¿Tanto cuesta ponerse de acuerdo?
La leche ya está derramada, así que no vale la pena perder el tiempo llorando. Miremos para adelante: ¿podrá establecerse alguna clase de coordinación regional para que la Fiesta del Queso y la Serenata de Cafayate no se programen el mismo fin de semana? Por estos días, en lugar de potenciar el corredor turístico de los valles se lo compartimenta, con el agregado de que la cartelera artística de los festivales es similar. Lógico, teniendo en cuenta que así se abaratan costos. Por ejemplo, es más fácil traer a Soledad al NOA si sube al escenario en Salta el sábado y en Tucumán el domingo. Ganan los empresarios, pierde el público.

A favor de la Fiesta del Queso juega el precio de las entradas: $ 70 las populares y $ 150 las VIP cada noche, con el agregado de un abono para las cuatro jornadas por $ 250. Valores similares a los del santiagueñísimo Festival de la Salamanca, un clásico de principios de febrero. En Salta pusieron el grito en el cielo porque la localidad más barata para la Serenata es la popular a $ 150. De ahí trepan a $ 250 (plateas), $ 300 (preferencial) y $ 350 (VIP). Para los cafayateños hay una entrada diferenciada a $100, que compran presentando el DNI en la boletería.

La cuestión es que el carnaval está a la vuelta de la esquina. La próxima semana la Pachamama convoca en Amaicha, de la mano del fin de semana largo por los feriados del lunes 3 y martes 4 de marzo. Una gran y tradicional fiesta popular, tan arraigada como la que preparan en Tilcara y en Humahuaca. La campaña de afiches en el centro tucumano invitando a la tilcareña Peña de Los Tekis refleja cómo se mantiene y profundiza la pulseada por cooptar al público.

Claro que si de carnavalear se trata, la opción entre la Pachamama y la quebrada jujeña se ajusta a la tiranía del almanaque. No son fiestas que puedan correrse arbitrariamente. Los corsos se inscriben en esta lógica. Se trata de subrayar que todo está pegado al Queso y a la Serenata, y que no hay bolsillo capaz de aguantar tantos tironeos. ¿Por qué no repensar entonces las cosas en Tafí del Valle y en Cafayate?

Ordenar, visibilizar, jerarquizar, profesionalizar. Son conceptos tan válidos para las celebraciones de verano como para lo que viene. Los festivales cruzan la geografía tucumana: los tiene Simoca, Monteros, Lules, Tafí Viejo, Famaillá, Aguilares, Concepción y siguen las firmas. Sin olvidar el capitalino Atahualpa, potenciado este año por el centenario que celebra el club Central Córdoba. ¿No merece alguno -o varios- una televisación en directo a todo el país? La TV Pública recorre las provincias emitiendo estas fiestas populares. Eso también obligará a modificar las carteleras, a mostrar un poco más lo nuestro. Se entiende que el omnipresente Chaqueño Palavecino traccione la taquilla, de allí la misión es ir dosificando los tiempos de escenario para oxigenar las grillas con nuevas caras y nuevas propuestas.

La superposición de fechas es un problema reiterado en el Tucumán artístico y cultural. Semanas en las que todo se amontona y semanas en los que no pasa nada. En abril se sumará a la oferta el auditorio Mercedes Sosa. Raúl Armisén está al frente del proyecto y lo aguarda la misión de que el ex Plaza no se transforme en un elefante blanco. Un par de pestañeos y ya estará encima el Septiembre Musical, que el año pasado anduvo bastante bien pero -se sabe- siempre puede ser mejor.

Habrá que ver cómo se acomodan los tantos, a dos años de un Bicentenario del que poco se habla (y menos se hace) en Casa de Gobierno y alrededores. Las pequeñas decisiones tácticas y las grandes líneas estratégicas requieren estudios, consensos y, básicamente, la necesaria visión para que la leche no se derrame tanto como ocurre por estos pagos.

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