El estigma de sentirse inservibles
Hay más de medio millón de jóvenes que no están buscando empleo en el país. Son la base de la pirámide de la exclusión social. Pertenecen a la generación ni-ni (ni estudian ni trabajan), esa que metió en un pantano a Daniel Filmus hace unos días. Ya volveremos a ese tema. Según la Encuesta Permanente de Hogares son alrededor de 750.000 los argentinos ni-ni de entre 18 y 24 años. De ellos, 536.000 se sienten totalmente afuera del sistema. Sin capacitación, sin acceso al mercado laboral, sin estímulos, sin motivaciones. Más de medio millón de personas.

"Una parte de ellos es la que está en el imaginario popular, los pibes de las esquinas tomando cerveza. Pero dos tercios de los ni-ni en Argentina son mujeres de entre 14 y 24 años. Y muchas tienen hijos", advirtió el politólogo Fabián Repetto en una entrevista que publicó el diario "Clarín".

Por aquí pasa el berenjenal en el que se enredó Filmus. "Es buenísimo lo de las mujeres ni-ni. Están donde tienen que estar, cuidando a sus chicos porque ahora tienen la Asignación Universal por Hijo", sostuvo el candidato a senador nacional. "Me malinterpretaron", se atajó Filmus cuando llovieron las críticas. Explicó que no celebraba la existencia de la generación ni-ni, sino los efectos positivos de la política social del Gobierno sobre ese grupo. Extraña disgresión dialéctica en uno de los cuadros mejor formados del kirchnerismo.

La polémica sirvió para visibilizar este problema de fondo, uno de los más graves que sufre el país a causa de lo complejo de su resolución.

Un informe de la Universidad Católica Argentina alerta sobre la gran cantidad de estudiantes secundarios que no superan los niveles mínimos de lectura, ciencias y matemáticas internacionalmente aceptados. Argentina figura en uno de los últimos lugares entre los participantes en la prueba PISA.

Mientras la cultura es un formidable motor de inclusión social, la generación ni-ni mantiene la ñata bien lejos del vidrio. En el medio reinan confusiones varias, entre ellas la tendencia a equiparar expresiones marginales y vacías de contenido con la auténtica y valiosa cultura popular.

Alejandro Dolina, tan profundo como irónico en el análisis de lo que (nos) pasa, lo dijo clarito: "una persona llega a un punto de su vida y se expresa mal, usa unas 50 palabras. Esa gente habla como puede, escucha música como puede. Debemos comprender que esa no es una virtud, es una desgracia. Quien desde los medios se pone al lado de esos tipos y trata de poner lo que son dificultades como un ejemplo de lo popular es un canalla".

La UCA recuerda que en la Argentina hay 1,2 millón de jóvenes de entre 18 y 24 años que no han terminado el secundario. Alrededor de 6,3% de los alumnos matriculados al inicio del año abandona el aula en los meses subsiguientes.

A la deuda en materia educativa se suma lo volátil del mercado laboral. Por allí sólo revolotea el 55% de quienes tienen entre 18 y 24 años (y un buen porcentaje de ellos no consigue trabajo). El desempleo en la franja etaria ni-ni es cuatro veces más alto que entre los mayores de 30. Algo más: el nivel de ingresos de los jóvenes que logran insertarse en la dinámica productiva es demasiado bajo. Es lógico que ganen menos que quienes ya hicieron carrera, pero las cifras revelan una diferencia de 7 a 1.

Fabián Repetto augura que el número de los jóvenes ni-ni aumentará en los próximos años. Será inevitable mientras no mejoren los estándares de calidad educativa y no se dinamice la oferta de trabajo, objetivos que no parecen nada cercanos.

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