“Una vez, a fines de los 90, llegué a Tucumán como turista y desde entonces me fui especializando en el idioma hablado en Argentina. Al visitar la Casa Histórica, la boletera me preguntó si veríamos los carruajes. Esa palabra obró como un flash y empecé a trabajar sobre la pronunciación de la erre arrastrada”. Justino Gracia Barrón, profesor en Lingüística Hispánica en la Sorbonne Nouvelle Paris III, trabaja en Tucumán en el marco del acuerdo entre esa universidad y la UNT.
Nacido en Córdoba (España), su mirada francesa del mundo le viene de haberse radicado desde la adolescencia en Francia. Si bien Gracia Barrón es especialista en los pronombres átonos de tercera persona -lo, la, le; los, las, les, aclara- lo primero que investigó a fondo de nuestra habla fue la pronunciación de la letra r.
Fijensé o sientensé
“Ahora estoy trabajando en los desplazamientos acentuales (por ejemplo, fijensé o sientesé) que se dicen en todo el espacio hispánico. En Argentina se usan también con el infinitivo y con el gerundio -explica-. ‘Y, si yo puedo respondértela’, me contestó un dramaturgo porteño. También escuché a alguien decir: ’prendemelo el celular’. En LA GACETA.com hay una sección muy divertida que se llama bloguiamelo, sin acento e integrado: esa es una prueba fehaciente”.
Gracia quiere armar un corpus de unos 60 enunciados de frases verdaderas. Para eso entrevistó a actores, como Rosita Ávila, a profesores, a dramaturgos y a intelectuales tucumanos.
“Los informantes coinciden en que el fenómeno pertenece al círculo íntimo, al habla del campo, de zonas periurbanas o a las personas menos instruidas”, afirma.
El profesor resalta el uso de un pronombre átono que no sirve para nada, por ejemplo: ‘el chico no me lo come’. “El lo es superfluo -sostiene-. El me es un me de interés y se escucha en cualquier español peninsular (el niño no me come)”.
- ¿Se puede determinar dónde o quiénes hablan buen español?
- Para un lingüista eso de hablar buen español es una entidad completamente abstracta.
- ¿Qué puede decir de la supremacía cultural que establece en Argentina el habla de los porteños?
- No es lingüística sino política, económica y cultural. La noción de norma no es lingüística sino social. Un grupo social decide que tal forma de hablar es la que hay que imitar y la otra es la que hay que aniquilar. Eso no tiene base porque es una de las capacidades del sistema que se erige en modelo, pero es solo una.
- ¿Cómo se enseña buen español?
- En realidad me da la impresión de que la única norma es aquella que está fundada en la literatura. Los escritores son quienes manejan la lengua en su mayor variedad, en su mayor riqueza; entonces, si se quiere enseñar a las generaciones futuras a hablar bien la lengua hay que hacer hincapié en la literatura, para proveerles todo el abanico de posibilidades. Y no vale prohibir ‘vos no me lo comés’ porque eso no es correcto; ni obligar a que decir ‘di o dime’. Hay quien dice dime; otros dimeló, o decimelo, y todas son posibilidades del sistema.
- Usted abre posibilidades...
- Dice Proust: “la mejor forma de servir una lengua es atacarla”. Es decir, no dejarla en sus bases, muerta, repitiendo las mismas estructuras aceptadas; en el sentido de modificarla y de hacerla avanzar. Hay una especie de contradicción entre esta norma, que quiere que hablemos bien o de la misma forma, y el hecho de que las lenguas solamente sobreviven modificándose. La única lengua que no sobrevive, obviamente, es una lengua muerta.
- ¿Qué opina del aprendizaje de la lengua en la escuela y los códigos que imponen las tecnologías de comunicación?
- No es mi campo, pero mis colegas especialistas ofrecen conceptos tranquilizadores. Dicen que el hecho de que aparezcan nuevos códigos de escritura no modifica para nada la capacidad de alfabetización o desalfabetización. Que en realidad enriquece y agiliza la mente. Es un avatar de la vieja tradición aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. La lengua se degrada, la sociedad se degrada, pero hay aspectos que sobreviven, y algunos que se ensalzan. Los expertos han hecho estudios comparativos entre chicos que utilizan nuevas tecnologías y chicos que no tienen acceso a ellas. Resulta que los tecnologizados tienen mejor ortografía, por ejemplo.
- ¿Hay alguna frase tucumana que le haya llamado la atención en este viaje?
- ¿Qué no? quiere decir ¿verdad? o ¿es verdad? y equivale a ¡Voilá! ¿N’est-ce pas? Isn’t it? Is it? La expresión se usa cuando se insta a la otra persona a que tome nuestro partido. ¿Qué no? ¡es muy tucumano! no lo he oído en ningún otro sitio.
- Disculpe el atrevimiento. ¿Para qué sirven sus investigaciones?
