Egocéntrico, excéntrico, rebelde y gran provocador. Salvador Dalí fue un artista complejo, polémico e incluso irritante, que entró en mayúsculas en la historia universal del arte. Veinticinco años después de su muerte, que se cumplen hoy, el pintor español sigue fascinando al mundo, y así l demuestran las cifras que arrojan las exposiciones con su nombre, que generan larguísimas filas ávidas de ver el mundo daliniano.
Al Pompidou de París, su retrospectiva atrajo a casi 800.000 visitantes entre noviembre de 2012 y marzo de 2013. Esa misma muestra, aunque con montaje diferente, rompió el récord del Museo Reina Sofía, en Madrid: algo más de 730.000 visitantes entre fines de abril y principios de septiembre del año pasado, con lo que se convirtió en la exposición del año. Entre tanto, la Fundación Gala-Salvador Dalí siguió siendo el museo privado con más visitantes de España, con cerca 1,6 millón de asistentes. Atesora la mayor antología del pintor, unas 300 obras, y ahora acaba de comprar un nuevo cuadro, “Carreta fantasma”, un óleo sobre madera de 1933 de gran importancia artística. No es casual que el sitio comparta el nombre del genio y de su musa inspiradora y compañera, que falleció en 1982.
Narcisista irremediable
“Yo soy el surrealismo”, proclamaba Dalí sobre sí mismo, en abierto tono narcisista y al referrise a su trascendencia histórica. Tenía 84 años y formaba ya parte de la historia universal cuando murió en la mañana del 23 de enero de 1989, en el hospital de Figueras, en el noreste de España, tras varios días de agonía. Una insuficiencia cardíaca aguda se le había agravado con una pulmonía que, a su vez, le provocó una inflamación pulmonar.
Nunca fue un niño normal. “Cuando tenía seis años quería ser cocinero y a los siete, Napoleón. Desde entonces mi ambición ha ido aumentando sin parar”, escribió en el prólogo de “Vida secreta”.
De pelo largo y patillas, vestido con abrigo, medias y pantalones bombachos, la imagen estrambótica de Dalí es mundialmente conocida. “Sabía venderse mejor a sí mismo que a su obra. Fue un icono de la cultura de masas”, según Javier Pérez Andújar, uno de sus biógrafos. Su rebeldía lo expulsó de todos los centros de enseñanza en los que se matriculó, entre ellos la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en una Madrid que marcó su vida y donde experimentó con el cubismo y el dadaísmo y conoció a Luis Buñuel y a Federico García Lorca.
Anticomunista radical, muchos lo acusaron de derechista y de coquetear con el dictador español Francisco Franco, aunque otros afirman que era una estrategia para que lo dejara trabajar en paz. Otra sombra que rodea su figura es su atracción desmesurada por el dinero. De hecho, sus últimos años estuvieron más marcados por la comercialización de su obra que por la novedad de sus trabajos, repetidos alrededor de un mismo tema.
Los objetos dalinianos se convirtieron en un negocio mundial. Y también las falsificaciones. A él no solo no le importaban, sino que en la imitación de su obra veía una prueba más de su grandeza.