Alfonsín ya es sinónimo de democracia

Al cumplirse un nuevo aniversario del retorno a la democracia, desde todos los sectores reivindicaron al ex presidente radical Raúl Alfonsín como la figura emblemática de aquella primavera de 1983. Todos coincidieron, de una u otra manera, que el estado institucional del país hay que resguardarlo y condenaron los tiempos de nefasta dictadura.

Juan Manuel Asis
Por Juan Manuel Asis 31 Octubre 2013
Trabajé esa mañana, voté por la tarde y vi peleas entre peronistas y radicales en San Martín al 400 por la noche. El 30 de octubre de 1983 sufragué por primera vez y debuté cubriendo una elección como periodista. El país estaba en crisis, la economía era un desastre (416% de inflación acumulada), la ciudadanía estaba dividida y los políticos se cruzaron acusaciones de todo tipo en la campaña electoral. La mayoría de los periodistas creía que el peronismo volvería a imponerse; pocos apostaban por una victoria radical. Días antes de la elección, el vespertino LA TARDE, en el que trabajaba cubriendo la renaciente actividad sindical, había publicado una encuesta que revelaba que se impondrían Raúl Alfonsín a nivel nacional y Fernando Riera en Tucumán. El acierto del trabajo periodístico fue festejado luego en la redacción. Semanas antes de los comicios asistí al acto de Alfonsín frente a la Iglesia Catedral y escuché su histórico cierre recordando el preámbulo de la Constitución, todo un acierto comunicacional. También estuve en Banda del Río Salí, en el lluvioso acto del candidato a vicepresidente por el PJ, Deolindo Bittel, quien sólo acertó al decir que la provincia era un bastión peronista. Hace 30 años, con 23 años en el DNI, voté por el que luego dijo que había que "deponer viejas antinomias" mientras estrechaba la mano del elegido por la mayoría del pueblo: Alfonsín, que ya es sinónimo de democracia. Treinta años después, digo que hubo pocos dirigentes políticos que estuvieron a la altura de las circunstancias y que fue el pueblo el que cumplió con su rol histórico, consciente de su protagonismo, convencido de que impregnaba a esa votación de un espíritu fundacional que mantiene: instalar un estilo de vida que no contemplara, nunca más, nuevas violaciones a la voluntad popular. Cada dos años, el pueblo ratifica en las urnas esa decisión de hace 30 años. Sin embargo, alguna dirigencia sigue apostando a las antinomias, a esas que Ítalo Luder dijo que había que desterrar del país al felicitar al radical por su victoria. Tal vez deban transcurrir otros 30 años de democracia para que los sectarios dejen de ahondar diferencias inútiles.

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