Atrapados por los contrastes de la doma

Atrapados por los contrastes de la doma

Pese a todos los cambios experimentados en los últimos 45 años, este espectáculo de la cultura gauchesca sigue firmen en la Fiesta del Queso

ANTES DEL DESENLACE. Los espectadores observan con atención el show de la “crina limpia”; a la derecha está el “escenario” en el que se ubican el relator y el payador de la doma. la gaceta / fotos de diego araoz ANTES DEL DESENLACE. Los espectadores observan con atención el show de la “crina limpia”; a la derecha está el “escenario” en el que se ubican el relator y el payador de la doma. la gaceta / fotos de diego araoz
28 Febrero 2014
En el corral, como en la plaza de toros, el espectáculo gira en torno al hombre que enfrenta a un animal salvaje. O en torno a un animal salvaje capaz de hacer lo que no está escrito con tal de desembarazarse del hombre que pretende controlarlo aplicándole una descarga de espuelas y rebencazos.

La jineteada en sí dura un puñado de segundos. Pero esos instantes de irracionalidad bastan para atrapar a espectadores y protagonistas en un microclima gauchesco venido del más allá. Por algo esta tarde de domingo el público desborda el corral del Complejo Democracia y por algo la Fiesta Nacional del Queso, que cumplió 45 años, mantiene a la doma dentro de su metamórfica programación.

Ellas son testigos
“Los caballos que usamos están ‘locos’: no pueden ser amansados. Si no los llevamos a la jineteada, van ‘al tacho’ (al matadero)”, dice el jinete cordobés Maximiliano Perín mientras se prepara para competir en la categoría “basto con encimera”. Eduardo González, jurado de Ranchillos, explica que la jineteada va de lo más sencillo a lo más difícil; que las clases denominadas “crina limpia” (ocho segundos) y “grupa sureña” (12 segundos) llevan espuelas diferentes, y que en el “basto con encimera” (15 segundos) hay montura y estribos. “Esta última es la más peligrosa y vistosa porque el jinete tiene cómo pararse pero, si se cae, corre el riesgo de quedar enganchado al animal”, precisa González.

Para ganar la jineteada no sólo hay que permanecer arriba del caballo chúcaro durante el tiempo reglamentario sino, también, hacer gracias con elegancia. “Gana el que corcovea mejor”, resume González, que jineteaba hasta que se pegó un susto. “Dejé por mi familia. La doma consume... por eso casi todos los jinetes terminan separados”, añade con seriedad.

La acción pasa en un santiamén, pero los preparativos llevan su tiempo. El potro chúcaro es alistado en un palenque; a veces, una venda recubre los ojos del animal y, a veces, un colaborador lo sujeta por la cola. Cuando todo está como tiene que estar, el jinete se sube y recibe las riendas. Entonces empieza el show de brincos en una carrera desesperada que termina antes de tiempo con una caída catastrófica -y el eventual ingreso de la ambulancia, como sucedió en el caso de Cristian Mamaní- o con el rescate del valiente tras el vencimiento del plazo. La tarea de bajar al jinete corre por cuenta de dos apadrinadores, que, con sus respectivos caballos, encierran al mismo tiempo al bagual desaforado.

La jineteada exige un nivel alto de organización en la que intervienen desde el “tropillero” (lleva los caballos) hasta un equipo de experimentados “palenqueros”. Aunque en otras provincias y festivales participan jinetas, en la Fiesta Nacional del Queso el asunto queda entre varones. A las mujeres sólo les cabe un papel testimonial: sentadas sobre la pirca que cerca el ruedo o en puntas de pie detrás del gentío, ellas siguen los altibajos de la exhibición de bravura.

Pintoresquismo y violencia se encuentran en el corral donde reinan los mozos con bombacha, pañuelo, coca y “bica”. El aparente caos es ordenado por el altavoz que transmite las voces del relator Rafael Agüero y del payador Julio Carrazano. Guitarra en mano, el segundo improvisa versos para festejar las hazañas del hombre (“es bueno cualquier caballo cuando un criollo lo maneja”); ensayar conjeturas sobre el amor y el destino, y plantear refranes y proverbios inspirados en las escenas dramáticas del ruedo.

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