“Me puse una bikini por primera vez”

“Me puse una bikini por primera vez”

El simple hecho de reemplazar un almanaque por otro puede darnos el impulso para cambiarle el rumbo a eso que no nos gusta o nos hace infelices. Enero es el mes en el que baja el consumo de tabaco, sube el de las dietas, empezamos a pensar en el gimnasio, en salir más y en cambiar incluso de pareja. Aquí dos historias de tucumanos que se pusieron un objetivo y lo lograron

 SE SACÓ UNA PERSONA DE ENCIMA. Así se siente Florencia. Usaba talle 64 de pantalón y ahora 42. LA GACETA/ FOTO DE OSVALDO RIPOLL SE SACÓ UNA PERSONA DE ENCIMA. Así se siente Florencia. Usaba talle 64 de pantalón y ahora 42. LA GACETA/ FOTO DE OSVALDO RIPOLL
29 Diciembre 2013
A medida que el cuerpo de María Florencia Larrea aumentaba en volumen, su mundo se achicaba. Había dejado de salir y sólo quería estar en su cama. La que no paraba, en cambio, era su cabeza. Una médica le había dicho: “tenés dos futuros posibles: morirte o sufrir un ACV, una trombosis o diabetes y convertirte en una carga para tu familia”. Consciente de que había cruzado un límite, sabía (y sentía) que necesitaba poner el freno y volver a empezar.

“Me sentía desbordada. Llegué a pesar 135 kilos y estaba a punto de sufrir obesidad mórbida. Ya no podía hacer nada, hasta me costaba respirar”, confiesa la joven de 35 años, que ya perdió 70 kilos, pero aún debe continuar la lucha.

La telenovela en el televisor, una planchita para el pelo encendida. Flor, como la conocen sus amigos, abre la puerta de su modesta casa en el barrio Alberdi de Monteros. “Aun no terminé de arreglarme”, advierte entre risas. Cada tanto se mira en un espejo que le prestó un vecino. “Hace muy poquito que empecé a mirarme”, confiesa.

Cuenta que siempre fue “gordita” y que en su familia hay varios casos de obesidad, incluso mórbida. “El peso se descontroló en la adolescencia. Cuando cumplí 23 años ya pesaba 100 kilos. Me dejé estar. Cuando entré a trabajar en un call center todo empeoró. Tenía que comer en 25 minutos. Devoraba. Entonces, alcancé los 135 kilos. Usaba pantalón de hombre. Sólo me podía comprar ropa masculina. Ya tenía naturalizado ir a un negocio de mujer y no encontrar nada”, detalla Florencia. Es la mayor de tres hermanos, estudia Comunicación Social y sueña con encontrar un trabajo estable.

La primer alerta apareció mientras dormía: “si me acostaba totalmente no podía respirar. Me ahogaba, me quedaba sin aire. Ya no caminaba, tomaba un remise por cinco cuadras porque no me daba el cuerpo. Si subía una escalera, me sentaba media hora para recuperarme”.

Empezaba un año nuevo, el 2012, y Florencia sentía que algo debía cambiar. Ya no quería que la comida siguiera manejando su vida. Fue así que decidió hacerse un chequeo médico y un control ginecológico. “Todos los valores me salieron mal. La doctora me dejó de cama. Me dijo que podía enfermarme, quedar postrada. Me atormentaba la idea de ser una carga para mi familia. Creo que del miedo bajé 10 kilos en pocas semanas”, relata.

“Después, me interioricé sobre la ley de obesidad y busqué un equipo interdisciplinario para que me ayudara. Empecé con un nutricionista y una psicóloga. Ellos me convencieron que la mejor opción era colocarme una malla gástrica. Terminé aceptando y me operé: me sacaron un estómago del tamaño de una gaseosa de litro y medio y me dejaron uno de 60 centímetros. Y todo, debo resaltar, me cubrió la obra social. Para aquellos que creen que es imposible, no lo es. Los obesos necesitamos ayuda, no podemos solos y por eso hay una ley”, indica.

El tratamiento fue duro. Estuvo más de dos meses sólo a líquidos. Después de la cirugía, todo cambió en su forma de alimentarse: ahora come una empanada y se llena, o una banana mediana. “No me entra más de eso. Y demoro casi una hora en comer, si como rápido me duele el estómago y puedo terminar devolviendo”, detalla.

Va de un lado al otro. Está super activa. Habla de sus logros. “Bajar de peso es lo mejor que me pasó. Aprendí a querer vivir otra vez. Ahora duermo bien, camino, hago ejercicios sin perder el equilibrio. Mi vida cambió totalmente”, resalta.

El cuerpo actual de Florencia no muestra signos que permitan imaginar su pasado obesa. Pero ella, como prueba, exhibe la piel estirada que le quedó especialmente en el abdomen. Antes su vida se limitaba a comer, mirar televisión y dormir. Ahora sale todo el tiempo. “Soy un peligro en el centro. Entro a todos los negocios y me pruebo ropa”, dice, antes de detallar que ya usa jean talle 42. Hace poco más de un año, usaba 64.

La balanza le sonríe. Pero Florencia va por más. Está convencida de que llegará a pesar 57. “Quiero cuidarme, porque puedo volver a engordar”, dice. Y le preocupa algún día poder hacerse una cirugía reconstructiva para eliminar los colgajos. También quiere terminar su carrera universitaria y conseguir empleo. Mientras tanto, la joven intenta acostumbrarse a que los hombres la miren: “ahora soy visible. El otro día me puse una bikini por primera vez en mi vida”.

DÓNDE PEDIR AYUDA

• Tucumán cuenta con un programa de Atención Integral de la Obesidad. Recurrí en busca de ayuda al Centro de Salud. Si tenés obra social, exigí por ley que cubran tu tratamiento.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios