La noche rueda entre bolos, palos, tragos y música

En un radio de siete cuadras de nuestra ciudad hay tres locales para ir a practicar este deporte, que más bien ya se ha convertido en una alternativa de salida nocturna. Hay opciones para todos: para quienes se toman en serio la disciplina, para los adolescentes que buscan nuevos espacios de encuentro y para los jóvenes que encuentran en el bowling una excusa para tomar unos tragos

PRIMEROS PASOS. En el restaurado ex cine Parravicini, actualmente Rock & Bowl, los adolescentes se encuentran a descubir una disciplina poco conocida para ellos. En el lugar, además, se festejan cumpleaños y se hacen karaokes. la gaceta / fotos de Héctor peralta PRIMEROS PASOS. En el restaurado ex cine Parravicini, actualmente Rock & Bowl, los adolescentes se encuentran a descubir una disciplina poco conocida para ellos. En el lugar, además, se festejan cumpleaños y se hacen karaokes. la gaceta / fotos de Héctor peralta
06 Marzo 2014
Lucía siente que, si la sostiene dos minutos más en las manos, la bola de 14 libras será capaz de enterrar sus piernas flaquísimas en la cancha de madera sintética. La ha elegido por el color: verde manzana, su favorito. Entonces se deshace rápidamente de la carga y la suelta intuitivamente sobre la pista. Después de un doloroso “¡tum!” contra el suelo, que provoca que alguien sentado a una mesa haga un gesto de sobresalto, la bola comienza a rodar a duras penas por el centro de la cancha. Suerte de principiante: Lucía ha anotado siete palos en un solo tiro, hazaña que difícilmente vuelta a repetir en los 19 tiros que le quedan para completar la línea. No importa, en el bowling London, DJ Cili sigue poniendo buena música y la cerveza continúa apareciendo. El juego es una excusa.

A menos de tres cuadras de distancia, ese mismo jueves, David Escobar (70 años) comparte un juego con Dardo Ausiri (39) y Lucas Frías (17). Vienen de Lastenia, Banda del Río Salí y de barrio Jardín, pero no les hacen falta celulares para ponerse de acuerdo: saben que, cuando les pique el bichito del bowling, en Rancho Grande se van a encontrar con alguien dispuesto a competir. Con cera para calzados lustran las bolas que luego rodarán por la madera abollada de torneos y prácticas infinitas. Con cada strike, los muchachos cierran los puños y los ojos en señal de festejo. El que más celebra es Dardo, quien le pelea al Parkinson para jugar de la mejor manera posible. “Esta es mi descarga, mi pasión, mi cable a tierra”, explica el joven.

Y seis cuadras más hacia el sur, Santiago Antich junto a seis compañeros dan sus primeros pasos en el bowling. Tienen entre 16 y 17 años, y para ellos es una novedad. Les gusta el clima del lugar, la media luz, la música rockera y la ambientación del mismo tono. “Vamos aprendiendo de a poco”, confiesa Santiago durante su tercera visita a Rock & Bowl, el local instalado en el restaurado ex Cine Parravicini.

En un radio de siete cuadras el centro de la ciudad cuenta ahora con tres lugares para ir a jugar al bowling, un deporte hecho y derecho pero también una tendencia de diversión nocturna que quiere imponerse a fuerza de oferta variada, tecnología y ambientación. La idea es bastante clara: pasarla bien compartiendo con amigos y, por qué no, tomarse en serio la actividad y comenzar a entrenar.

línea: Así se llama la partida, que está compuesta por 10 turnos de dos lanzamientos por jugador. En la modalidad de palo corto (o duckpin), son dos tiros.

strike o chuza: ocurre cuando se derriban todos los palos en un solo tiro. Para obtener el puntaje se suma 10 al resultado obtenido en el turno siguiente.

PALO LARGO
El formato más difundido

El palo mide 38 cm y la bola 21,6 cm de diámetro. El peso de las bolas varía entre 2,7 y 7,25 kilos (6 a 16 libras) y los distintos pesajes se distinguen según color. La línea se compone de 10 tiros con dos lanzamientos cada uno.

PALO CORTO
Una especie en extinción

Es la forma tradicional de la práctica pero la que menos se conserva. El palo mide 24 cm de alto y la bola 13 cm de diámetro, sin agujeros. La fila se completa con 10 turnos de tres lanzamientos cada uno.

LOS TRES LUGARES
Un clásico: rancho grande

Los que se toman el bowling como un deporte en serio, pero sin sacarle la cuota de diversión y de compartir un buen momento con amigos, encuentran su lugar en Rancho Grande (Muñecas 775), el más viejo de los bowlings y el único que conserva el juego de palos cortos manual. “El Rancho” es de la familia Guerineau, repleta de campeones de bowling. Para los jugadores, en estas canchas el desafío es más grande, porque las bolas son de menor tamaño y peso. El valor de la línea (30 tiros) es $ 20.

Rock & Bowl: el elegido de adolescentes

Aunque va gente de todas las edades, incluso quienes se escapan de la oficina para jugar una líneas, Rock & Bowl es el elegido por los adolescentes que dan sus primeros pasos en esta disciplina. Hasta hace algunos meses estaba en Yerba Buena, pero ahora está ubicado en el ex cine Parravicini (24 de Septiembre 568). Tiene canchas automáticas de palos largos y la línea (20 tiros) cuesta $ 25.

London: el bowling con más sabor a noche

Tragos, buena comida, DJs en vivo los jueves... Estos son los condimentos que hacen de London el bowling con más sabor a noche de los tres que hay disponibles y el elegido por los mayores de 25. Queda en Corrientes 680 (ex Bingo). Sus canchas son idénticas a las de Rock & Bowl, al igual que el precio de la línea.

Un cambio de concepto
De deporte exclusivo a excusa para la diversión y el encuentro nocturnos

Además de apasionada por el deporte, la familia de Federico Guerineau ha sido la pionera de los bowlings en Tucumán. De ellos fue la bolera que hubo en Ojo de Agua en los 80, la de la esquina de Maipú y España hasta principios de los 90 y Rancho Grande desde el 93. “Acá hay pasión, unas 50 personas que vienen habitualmente y son firmes en la disciplina”, cuenta Federico y admite que el público ha disminuido bastante. “No es un deporte barato. En otros momentos había mucha más gente que venía siempre, pero nosotros seguimos con el negocio que fundó mi papá”, contó. Pero los bowlings más nuevos han traspasado la barrera del deporte y se han convertido en un lugar de encuentro y esparcimiento nocturno, en el que el juego es una opción más para compartir un trago y un buen momento. “El público está leyendo ese cambio de concepto y son cada vez más los que se animan a jugar. Cuando abrimos, en diciembre, eran más los que venían a comer que a jugar. Ahora es al revés y confiamos en que siga creciendo”, contó Germán Ramseyer, empresario santafesino propietario de London. En los tres bowlings tucumanos, además de comer y beber, se puede jugar al pool. Este entretenimiento está claramente más difundido entre el público tucumano, pero la oferta de los bolos está y la demanda crece cada fin de semana.

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