“Corro tras las sirenas pensando que se trata de mi hijo”

“Corro tras las sirenas pensando que se trata de mi hijo”

Jorge M. está desahuciado: cuenta los suplicios con la enfermedad de su hijo adicto y discapacitado, mientras pide ayuda a a las autoridades

21 Mayo 2014
Era lunes y, desde el viernes, Jorge no sabía dónde estaba su hijo Matías. “Estuve escuchando que detuvieron a dos personas que entraron a robar a una escuela y... honestamente cada vez que suena la sirena de la Policía voy detrás para ver si no es mi hijo a quien se están llevando. O si escucho la ambulancia, para ver si no es él que está tendido en el pavimento”, cuenta desesperado este padre de 55 años, que con su relato por momentos desgarrador intenta encontrar tratamiento para su hijo de 31 años. El diagnóstico se le cruza varias veces al día en sus pensamientos: “esquizofrenia simple (F20.6, según la clasificación CIE-10) en comorbilidad con síndrome de dependencia (F19.2). Dependencia a varias sustancias, trastornos mentales y del comportamiento debido a su diagnóstico estructural y al uso de sustancias psicoactivas en abuso”. “Todas las situaciones que vivo no me permiten dormir, o sea que no me dejan ser funcional. Por eso pido a las autoridades, aunque ya todas las del Siprosa me deben conocer, que por favor hagan algo para brindarme una contención debidamente acorde con la problemática que vivo”, sostiene.

En cada palabra el dolor le brota desde del alma. Pero no es su intención disparar contra las instituciones, pese a que muchas ellas vayan más lento que sus necesidades. “Los profesionales del Hospital Avellaneda (se refiere al Servicio de Prevención y Asistencia de las Adicciones) me ayudaron. Pero mi problema también es la urgencia”, recalca.

El pedido
En concreto, Jorge tiene un pedido: “quiero que continúe el tratamiento que estaba realizando en el Centro de Estudios y Tratamientos Psicológicos (Cetrap) en Buenos Aires (lo puede hacer en virtud de un acuerdo con el Siprosa, que debía hacerse cargo de cubrirlo), que es lo que me indicaron los profesionales de primera línea. Porque lo adecuado para Matías es una institución a puertas cerradas”. Aunque no le cause ni una mueca de gracia tener a su hijo tan lejos, la peor noticia que recibió fue cuando viajó a Buenos Aires a visitar a su hijo, como parte del tratamiento. En la clínica le dijeron que no podían seguir albergando a Matías debido a que habían pasado 91 días de internación, pero la plata todavía no había llegado desde Tucumán.

“También estoy teniendo problemas con la Anses. Me mandan de allá para acá, cuando yo sé que lo único que tengo que presentar es el certificado de diagnóstico de discapacidad que tengo de Matías y así dar marcha al beneficio de pensión. Pero me piden un sinfín de cosas. Son palos en la rueda que estoy encontrando y ya no necesito tanto oficialismo en los papeles. Tanta burocracia. Al final, veo que todo lo que hice cae en saco roto, que me he desgastado”, relata, cansado en serio porque mientras tanto, la vida de la familia sigue deteriorándose en torno a la enfermedad de Matías.

La lucha del día a día
Que su hijo ande “zaparrastroso” por la calle, vendiendo por $ 50 zapatillas y ropa que a él le costaron $ 800, le parte el alma. “Su hermano lo salvó de que lo maten a trompadas cuando lo vio en una feria. Y luego él no se dejó traer. Por eso yo no quiero atacar a las instituciones sino contar que mi vida ya no es vida. Que me siento morir todos los días un poco”, se quiebra. Pero no desiste.

Las promesas de Matías le hacen recordar qué es eso de la esperanza; “a veces dice que se quiere desenchufar de todo, tratarse en una clínica cerca de la familia porque nos extraña. Esas palabras al médico le caen bien, pero nada de eso se cumple. Su juramento es falso, llega a ser manipulador, y yo siempre digo que es la última vez que le doy plata, que lo dejo hacer algo solo, y siempre termina pasando algo. Pero yo ya no quiero última vez, estoy cansado y ultrajado enormemente. Mientras tanto, él va generando riesgo a todos”, relata Jorge.

La diabetes y la hipertensión no ayudan. Su salud se desploma día a día con la falta de sueño, pero Jorge sabe que su derecho a una vida digna está vigente. “Quiero tener una vida tranquila y acompañar la problemática de Matías, pero bien llevada. Sólo en aquellos 90 días que pasó en Buenos Aires hasta fines de abril yo respiré. Ahora tengo un desgaste... Pasé de todo buscando soluciones y hoy veo mi riesgo y el del resto de mi familia, a la que la tengo hecha pedazos”, cuenta. Es que los miedos de Jorge no sólo tienen que ver con el futuro de Matías o el de su familia, sino el de la sociedad en general.

“No sé si algún día me van a venir a matar haciendo justicia por mano propia debido a algo que mi hijo hizo (Matías tiene causas judiciales, por lo tanto no puede internarse en Las Moritas). O no sé si él va a terminar matando a alguien, ocasionando un mal mayor”, explica.

Una vez más Jorge pasó casi una semana sin saber de Matías. Pero ya lo tiene consigo, y continúa con las recorridas para encontrar soluciones. “Lo único que puedo decir es que la novedad hoy es que mi hijo va de mal en peor, y que yo sigo sin dormir”, lamenta y vuelve a suspirar. Tiene miedo de que la fe se le termine por acabar.

A dónde recurrir

- Servicio de Prevención y Asistencia de las Adicciones (Hospital Avellaneda). México 997.

- Centro de Referencia en Alcoholismo y Adiciones (CREA). La Rioja 523.

- Fundación Ariadna. Las Piedras 184. Tel: 421-4074.

- Fundación Volver. San Martín 3.775. Tel: 435-4508. fundacionvolver.com.ar.

- Secretaría de Prevención y Asistencia de las Adicciones. Monteagudo 863. Tel: 452-3201.

Comentarios