Sobrevivió a las extrañezas

Sobrevivió a las extrañezas

Sin mostrar un gran nivel, Atlético se impuso en un partido con varios condimentos exóticos.

EN MEDIO DE LA OSCURIDAD. Bianchi, Casáis, Menéndez, Max, Grahl e Imbert, durante la suspensión por el corte de luz. LA GACETA / FOTOS DE HÉCTOR PERALTA EN MEDIO DE LA OSCURIDAD. Bianchi, Casáis, Menéndez, Max, Grahl e Imbert, durante la suspensión por el corte de luz. LA GACETA / FOTOS DE HÉCTOR PERALTA
26 Octubre 2014
“¡Qué partido raro!”, exclamaban varios hinchas al salir del Monumental el viernes por la noche. A esta altura, lo raro sería que un partido de la B Nacional ofrezca goles, buen fútbol y juego limpio, pero esa es otra historia. Las circunstancias accesorias que rodearon el triunfo de Atlético sobre Independiente Rivadavia por 1 a 0 no dejan de darle la razón a los fanáticos, al finalizar el partido.

Que la luz de un estadio se corte durante un partido es tan extraño que hace exactamente seis años que no le sucedía a Atlético. Fue en la cancha de Ferro, jugando ante Chacarita, también a finales de octubre de 2008 y con Héctor Rivoira como entrenador.

El apagón encendió a los hinchas “decanos” que encendieron sus celulares y matizaron la espera cantando. Motivados quizás, por un paisaje tan oscuro como inusual en el fútbol. Adentro, el panorama era otro.

“Estábamos con la incertidumbre de saber si volvía o no la luz. Queríamos jugarlo”, confesó Juan Imbert. “Enfrió el partido pero también nos sirvió para hablar cosas y ordenarnos un poco”, agregó Franco Sbuttoni.

Con el problema eléctrico solucionado (el club informó que se sobrecalentó una de las llaves que enciende los reflectores), el segundo episodio confuso de la noche fue el intercambio de opiniones y -porque no- empujones entre Héctor Rivoira y el jugador de la “lepra”, Carlos Rearte. Una situación por demás extraña en un partido.

“Uno dijo una cosa, yo dije otra y ahí empezó pero no pasó nada”, explicó “Chulo”. “No creo que haya influido. Esas cosas juegan para los dos”, se escudó Pablo Garnier. Pero el cruce pareció favorecer a Atlético que veía como sus hinchas perdían la paciencia y con el entredicho, volvió a enfocarse, como cuando quedó a oscuras.

“El partido tuvo todos los condimentos de una final. Por suerte terminó de nuestro lado”, agradeció Javier Malagueño. Quizás el nivel de juego, plato fuerte de cualquier espectáculo deportivo, fue insípido, pero el acompañamiento compensó todo. Por lo extraño y por la tensión que significó para Atlético lograr el triunfo.

Los tres puntos quedaron en casa para Atlético, que festejó de la manera más normal: con una sonrisa.

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