Francis Bacon, Walt Disney y Alien: la trilogía del horror

Francis Bacon, Walt Disney y Alien: la trilogía del horror

De alguna manera los tres encarnan por antonomasia mundos cerrados donde todo se reduce a un significado único y parte del horror, implícito o explícito, tiene que ver con eso. Por Verónica Boix para LA GACETA - BUENOS AIRES

LA TESIS. Bacon, Disney y Alien -sostiene Boix- encarnan por antonomasia mundos cerrados donde todo se reduce a un significado único. LA TESIS. Bacon, Disney y Alien -sostiene Boix- encarnan por antonomasia mundos cerrados donde todo se reduce a un significado único.
16 Noviembre 2014
El estómago de un hombre se parte. Aparece una criatura, ni hombre ni animal. Una especia de cuello surcado de venas, manchado de sangre. En lugar de cabeza tiene nada más que boca. Cuando la abre dos hileras de dientes emiten un grito. 

Esta es la escena emblemática de una de las películas de ciencia ficción más grandes de la historia del cine: Alien, el octavo pasajero. Es el nacimiento del ser siniestro que esculpió H.R Giger, hombre de sueños oscuros. Este artista, pintor y escultor se murió el 13 de mayo de este año y dejó una obra gótica de carne y metal. 

30 años antes otro artista oscuro daba a luz su primera criatura: un tríptico de cuerpos aislados en habitaciones rojas. Cada cuerpo mostrando sus heridas. Cuellos largos que terminan en bocas dentadas. Las extremidades de todos están atrofiadas, no pueden escapar.

En 1944, Francis Bacon mostraba al mundo “Estudio sobre tres figuras en la base de la crucifixión”. La sociedad traumatizada por la Segunda Guerra Mundial todavía no sabía que estaba asistiendo a lo peor. En cambio él estaba convencido y lo pintaba sin sutilezas. Y por eso se consagraba como el artista de mayor impacto de la segunda mitad del siglo XX. 

El horror

Es curioso porque Bacon pensaba en el dolor, pensaba en el hombre pero no parecía pensar en la guerra. Estaba seguro de que lo peor ya había pasado porque veía la falta de reflexión del hombre. Por eso se concentró en el cuerpo como materia de exploración. En su vida y en el arte. El cuerpo como territorio de batalla, como accidente. Como el momento que contiene todos los demás. El cuerpo como síntoma del horror del ser humano. Cuerpos deformes, bestias que esconden algo humano. Y lo más importante: aislados y expuestos, totalmente expuestos.

Se perfeccionó hasta el extremo y demostró que la figuración podía ser otra cosa. Me animo a decir que consiguió sintetizar 400 años de pintura: el poder de la imagen de Velázquez, Picasso y la innovación y la pasión por el retrato de Van Gogh. 

Tan perfecto es el efecto que sus cuerpos no representan el horror, son el horror. 

Sin embargo el crítico John Berger lo compara en un ensayo con Walt Disney. Dice que ambos se centran en la alienación del hombre y cada uno a su manera convence al que mira para que lo acepte tal cual es. Si ante una película de Disney creyéramos al pie de la letra “esto es todo lo que hay” tendríamos el mismo horror que frente a un cuadro de Bacon.

En definitiva Berger piensa que Bacon es un pintor conformista. 

Mundos cerrados

La idea del horror vuelve inesperadamente en 1979. El tríptico reencarna a bordo de una nave en medio del espacio. Aislado y expuesto. Se aloja en un ser humano y lo destroza, tiene boca, pero no tiene cráneo. La sensación de lo peor recorre la película. Y se llama Alien. No puede ser casualidad.

Otra vez el horror asalta el cuerpo como corriente eléctrica, pero en el cine. El director Ridley Scott quiere que el extraterrestre sea el símbolo de lo peor, le pide a Giger que se inspiré en el tríptico y consigue, otra vez, el horror. La obra de Bacon alcanza los medios en una dimensión que no planeaba.

De alguna manera los tres -Disney, Bacon y Alien- encarnan por antonomasia mundos cerrados donde todo se reduce a un significado único y parte del horror, implícito o explícito, tiene que ver con eso. 

Comparar hoy el arte de Disney y Bacon parece sólo provocación. El proceso creativo de los dos se fue polarizando, Disney quedó congelado y Bacon estalló en sus cuadros. Pintó la historia de la filosofía convertida en accidente, la duda cartesiana oscilando entre las mutaciones del cuerpo, el existencialismo pura sangre y deformación. 

Extremo, sí. Conformista, lo dudo.

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