Perdiendo el control
Hay una frase, lapidaria, que en el oficialismo le atribuyen al gobernador. “Prefiero ganar o perder con lo mío”, dicen que soltó José Alperovich durante una mañana en la que, arriba de la combi oficial, el nombre de Domingo Amaya y qué rol ocuparía el intendente en el armado para 2015 volvía a ocupar minutos de discusión. ¿Significa esta supuesta revelación del mandatario un corte definitivo a la relación con su ex delfín político? En absoluto. Pero sí refuerza la sensación de que las disputas políticas penetraron ya en el irremontable camino de las diferencias personales.

Es cierto que Alperovich y Amaya no intercambian agravios en público, pero el distanciamiento es inocultable. ¿Habrá retorno en la escalada solitaria del intendente? Según él mismo repite a diario, no hay que esperar que claudique. El intendente asegura que no irá como partenaire ni de Manzur ni del radical José Cano, porque según sus encuestas él aparece arriba en las preferencias de los tucumanos. Con desparpajo, fluctúa entre el postalperovichismo y aquellos que prometen acabar con las prácticas de los últimos 12 años y hasta coquetea con el macrismo, que busca sacar de la galera un candidato a gobernador. A criterio del amayismo, recién a partir de marzo del próximo año será momento de explicarle a la sociedad qué banderas enarbolará cada uno. Mientras tanto, el jefe municipal mantiene su juego de intrigas y continúa en boca de la oposición y del oficialismo. Esta semana, su nombre fue mencionado por el tigrense Sergio Massa. En viaje a la fábrica del empresario Emilio Luque, el catamarqueño Raúl Jalil sugirió al jefe del Frente Renovador esperar a Amaya, con el argumento de que si el intendente rompe ahora con la Casa de Gobierno no tendrá ni para pagar los sueldos. “Decile que me espere en la cochería. Hace dos años que caminamos en el desierto y cuando está cerca el oasis recién quiere aparecer”, dicen que respondió algo molesto el precandidato presidencial al jefe municipal de la capital catamarqueña. Pero ese no fue el único contacto entre el amayismo y el massismo. Al mediodía de ese martes, al despacho privado del intendente ingresó Juan José Álvarez. En la charla, el tucumano repitió que aún no es momento de cerrar alianzas y le mostró al operador del FR una encuesta que sostiene que la fórmula Amaya-Cano se quedaría con el 61% de los votos. El emisario lo escuchó y se retiró. Ya con todos los peronistas disidentes juntos, en la mesa alguien cerró la charla comparando al intendente local con el técnico de fútbol Ricardo Caruso Lombardi, famoso por sus frases y mensajes “tribuneros”.

Al que parecen no surtirle efecto los mensajes que envía es al gobernador, porque hay dos interpretaciones válidas para la supuesta rebeldía del legislador José Gutiérrez: o Alperovich ya perdió el control sobre las acciones de sus dirigentes o, por lo bajo, hizo un guiño para que este fuera a la Justicia a conseguir la reelección indefinida de los parlamentarios. Los más cercanos al mandatario aseguran que lo de “Gallito” fue una corajeada en soledad. Otros, especialmente los inquilinos de avenida Sarmiento y Muñecas, imaginan que hubo luz verde de un sector de la Corte Suprema de Justicia. El planteo recayó en la sala que integra Sergio Gandur, hijo del presidente del máximo tribunal quien, en 2011, habilitó el tercer mandato de Alperovich vía per saltum. En ese imaginario de tentáculos que se unen, aparece el proyecto de autarquía para el Ministerio Público Fiscal por el que el jefe de los fiscales Edmundo Jiménez hace lobby a favor -mientras el propio Gandur lo hace en contra, a viva voz- y que, casualmente, los legisladores del oficialismo dicen ahora que deberán revisar antes de aprobar. Nuevamente, en pleno proceso electoral desde la Justicia estarán pendientes de lo que resuelva la Legislatura y, desde el recinto, seguirán atentos a lo que ocurra en el Palacio de Tribunales. Nuevamente, las ambiciones personales y las especulaciones prevalecen por sobre el respeto a las leyes y la transparencia.

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