Muchos conocieron a John Turturro en la genial “Barton Fink”, de los hermanos Ethan y Joel Coen, pese a que el actor llevaba años en la profesión. Aquel escritor frustrado en opresivas habitaciones lo capatultó a un reconocimiento casi inmediato en la industria del cine.
Consolidado en Hollywood, Turturro se presenta ahora como director de “Casi un gigoló”, y divide la pantalla con uno de los máximos referentes en el séptimo arte: Woody Allen. La pregunta clave es si el obsesivo Woody (un personaje construido sólidamente durante décadas) se deja dirigir o se compone a sí mismo siempre.
Para caminar firme, optaron por una comedia, género en el que ambos se manejan con confianza. “Casi...” es un relato picaresco sobre amoríos, engaños, sexo y fanatismo religioso, con la escenografía urbana de Brooklyn y una mezcla entre el sentido del humor italiano y judío, entre Fioravante (Turturro) y Murray (Allen), viejos amigos desempleados que enfrentan múltiples problemas económicos y una crisis de madurez.
La inesperada salida que le presenta la siempre atractiva Sharon Stone a un romántico Fioravante es trabajar de gigoló, a quien esperan hermosuras de la contundencia de Sofía Vergara y de Vanessa Paradis (su composición de judía ortodoxa es de las más elogiadas por los expertos). Las tentaciones, las contradicciones del amor y las dudas se enlazan en una narración donde no hay espacio para las interpretaciones psicoanalísticas de fondo, a las que Allen es tan propenso.
Por el contrario, el negocio de la prostitución varonil de personas alejadas de la juventud (con Turturro como el Casanova profesional de alta gama) y destinado a mujeres que quieren recuperar la pasión, y Allen, su manager, se presenta despojado de angustias existenciales. La supervivencia es más importante, en la selva de la desocupación, hasta que llega el sentimiento profundo que lo complica todo.
En ese encuadre, el filme se presenta como la versión en pantalla grande de la serie Hung, que gira sobre la misma dinámica: el sexo pago masculino como opción laboral. Sólo que, en esta vez, no están el musculoso Thomas Jane ni su asesora Jane Adams.