- Los lingüistas nos alejamos de la cotidianidad para investigar. A lo mejor mi investigación no sirve para nada, o a lo mejor sirve para que quien expresa ‘prestamelo’ dentro de una generación pueda decirlo sin ser mal visto. Primero, por mi propia satisfacción, pero insisto, para que los hablantes tucumanos dejen de sentir vergüenza al utilizarlos.
Nacido en Córdoba (España), su mirada francesa del mundo le viene de haberse radicado desde la adolescencia en Francia. Si bien Gracia Barrón es especialista en los pronombres átonos de tercera persona -lo, la, le; los, las, les, aclara- lo primero que investigó a fondo de nuestra habla fue la pronunciación de la letra r.
Fijensé o sientensé
“Ahora estoy trabajando en los desplazamientos acentuales (por ejemplo, fijensé o sientesé) que se dicen en todo el espacio hispánico. En Argentina se usan también con el infinitivo y con el gerundio -explica-. ‘Y, si yo puedo respondértela’, me contestó un dramaturgo porteño. También escuché a alguien decir: ’prendemelo el celular’. En LA GACETA.com hay una sección muy divertida que se llama bloguiamelo, sin acento e integrado: esa es una prueba fehaciente”.
Gracia quiere armar un corpus de unos 60 enunciados de frases verdaderas. Para eso entrevistó a actores, como Rosita Ávila, a profesores, a dramaturgos y a intelectuales tucumanos.
“Los informantes coinciden en que el fenómeno pertenece al círculo íntimo, al habla del campo, de zonas periurbanas o a las personas menos instruidas”, afirma.
El profesor resalta el uso de un pronombre átono que no sirve para nada, por ejemplo: ‘el chico no me lo come’. “El lo es superfluo -sostiene-. El me es un me de interés y se escucha en cualquier español peninsular (el niño no me come)”.
- ¿Se puede determinar dónde o quiénes hablan buen español?
- Para un lingüista eso de hablar buen español es una entidad completamente abstracta.
- ¿Qué puede decir de la supremacía cultural que establece en Argentina el habla de los porteños?
- No es lingüística sino política, económica y cultural. La noción de norma no es lingüística sino social. Un grupo social decide que tal forma de hablar es la que hay que imitar y la otra es la que hay que aniquilar. Eso no tiene base porque es una de las capacidades del sistema que se erige en modelo, pero es solo una.
- ¿Cómo se enseña buen español?
- En realidad me da la impresión de que la única norma es aquella que está fundada en la literatura. Los escritores son quienes manejan la lengua en su mayor variedad, en su mayor riqueza; entonces, si se quiere enseñar a las generaciones futuras a hablar bien la lengua hay que hacer hincapié en la literatura, para proveerles todo el abanico de posibilidades. Y no vale prohibir ‘vos no me lo comés’ porque eso no es correcto; ni obligar a que decir ‘di o dime’. Hay quien dice dime; otros dimeló, o decimelo, y todas son posibilidades del sistema.
- Usted abre posibilidades...
- Dice Proust: “la mejor forma de servir una lengua es atacarla”. Es decir, no dejarla en sus bases, muerta, repitiendo las mismas estructuras aceptadas; en el sentido de modificarla y de hacerla avanzar. Hay una especie de contradicción entre esta norma, que quiere que hablemos bien o de la misma forma, y el hecho de que las lenguas solamente sobreviven modificándose. La única lengua que no sobrevive, obviamente, es una lengua muerta.
- ¿Qué opina del aprendizaje de la lengua en la escuela y los códigos que imponen las tecnologías de comunicación?
- No es mi campo, pero mis colegas especialistas ofrecen conceptos tranquilizadores. Dicen que el hecho de que aparezcan nuevos códigos de escritura no modifica para nada la capacidad de alfabetización o desalfabetización. Que en realidad enriquece y agiliza la mente. Es un avatar de la vieja tradición aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. La lengua se degrada, la sociedad se degrada, pero hay aspectos que sobreviven, y algunos que se ensalzan. Los expertos han hecho estudios comparativos entre chicos que utilizan nuevas tecnologías y chicos que no tienen acceso a ellas. Resulta que los tecnologizados tienen mejor ortografía, por ejemplo.
- ¿Hay alguna frase tucumana que le haya llamado la atención en este viaje?
- ¿Qué no? quiere decir ¿verdad? o ¿es verdad? y equivale a ¡Voilá! ¿N’est-ce pas? Isn’t it? Is it? La expresión se usa cuando se insta a la otra persona a que tome nuestro partido. ¿Qué no? ¡es muy tucumano! no lo he oído en ningún otro sitio.
- Disculpe el atrevimiento. ¿Para qué sirven sus investigaciones?
- Los lingüistas nos alejamos de la cotidianidad para investigar. A lo mejor mi investigación no sirve para nada, o a lo mejor sirve para que quien expresa ‘prestamelo’ dentro de una generación pueda decirlo sin ser mal visto. Primero, por mi propia satisfacción, pero insisto, para que los hablantes tucumanos dejen de sentir vergüenza al utilizarlos.
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