La basura sigue siendo un problema crónico

La basura sigue siendo un problema crónico

Cuidarla se ha convertido en una necesidad imperiosa, y aunque permanentemente se pide en foros mundiales que tomemos conciencia del daño que le ocasionamos y de las consecuencias que este puede ocasionarnos a mediano y largo plazo, no se toman las medidas de fondo. “Cada vez somos más conscientes de los estragos que ha causado nuestra especie: la contaminación, la progresiva escasez de recursos, la extinción de especies de flora y fauna y la precipitación hacia puntos de inflexión que podrían alterar la forma en que funciona nuestro planeta. Ni sabiéndolo hemos cambiado nuestra forma de actuar”, dijo el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, al recordarse el 22 de abril el Día Internacional de la Madre Tierra.

La basura es uno de los flagelos del planeta, por su alto poder contaminante. Muchas naciones y ciudades han encontrado la manera de darle utilidad, reciclándola para producir energía, como Noruega que aprovecha para tal fin el 96% de los residuos. En Buenos Aires, se recicla el 35% de las 6.000 toneladas diarias de basura. También pueden reciclarse el vidrio, el cartón, el papel, el plástico, los residuos orgánicos, la madera, entre otros desechos.

En Tucumán, la basura pareciera ser parte de la idiosincrasia de sus habitantes, hasta el punto que está integrada también al paisaje urbano y rural. Basta recorrer los accesos a la capital o algunas calles para darse cuenta de que los tucumanos somos poco afectos a la higiene.

Se estima que diariamente cada tucumano genera entre 800 gramos y un kilo de residuos. En la capital, producen 500 toneladas diarias y si se suman los municipios del Gran San Miguel de Tucumán (Alderetes, Banda del Río Salí, Las Talitas, Tafí Viejo y Yerba Buena y varias comunas) la cifra trepa a 800 toneladas. Este año vencerá la concesión otorgada hace 10 años. Un funcionario municipal dijo que espera que esta vez la empresa diseñe un plan de gestión de los residuos que incluya la separación.

El municipio capitalino gasta $16 millones en el servicio de recolección de basura que no incluye la separación de los residuos en orgánicos e inorgánicos. La idea de concientizar a la ciudadanía sobre la importancia de separar los residuos en orgánicos e inorgánicos comenzó en enero de 2008 en San Miguel de Tucumán. Los vecinos de 126 edificios ubicados en el cuadrante delimitado por Roca, Ayacucho, Las Piedras y Sáenz Peña debían sacar sus residuos en contenedores. En 2009, se inició la primera etapa del Proyecto Urbal III, promovido por la Unión Europea, que impulsaba que los vecinos separaran y llevaran a las escuelas los residuos de plástico. Estos serían vendidos para su reciclado y el dinero volvería a los establecimientos para la compra de útiles e insumos escolares. Sin embargo, la experiencia quedó trunca.

En tantos años, el Estado ha sido hasta ahora incapaz de erradicar este hábito nocivo de los tucumanos. No ha avanzado en la instalación de plantas de reciclaje de residuos en gran escala, como tampoco en la educación. Si desde jardín de infantes hasta la universidad se inculcara la instrucción cívica, si se alfabetizara a los adultos en las zonas marginales; si existiese una patrulla comunitaria que trabajara a diario con los vecinos en la concientización de esta y otras transgresiones, seguramente se hubiese avanzado en cuidar el medio ambiente y en mejorar la calidad de vida.

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