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CLÁSICA Y CRIOLLA. LA ARQUITECTURA DE ALEJANDRO MORENO
SERGIO KIERNAN
(Arcadian – Buenos Aires)
A cada rato aparecen lujosos tomos sobre arquitectura contemporánea. En las mesas de las librerías, suelo hojearlos. Uno va dando vuelta las páginas, y aprecia las infinitas variedades que la inventiva profesional puede aplicar al uso del espacio y al acondicionamiento de los interiores. Indefectiblemente, me pregunto si me sería posible vivir en esos lugares, y sobreviene veloz la respuesta negativa. Son casas que vienen bien para ilustrar un libro o para albergar astros de la farándula. Pero no para acompañar la existencia cotidiana de las personas comunes.
Y justamente, en este punto finca la placentera sorpresa que encierra el tomo dedicado por Sergio Kiernan a la arquitectura de Alejandro Moreno. “Clásica y criolla” es el ajustado título. Moreno logra imprimir, con fuerza, un sello de originalidad y de belleza a ese juego entre las eternas normas de la elegancia, de las proporciones, y la suma de formas que sentimos como raigalmente nuestras.
El buen gusto (don que viene con los genes y que se cultiva con mucho observar, mucho leer y mucho reflexionar) es lo que deslumbra en estas creaciones. Porque impregna el ojo y la destreza del creador. Se ha enamorado de lo que, tras muchas mezclas, ha desembocado en el estilo criollo, y sin forzarlo lo encuadra dentro de las prescripciones inmortales de lo clásico. Esa condición es la que le permite audacias logradas sin estrépito ni pintoresquismo, que se integran totalmente con el paisaje. Tanto, que parecen aportarle el complemento que, sin darnos cuenta, ese paisaje necesitaba.
El libro está muy bien organizado. Ofrece, en poco más de un centenar de páginas, apenas una docena de muestras de la arquitectura de Moreno, más una obra en su proceso de construcción. Pero esa brevedad permite que -gracias a las soberbias fotografías de Cristian Novais, de Gonzalo Martínez y del mismo Kiernan- se pueda mirar cada construcción desde todos los ángulos y todos los detalles, incrustadas armoniosamente en sus entornos.
Kiernan aporta un análisis penetrante de la arquitectura de Moreno en general. Arquitectura que se despliega en la obra privada, “último refugio de la escala y la lengua clásica”, ya que entre nosotros la arquitectura pública la juzga tabú. Indaga en sus influencias, sus lealtades, su “inmunidad a los dogmas del modernismo”. Analiza sagazmente cada muestra e insiste en que las obras de Moreno demuestran la potencia y la actualidad de “dos ideas centrales, poco frecuentes en estos tiempos: el anclaje en una tradición neoclásica y vernacular y la preocupación por crear un lugar y no apenas un objeto”. Después, pasa al comentario de cada una de las construcciones elegidas, en el capítulo correspondiente.
Texturas, colores, transparencias, los materiales justos, el destierro del exotismo, el funcionamiento sencillo, el ritmo, la solidez, todo eso y mucho más tienen estas bellísimas casas. Sencillas y elegantes, como escribe Teresa Anchorena, ha de ser “muy fácil y muy feliz vivir en una de ellas”.

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Carlos Páez de la Torre (h)







