Los pacientes del Obarrio marcaron el ritmo y los bailarines soltaron el cuerpo

Los pacientes del Obarrio marcaron el ritmo y los bailarines soltaron el cuerpo

Utilizaron instrumentos de percusión hechos con materiales desechables. El Ballet Contemporáneo puso talento y energía.

JUNTOS. Los pacientes batieron sus tambores y los bailarines improvisaron. Una vez que superaron la inhibición, los invitados se divirtieron a pleno. la gaceta / fotos de analia jaramillo JUNTOS. Los pacientes batieron sus tambores y los bailarines improvisaron. Una vez que superaron la inhibición, los invitados se divirtieron a pleno. la gaceta / fotos de analia jaramillo
21 Marzo 2014
Se escucha la música desde la vereda. Se la escucha rítmica, auspiciosa, libre en su devenir, deliberadamente desestructurada. La ejecutan manos concentradas. Los ojos de los músicos -músicos no convencionales- se concentran de a ratos en sus instrumentos -instrumentos no convencionales-, pero cada tanto se dejan seducir por el espectáculo que tienen al frente. Un espectáculo de cuerpos que se estiran y se encogen, se arrastran y vuelan, se enredan y desprenden. El Ballet Contemporáneo del Ente Cultural ensayó ayer con una banda de sonido inédita: la que le ofrecieron nueve pacientes del Hospital Obarrio que, a su lado, ejecutaron una percusión creada por ellos mismos.

El encuentro entre ambos grupos tuvo lugar en el Ente Cultural, en San Martín al 200. Hasta allí llegó la comitiva de la institución neuropsiquiátrica (autoridades, profesores y familiares acompañaron a los pacientes), cargando instrumentos fabricados con materiales en desuso: latas de gaseosa, caños de PVC y viejos tarros de pintura, entre otros. En la sala Lola Mora los esperaban los bailarines a cargo de Patricia Sabbag. “La actividad estuvo dividida en etapas. En la primera parte, el cuerpo artístico exhibió un resumen de cómo trabaja diariamente; les mostramos cómo preparamos el cuerpo y elaboramos una pequeña secuencia coreográfica -describió la directora del Ballet-. Luego los invité a que ellos también se movieran y, afortunadamente, todos participaron. Eso los relajó bastante, ya que en principio estaban inhibidos. Recién entonces cada grupo hizo su labor de improvisación; ellos con la música, los bailarines con la danza”.

A puro golpeteo sobre cañas y envases huecos -uno incluso se valía de una pantufla para tocar con más fuerza-, los pacientes del Obarrio llenaron de ritmo la mañana. En las semanas anteriores, a sabiendas de que se aproximaba esta actividad, habían realizado una suerte de ensayo junto con sus profesores, pero ayer el mandato era improvisar, dejarse llevar por lo que sus manos sugerían. Sentados en círculo frente a los músicos, los bailarines se iban levantando en grupos y pasando al centro de la escena, donde se entregaban a los impulsos de su cuerpo, siempre bajo la mirada satisfecha de Sabbag.

Curiosidad y expectativa

Según contaron Gabriel Fernández, director farmacéutico del Obarrio, y Marcela Lemaitre, jefa de la División de Salud Mental del Siprosa, la iniciativa surgió hace un mes, tras una visita del Ballet Contemporáneo al hospital. Allí los bailarines se enteraron de que los pacientes construyen instrumentos y los invitaron a presenciar una clase y tocar para ellos. “La actividad no sólo favorece la integración social sino que también les da la oportunidad a los usuarios de salir de la institución, algo fundamental en su rehabilitación, ya que tienden a aislarse”, señaló Lemaitre. Ella destacó que la salud mental es una construcción comunitaria.

Desde el momento en que asumió el compromiso de tocar para el Ballet, el grupo se mostró ansioso y expectante, señaló Adriana Casanova, jefa del Servicio Hospital de Día del Obarrio. “Se los veía muy contentos; querían saber cuándo iban a salir, qué debían hacer. Incluso consultaban si la experiencia se repetiría”, relató. Y lo cierto es que sí, la actividad se repetirá: el de ayer fue el primero de una serie de encuentros artísticos que tienen como objetivo la inclusión de las personas.

Edgardo Fernández, licenciado en Terapia Ocupacional, y Omar Bardón, profesor y músico terapeuta, resaltaron que la importancia de la construcción de instrumentos no radica tanto en la creación de música sino en el proceso que esto implica. “Esto no es un taller de música, el fin no es que aprendan a tocar. Lo que se intenta es que los pacientes se ajusten a ciertas normas: que respeten un horario, trabajen en conjunto con sus compañeros y mantengan la higiene de sus manos, por ejemplo”.

Luego de la improvisación, pacientes y bailarines se pusieron frente a frente para intercambiar experiencias. “Ustedes bailan muy lindo”, dijo uno de los percusionistas, lo que provocó varias sonrisas agradecidas. Otro quiso saber: “¿cómo hacen para estirarse tanto? ¡Si yo intento eso me desgarro!” Esta vez, las carcajadas coparon el salón. Un aplauso recíproco fue el broche de oro de la jornada.

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