Juan Gelman, el poeta que se fue a tocar el violín a otro barrio

Juan Gelman, el poeta que se fue a tocar el violín a otro barrio

El ganador del Cervantes 2007 murió en México. Su vida estuvo marcada por el dolor y el exilio. Su poesía, por el compromiso y la justicia. Durante la última dictadura sufrió la desaparición de sus hijos Nora y Marcelo, y de su nuera Claudia, cuando ella estaba a punto de dar a luz. Tras años de búsqueda, halló a su nieta Macarena en Uruguay. Había nacido en Buenos Aires.

ÚLTIMA ENTREVISTA CON LA GACETA LITERARIA. “Ninguna lucha por una causa justa es inútil”, había sentenciado el autor de “País que fue y será” en 2012. LANACION.COM ÚLTIMA ENTREVISTA CON LA GACETA LITERARIA. “Ninguna lucha por una causa justa es inútil”, había sentenciado el autor de “País que fue y será” en 2012. LANACION.COM
15 Enero 2014
“Cuando hablaba de la muerte (recuerda Itzel Zúñiga, en su artículo en la agencia de noticias DPA), Juan Gelman decía ‘ir a tocar el violín al otro barrio’. El escritor argentino, que se exilió en México hace más de dos décadas, murió a los 83 años llevándose una vida marcada por la poesía y el dolor”. Gelman había nacido el 3 de mayo de 1930 en Buenos Aires. Fue hijo de inmigrantes ucranianos de origen judío, asentados en el barrio bonaerense de Villa Crespo, donde creció leyendo a Pushkin o componiendo pequeños versos para Ana, un amor de la niñez que lo condujo involuntariamente a la poesía.

Para “Pique Taquito” -como le apodaban sus amigos-, escribir poemas fue un todo: un consuelo, una pasión, una forma de vida y de sobrellevar el destierro o la desaparición de sus hijos Nora Eva y Marcelo Uriel, así como de su nuera María Claudia García, que estaba cerca de dar a luz, durante la dictadura última dictadura militar.

Precisamente, encontrar en Uruguay a su nieta, Macarena, le demandó una búsqueda incesante. Ella había nacido en cautiverio poco después de que su madre fuera secuestrada en Buenos Aires y trasladada ilegalmente al vecino país, entre agosto y diciembre de 1976. En 2002 recuperó su identidad, tras una investigación impulsada por organizaciones de derechos humanos de ambos países.

Manantiales de consuelo

“Ninguna lucha por una causa justa es inútil, aunque termine en derrota. Es Cronos el que mejora la convivencia con el dolor. Siento las dos cosas (el respeto y la admiración), pero sigo desamparado ante la página en blanco”, le manifestó el poeta a LA GACETA Literaria el 22 de abril de 2012, en la entrevista con la escritora tucumana Mónica Cazón.

Ese compromiso con la justicia campeó en todo el discurso que brindó en en oportunidad de recibir el Premio Cervantes 2007, el máximo galardón para la literatura castellana.

Para San Agustín, la memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llama a los recuerdos que a uno se le antojan. Pero hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares desaparecieron. Pesan en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas incesantes: ¿cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.

Antes, en ese mensaje, había hablado de esa otra marca indeleble: lo que significaba haber sido obligado a vivir lejos de su país.

Santa Teresa y San Juan de la Cruz tuvieron para mí un significado muy particular en el exilio al que me condenó la dictadura militar argentina. Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron. Ese es un destino ‘que no es sino morir muchas veces’, comprobaba Teresa de Avila. Y yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado. La dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra ‘desaparecido’ es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanas y ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto. El Quijote me abría entonces manantiales de consuelo.

El alquimista militante

“Aunque de joven inició estudios de química, en 1948 abandonó la universidad para convertirse en alquimista de las palabras -rememora Zúñiga-. Antes probó otros oficios: vendedor de refacciones automotrices, relacionista público, operador de autobuses, militante político o periodista, actividad que sería fundamental durante el resto de su vida”.

Gelman, justamente, fue en la Argentina director del suplemento cultural del diario “La Opinión”, y luego jefe de redacción del revolucionario periódico “Noticias”, de corta vida. El despacho de DPA destaca que unió esa actividad de la prensa con la militancia política que va desde la izquierda marxista al Movimiento Montonero. Con el tiempo, el autor de “Carta a mi madre” se convirtió en una de las plumas fundamentales de iberoamericana. En un poeta del destierro.

Además del Cervantes, ganó el Premio Juan Rulfo 2000, el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López-Velarde en 2004, el Premio Reina Sofía de Poesía 2005 y el Antílope Tibetano, que otorga la Asociación de Poetas Chinos, en 2009.

Entre antologías y óperas

Su primera obra publicada fue “Violín y otras cuestiones”, prologada por el poeta Raúl González Tuñón, que fue recibida con notables elogios por la crítica, recuerda la evocatoria de la agencia DyN.

Su producción poética se enriquecerá, también, con “El juego en que andamos”, “Velorio del solo”, “Gotán”, “Sefiní o Cólera Buey”, así como “Los poemas de Sidney West” y “Si tan dulcemente”.

Además, escribió “Exilio”, en colaboración con el periodista Osvaldo Bayer. Otras de sus obras son “Citas y comentarios”, “Hacia el sur”, “Composiciones” y “País que fue será”. Por su antología “Pesar todo” fue galardonado con el premio de poesía José Lezama Lima, que otorga la Casa de las Américas de Cuba.

Además, escribió dos óperas, “La trampera general” y “La bicicleta de la muerte”; y dos cantatas, “El gallo cantor” y “Suertes”.

Gelman era Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. Estuvo en el país por última vez en agosto pasado, para presentar su libro “Hoy”.

Bajo la lluvia ajena

“Es uno de los mejores poetas en lengua castellana. Cada uno de sus libros tiene una musicalidad diferente”, dijo a DPA en una ocasión la poetisa uruguaya Cristina Peri Rossi, pero lo que ella más destacaba de él era “su militancia política y su lucha por la libertad”.

Una de sus obras es “Bajo la lluvia ajena”, un desgarrador texto sobre el exilio, escrito de manera proscrita en la Roma de 1980.

“Aquí yace un pájaro. Una flor. Un violín”. Así reza su poema “Epitafio”, contenido en el primer libro que publicó en 1956, con el título “El violín y otras cuestiones”.

El deseo final

“Tinta y papel fueron compañeros de Gelman en su periplo involuntario por países ajenos hasta que llegó a México en 1976, un ‘extraordinario lugar’ que hizo suyo hasta de nacionalidad y en el que deseaba morir y ser enterrado”, evoca el obituario de DPA.

Cuando le fue entregada la Medalla de Oro de Bellas Artes de México, la máxima condecoración cultural de ese país, en septiembre de 2012, explicó aquel apego por esa tierra: “Yo estuve exiliado en Europa y Nicaragua, pero desde el primer día que pisé México en 1961 quedé absolutamente fascinado. Fue como un estallido dulce dentro de mí. Decidí quedarme siempre, sostenido por el amor a este país y a mi mujer”.

“Quiero ser enterrado en México”, agregó aquella vez. Ese deseo le será cumplido hoy, cuando se celebren sus exequias, en principio, sin ceremonia oficial.

Comentarios