El misterio inagotable de Virginia Woolf

El misterio inagotable de Virginia Woolf

Se cumplen 89 años de la publicación de “La señora Dalloway”, la novela cumbre de la escritora inglesa que influyó decididamente en William Faulkner y Gabriel García Márquez. El acecho de la locura en una vida dedicada a las letras

LA JOVEN. Virginia recibió una educación abierta y esmerada. 
LA JOVEN. Virginia recibió una educación abierta y esmerada.

El 28 de marzo de 1941 fue un día inusualmente soleado en la campiña inglesa. La primavera, que algunos poetas solían describir en ese lugar del mundo como “desnuda y brillante”, explotaba en colores pasteles, como si todo el paisaje hubiera salido de un cuadro de Monet. La célebre escritora Virginia Woolf supo de inmediato que ése iba a ser el día de su despedida. Cerca del mediodía, como de costumbre, salió de su casa en las afueras de Sussex (Inglaterra) para dar un paseo por los alrededores. Sólo llevaba su bastón y un abrigo de lana color pardo. Después de atravesar un prado aún mojado por el rocío, se detuvo a orillas del río Ouse, cuyo caudal había crecido a causa de las lluvias. Entonces, dejó caer su sombrero, soltó el bastón y recogió algunas piedras que colocó cuidadosamente -como en un insólito un ritual- dentro de los bolsillos de su abrigo. Luego miró a su alrededor y, sin mediar palabra, se introdujo en las heladas aguas del río. Aunque sabía nadar, no puso resistencia y se dejó hundir por las piedras. La corriente la arrastró hacia el oriente, donde intuyó que su dolor iba a tener por fin algo de consuelo. Su cuerpo fue encontrado tres semanas después con las piedras aún en sus bolsillos. Tenía 59 años. Woolf se convirtió así en una de las escritoras más famosas y misteriosas de todos los tiempos. No sólo por su lucidez, sino también porque sus textos influyeron decididamente en escritores de la talla de William Faulkner o Gabriel García Márquez.

Los demonios
Adeline Virginia Stephen -tal era su verdadero nombre- era hija de sir Leslie Stephen, biógrafo, filósofo y hombre de refinada cultura. Era la tercera de cuatro hermanos. No fue a la escuela, sino que tuvo una educación abierta, impartida por tutores en su casa del aristocrático barrio Hyde Park Gate, frecuentada por artistas, literatos y políticos.

Además de sus hermanos en la casa vivían también tres hermanastros, hijos del primer matrimonio de su madre: George, Stella y Gerald. Según cuentan sus biógrafos, Virginia tuvo que soportar durante años el acoso de su hermanastro George, que vivía obsesionado sexualmente con ella. Nunca se sabrá si fue esta la razón por la que Virginia desarrolló una excesiva desconfianza hacia los hombres y una particular atracción hacia las mujeres.

En 1895, cuando Virginia tenía 13 años, su madre murió de una enfermedad fulminante. Eso provocó que la joven sufriera reiterados estados depresivos que terminaron haciéndose crónicos, y que con frecuencia variaban del júbilo a la tristeza, lo que hoy se conoce como “trastorno bipolar”. En adelante toda su vida estaría marcada por este vaivén emocional, que influiría decisivamente en su obra. Con frecuencia pasaría temporadas en “casas de reposo”, eufemismo con el que se conocía a los hospitales psiquiátricos en la época victoriana. Al casarse, en 1912, Virginia tomó el apellido de su esposo, el crítico Leonard Woolf, con el que fundó la editorial Hogarth, la primera que publicó los versos de T. S. Eliot, los cuentos de Ezra Pound y las cartas de Katherine Mansfield. Virginia conoció a Leonard en la casona que durante muchos años habitó junto a sus hermanos, en el barrio londinense de Bloomsbury, donde funcionó el grupo del mismo nombre (el Bloomsbury set), que se convertiría en el más célebre cenáculo de artistas y escritores ingleses.

Para acceder a él no sólo había que poseer talento, sino también una conducta atípica, que se potenciaba con hechos capaces de escandalizar estilos convencionales de la moral victoriana.

La escritora misma daba el ejemplo: fumaba cigarrillos, sus peinados eran extravagantes y proclamaba que un hombre y una mujer interesantes lo eran porque tenían algo del sexo contrario. “La femineidad y la masculinidad puras son propias de gente inferior”, decía.

La bibliografía de Woolf se compone de 22 títulos, todos con su sello laborioso, utilizando a menudo el monólogo interior. Por ello, fue comparada con James Joyce, aunque -paradójicamente- ella despreciaba al autor de “Ulises”, del que una vez dijo que era “sólo un obrero autodidacta”.

Gloria y ocaso
En 1915 escribió su primera novela, “Viaje de ida”. Junto con “Noche y día”, de 1919, fueron las únicas situadas en una línea tradicional, que luego abandonó para incursionar en una heterogénea experimentación literaria, incluidas la escritura automática y las asociaciones libres, herramientas centrales de los surrealistas.

Del resto de sus títulos no pueden dejar de mencionarse “El cuarto de Jacob” (1922) -en donde se confrontan el tiempo cronológico y el tiempo de la conciencia-, “La señora Dalloway” (del que se cumplen 89 años de su publicación), “Al faro” (1927), “Orlando” (1928), “Un cuarto propio” (1919) y “Las olas” (1931), además de ensayos y biografías, y su Diario, en edición póstuma de 4 tomos (originalmente tenía 24). La argentina Victoria Ocampo mantuvo una estrecha correspondencia con Woolf y, en Sur, dio a conocer en la Argentina “Orlando” y “Un cuarto propio”, traducidos por Jorge Luis Borges.

La depresión, que la acechaba desde su juventud, nunca la dejó trabajar con tranquilidad. Por eso, a mediados de marzo de 1941, Virginia y su marido salieron de Londres para refugiarse en su cabaña de Sussex, a pocos kilómetros del Canal de la Mancha, en busca de tranquilidad.

Ese 28 de marzo luminoso y frío, Woolf percibió que los demonios de la locura ya no la abandonarían. Incapaz de seguir soportando ese acecho brutal, tomó una pluma y escribió dos cartas: una para su esposo y otra para su hermana Vanessa. “Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible”, le dijo a Leonard. Y salió a buscar la eternidad.

SUS IDEAS

La vida

“La vida es un sueño. El despertar es lo que nos mata”.

La muerte
“La muerte es el enemigo. La muerte es contra lo que cabalgo con la espada envainada y el pelo flotando al viento”.

El sufrimiento
“A través del sufrimiento se alcanza el conocimiento”.

La trascendencia
“Sólo el cielo sabe por qué lo amamos tanto”.

La eternidad
“Todo es efímero, como el arco iris”.

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SUS LIBROS

La señora Dalloway (1924)

Detalla un día en la vida de Clarissa Dalloway, en la Inglaterra posterior a la Primera Guerra Mundial.

Al faro (1927)

Narra las visitas de la familia Ramsay a la isla de Skye, en Escocia, entre 1910 y 1920.

Una habitación propia (1929)

Es un ensayo que recorre la historia literaria de las mujeres inglesas.

Orlando (1928)

La protagonista atraviesa cinco siglos de la historia inglesa.

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