El camino de flores y espinas de Ávila

El camino de flores y espinas de Ávila

15 Agosto 2014
Eduardo Ávila recuerda como una de sus mejores experiencias actuar en el Primer Atahualpa, hace 19 años. “Estaba en otra actividad, me convocó Rubén Urueña y me nombró padrino del festival. Hace cuatro años decidí relanzarme y lo hice acá. No es fácil volver después de tanto tiempo, con ansiedad y emoción. Fue maravilloso reencontrarme con el público”, remarca.

El músico afirma que lo más difícil para un artista es sobrellevar una mala situación. “Cuando tenemos años, cientos de escenarios y miles de kilómetros, seguramente nos pasaron cosas insólitas, como cantar para una cantidad ínfima de público. Se les debe el mismo respeto y esmero que a una multitud. Otra vez se cortó la luz y tuve que cantar a viva voz, abajo del escenario y entre el público”, rememora.

Para Ávila, lo fundamental es la sinceridad. “Los artistas tenemos mucha sensibilidad y a veces construimos castillos en el aire. Todo consagrado tiene una trayectoria sembrada de flores y espinas. Su arte y el camino recorrido son los aportes que le brinda a las nuevas generaciones, que deben saber observar y valorarlas”, dice.

Del repertorio folclórico, hay un tema que le cuesta más que ninguno. “Solo lo canto si lo pide el público: ‘Salavina’ me produce nostalgia, alegría, pena, porque fui maestro a los 18 años en Mistol Pozo, Salavina, recién recibido”, admite.

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