la sepan aprovechar mostrando a la sociedad con esa salud la forma cristiana de mantener vigente un hogar. Años de lucha, de sacrificios, de momentos felices y de los otros, propios de tantos años de batallar en esto que denominamos vida, se merece el reconocimiento de todos los que las apreciamos. Enhorabuena y felicidades por muchos años.

La carta de Melitón Saldaño (29/4) menciona al Cid Campeador. Se conoce este mito generado por la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, que luchó contra los moros que estuvieron en España (Granada) por más de ocho siglos. En cuanto a los textos de mis cartas, no siempre no cito las fuentes, pero sí los autores de los textos (Hernán Briezna, Felipe Pigna, y le agrego ahora a George Gorcieff, y Mario Oporto); son estos entre otros los cuentistas de nuestras epopeyas, que con documentación en manos narran y dan a conocer nuestras efemérides. No mezclo el Bicentenario con las Campañas del Desierto, quien lo hizo, fue el lector Luis Vides Almonacid (23/4), al leer su carta me interesó y por ese motivo hablé en la mía del bicentenario de nuestra Independencia. Las Campañas del Desierto, emprendidas por Julio A. Roca, los 50.000 nativos que se le endilgan (muertos o tomados prisioneros); muchos murieron en cautiverio en la isla Martín García, que conozco, porque pisé su suelo en dos oportunidades, de 15 días cada una. Detrás de las dársenas, al frente de nuestras islas, pude observar varios cañones de 80 y 120 mm, que fueron utilizados por la flota de guerra que comandaba el almirante Guillermo Brown durante los combates de la Vuelta de Obligado. Sigo insistiendo en que el general Roca fue un exterminador; a mi criterio tiene alguna similitud, con el terrorismo de Estado, antes y después del golpe militar de 1976. A nuestros aborígenes, dueños autóctonos de miles y miles de hectáreas de tierra de la Patagonia, los liquidaron con fusiles Remington, traídos por buques ingleses, a cambio de pieles, carnes, legumbres; nosotros le entregamos materia prima a muy bajo costo, y luego comprábamos  productos manufacturados a precios altos. ¡No hay vestigios de los nativos fallecidos en la isla Martín García! ¿Tendrá algo de similitud este hecho con las declaraciones de Videla en 1979: “ni muertos ni vivos, desaparecidos”? Los que sepultaron la figura de Roca son los mismos historiadores, el revisionismo; los nuevos escritores muestran su accionar cruel.

A nuestro apreciado paisano, el arquitecto César Pelli alguien le dijo que la Legislatura nos costó mucho. Le informaron mal el tiempo de verbo. Nos sigue costando mucho, yo diría demasiado. Algo así como cien kilómetros de autopista por año.