Por Roberto Espinosa
13 Septiembre 2014
Ecos andinos parecen descolgarse de su barba. Se zambullen en el corazón del charango y desatan una suelta de pájaros. Rolando Goldman presentará con un recital su nuevo CD, “Charanguisto”. Será acompañado en la ocasión por Marcos Di Paolo en guitarra y Matías Furió en percusión.
- ¿Qué te atrajo del charango? ¿Su sonido, su tamaño, su alma?
- Me acerqué al charango por una cuestión de rebeldía. Había cierta imposición desde la familia y de mi propio maestro, Arnoldo Pintos, que querían que estudiara guitarra y yo me negaba sistemáticamente. En un momento, apareció un charango entre muchas guitarras, en el aula donde Arnoldo daba clases en el Instituto Vocacional de Arte Infantil de la Ciudad de Buenos Aires, donde yo asistía, y a partir de ese momento, lo tomé y el propio Pintos comenzó a ayudarme a dar los primeros pasos con el charango. Yo tenía 12 años y desde entonces no nos separamos más. Indudablemente, tiene una magia especial.
- Se lo suele considerar un instrumento menor, ¿hay instrumentos mayores y menores?
- No sé si hay instrumentos mayores y menores, pero sí hay instrumentos que al estar tan arraigados e identificados con determinados valores culturales, ha habido, sin ingenuidad, intereses en descalificarlo. En ese rango podríamos situar al charango.
- Se piensa que solo se puede tocar música andina, sin embargo, has tocado conciertos para charango y orquesta, ¿qué recogiste de esa experiencia?
- Se supone que el charango debe limitarse a interpretar música andina. Creo que se debe recoger y respetar esa mística y esa cultura que le dio origen, pero eso no debe limitar su horizonte artístico y estético. Las obras para charango y orquesta son una muestra más del potencial que tiene este hermoso instrumento. Del mismo modo que tiene un valor cultural enorme interpretar diferentes estilos musicales de la región andina, que es en la cual nace el charango, quizás el más antiguo de los instrumentos criollos de cuerda, tiene también una riqueza maravillosa la posibilidad de arriesgar composiciones e interpretaciones de variados géneros y estilos.
- ¿Cómo surgió la idea de formar una orquesta de charangos?
- Hace unos años hice una convocatoria amplia a colegas para que juntos fuéramos al Festival de Cosquín, en lo que se llamó “los 100 charangos de Cosquín”. En verdad fuimos más de 120. Y fue una experiencia interesante desde el punto de vista cultural y visual. De esa manera mostrábamos que hay muchos intérpretes y generamos un impacto bastante fuerte. Luego de esa experiencia seguí pensando que allí había un potencial artístico que valía la pena explorar, y un tiempo después formé junto a otros colegas esto que llamamos Orquesta Argentina de Charangos, con la cual hacemos un repertorio de música de raíz folklórica de Argentina y de toda la región, con cuatro registros de charangos, trabajando a cinco voces. Estamos muy entusiasmados con los resultados que vamos obteniendo y con el interés que está despertando. En mi nuevo disco, la Orquesta participa como invitada, en su primera grabación.
- ¿Charanguista o charanguisto? Guitarrista o guitarristo, ¿una cuestión de género?
- Don Sixto Palavecino definía “violinisto” a “aquel que toca el violín para alegría del pueblo”. Podríamos hacer un parangón con el charango, instrumento que contagia y transmite alegría. Por eso se me ocurrió el nombre para el disco. Hay quienes sostienen que puse ese título en el sentido que sugerís vos, por una cuestión de género; suena simpático pensar, por ejemplo, en que una mujer que arregla los dientes sea una dentista y un hombre, un dentisto. Más gracioso podría ser albañila o albañilo, pero prefiero quedarme con la primera idea, esa que habla de dar alegría al pueblo.
ACTÚA HOY
• A las 20, en el teatro Orestes Caviglia (San Martín 251).
- ¿Qué te atrajo del charango? ¿Su sonido, su tamaño, su alma?
- Me acerqué al charango por una cuestión de rebeldía. Había cierta imposición desde la familia y de mi propio maestro, Arnoldo Pintos, que querían que estudiara guitarra y yo me negaba sistemáticamente. En un momento, apareció un charango entre muchas guitarras, en el aula donde Arnoldo daba clases en el Instituto Vocacional de Arte Infantil de la Ciudad de Buenos Aires, donde yo asistía, y a partir de ese momento, lo tomé y el propio Pintos comenzó a ayudarme a dar los primeros pasos con el charango. Yo tenía 12 años y desde entonces no nos separamos más. Indudablemente, tiene una magia especial.
- Se lo suele considerar un instrumento menor, ¿hay instrumentos mayores y menores?
- No sé si hay instrumentos mayores y menores, pero sí hay instrumentos que al estar tan arraigados e identificados con determinados valores culturales, ha habido, sin ingenuidad, intereses en descalificarlo. En ese rango podríamos situar al charango.
- Se piensa que solo se puede tocar música andina, sin embargo, has tocado conciertos para charango y orquesta, ¿qué recogiste de esa experiencia?
- Se supone que el charango debe limitarse a interpretar música andina. Creo que se debe recoger y respetar esa mística y esa cultura que le dio origen, pero eso no debe limitar su horizonte artístico y estético. Las obras para charango y orquesta son una muestra más del potencial que tiene este hermoso instrumento. Del mismo modo que tiene un valor cultural enorme interpretar diferentes estilos musicales de la región andina, que es en la cual nace el charango, quizás el más antiguo de los instrumentos criollos de cuerda, tiene también una riqueza maravillosa la posibilidad de arriesgar composiciones e interpretaciones de variados géneros y estilos.
- ¿Cómo surgió la idea de formar una orquesta de charangos?
- Hace unos años hice una convocatoria amplia a colegas para que juntos fuéramos al Festival de Cosquín, en lo que se llamó “los 100 charangos de Cosquín”. En verdad fuimos más de 120. Y fue una experiencia interesante desde el punto de vista cultural y visual. De esa manera mostrábamos que hay muchos intérpretes y generamos un impacto bastante fuerte. Luego de esa experiencia seguí pensando que allí había un potencial artístico que valía la pena explorar, y un tiempo después formé junto a otros colegas esto que llamamos Orquesta Argentina de Charangos, con la cual hacemos un repertorio de música de raíz folklórica de Argentina y de toda la región, con cuatro registros de charangos, trabajando a cinco voces. Estamos muy entusiasmados con los resultados que vamos obteniendo y con el interés que está despertando. En mi nuevo disco, la Orquesta participa como invitada, en su primera grabación.
- ¿Charanguista o charanguisto? Guitarrista o guitarristo, ¿una cuestión de género?
- Don Sixto Palavecino definía “violinisto” a “aquel que toca el violín para alegría del pueblo”. Podríamos hacer un parangón con el charango, instrumento que contagia y transmite alegría. Por eso se me ocurrió el nombre para el disco. Hay quienes sostienen que puse ese título en el sentido que sugerís vos, por una cuestión de género; suena simpático pensar, por ejemplo, en que una mujer que arregla los dientes sea una dentista y un hombre, un dentisto. Más gracioso podría ser albañila o albañilo, pero prefiero quedarme con la primera idea, esa que habla de dar alegría al pueblo.
ACTÚA HOY
• A las 20, en el teatro Orestes Caviglia (San Martín 251).
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