Calles de intolerancia
Hay hechos cotidianos cargados de violencia que obligan a replantear actitudes de convivencia. De los más graves se ocupan los medios, pero se cuentan por decenas aquellos otros de los que no nos enteramos y ocurren en las calles abarrotadas de vehículos.

Dos palabras describen la situación: intolerancia e intransigencia. En menos de 72 horas fui testigo de tres incidentes. Uno: una camioneta de alta gama pasa a un colectivo y frena bruscamente. El colectivero no puede evitar el toque y, por la maniobra, se golpea un menor que iba en brazos de sus padres. De la 4 x4 bajan cuatro jóvenes y lo increpan al chofer. Entre los insultos y las amenazas, el padre de la víctima no puede salir por la ventanilla para “hacerles pagar” a los jóvenes que habían puesto en riesgo a la nena.

Dos: calle Córdoba en hora pico. Un colectivero apurado aturde a un taxista con la bocina, porque quiere pasar antes de que se ponga en rojo. Este último se baja, lo increpa y lo desafía a pelear. También baja la pasajera y se suma a los insultos. La luz verde trae tranquilidad.

Tres: un señor lleva a una mujer y a dos niños en una moto por la Roca. Un automovilista que intenta pasarlo y no puede le toca bocina hasta que llegaron al semáforo. En el semáforo, el imprudente motociclista que carga a su familia en la moto y no lleva casco lo desafía a pelear.

¿Qué pasa en nuestra sociedad? ¿Por qué la intolerancia y la intransigencia? Sería fantástico reflexionar sobre estas actitudes para encarar cambios. Esta cita del Premio Nobel Rabindranath Tagore puede ayudar: “Donde no hay coexistencia hay codestrucción”.

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