“En el cabaret no había arreglos sexuales”

“En el cabaret no había arreglos sexuales”

La “madama” negó haber tenido participación en el traslado de la adolescente tucumana

FASTIDIO. Cansada de las preguntas, Taviansky decidió cortar la declaración.  FASTIDIO. Cansada de las preguntas, Taviansky decidió cortar la declaración.
04 Septiembre 2014
Estaba todo en regla. Las habilitaciones municipales aprobadas, las libretas sanitarias de las mujeres que trabajaban en el lugar y los impuestos al día. Ana Alicia Taviansky insistió una y otra vez que su local de Puerto San Julián, en Santa Cruz, era legal y que no podían cuestionarle la actividad que allí se realizaba.

La mujer está detenida desde el 26 de mayo, acusada de haber sido el contacto de Verónica del Jesús Olivera para recibir a una adolescente en un burdel de Santa Cruz. Oriunda de Comodoro Rivadavia, Taviansky se presentó ayer como jubilada ama de casa, dueña del local nocturno “Cabaret San Julián”.

“Es una casa habitual en este tipo de negocios. Las chicas que venían a trabajar se quedaban a dormir los primeros días, hasta que juntaban algo de dinero para alquilarse un departamentito”, explicó la “madama” santacruceña. Sin embargo, al rato aclaró que las mujeres no vivían en el negocio.

En 2008, cuando se inició la investigación que llegó ayer a juicio oral, en el cabaret trabajaban entre 12 y 14 mujeres. El local abría todos los días de 23 a 6 (el horario, dijo la acusada, estaba establecido en una resolución municipal). Todos los 20 de diciembre cerraba sus puertas, y volvía a abrir el 1 de febrero.

En esa fecha, Taviansky se dedicó a viajar, según su declaración. “Soy una mujer viuda, puedo ir para donde quiera”, respondió, cuando la fiscala ad hoc Valentina García Salemi le preguntó si conocía La Rioja y otros posibles destinos prostibularios.

El llamado

La “madama” sureña expresó que está injustamente detenida, ya que lo único que hizo fue recibir un llamado de una mujer de Tucumán que le preguntó si podía ir a trabajar allí, y que le dijo que viajaría con otra joven.

“Le pregunté si era mayor de edad y si tenía DNI (documento nacional de identidad) porque es lo que exigía la Policía y la Municipalidad”, explicó Taviansky. La mujer aseguró que no le pagó los pasajes a Olivera, y que nunca llegó a verle la cara. “La conocí ahora en el juicio”, aseveró.

La acusada continuó explicando cuál era la actividad que se realizaba en el “Cabaret San Julián”, negando que allí haya habido prostitución. “Es un salón y las chicas son alternadoras. Toman copas con los clientes, les preguntan qué van a tomar, les cobran lo que van consumiendo. Tengo unas tarimas con caños donde se hacen shows. Pero no hay arreglos de tipo sexual”, describió Taviansky.

El “Cabaret San Julián” abrió sus puertas en 1999 hasta este año, dijo la imputada. García Salemi le preguntó si las mujeres que trabajaban en el negocio viajaban desde otras provincias. “Me abstengo de contar de dónde vienen las chicas”, respondió Taviansky. Más tarde aseguró que las chicas que eran de otra provincia y que llegaban hasta su local, habían estado trabajando antes en otro local de Santa Cruz, sobre todo en “Las Casitas”, la conocida zona de Río Gallegos cuyos prostíbulos fueron cerrados en 2009.

Puerto San Julián es una zona portuaria ubicada a 352 kilómetros al norte de Río Gallegos. Allí, según Taviansky, funcionaban unos cinco “cabarets”. “En este momento no quedó ninguno. Desde el 19 de marzo de este año cambiamos la patente y somos un pub”, contó la “madama”.

La fiscala García Salemi insistió en conocer cuál es la nueva actividad del negocio. “Un pub”, repitió la acusada. “Pero qué se hace en el pub”, interrogó la representante de la Procuraduría de la Nación. “Pool, confitería. Me voy a abstener de contestar cómo funciona el negocio”, dijo Taviansky, haciendo uso de su derecho a no contestar algunas preguntas.

Al ver que la fiscala avanzaba en conocer detalles de su negocio, la imputada se fue cerrando en su declaración. Llegó a contar que todas las mujeres que trabajaban en el local tenían una libreta sanitaria, porque así lo exigían las ordenanzas municipales, que dos o tres veces a la semana se realizaban controles en el negocio por parte de la Policía y de la Municipalidad, y que casi todas las chicas usaban nombres de fantasía. Evidentemente fastidiada, dio un resoplido y le dijo a los jueces: “no voy a seguir declarando”, y volvió al banquillo de los acusados.

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