Marta y María: "Una sola cosa es necesaria: amar a Dios por sobre todas las cosas"

Pbro. Dr. Jorge A. Gandur.

21 Julio 2013

¿Marta o María? ¿Trabajo u oración? Un dilema siempre actual en la vida de los hombres y mujeres, resuelto admirablemente por nuestro Señor Jesucristo, quien nos llama a ser hoy contemplativos en medio del mundo.

En la casa de Lázaro, Marta y María, tres queridos amigos del Maestro, esta última se goza a los pies de Jesús bebiendo cada una de sus palabras. Marta, entretanto, prepara afanosa y diligentemente lo necesario para darles de comer al Señor y a sus Apóstoles. Ella reprocha a Jesús por la actitud de María, quien no la ayuda en sus múltiples quehaceres. Él le dirige su mirada comprensiva y su palabra exigente: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada" (Lc 10, 41-42).

Existen distintas actitudes del cristiano frente a la vida y al trabajo: la de aquellos que se agitan y turban trabajando, despreciando, como pérdida de tiempo, la oración, dejando de lado, por perfeccionar la creación, al Señor de las cosas; o aquellos otros que cargan el trabajo como un peso insoportable, siempre soñando que el trabajar poco es lo que les ayuda a estar más unidos a Dios. Justamente sería una conclusión precipitada de este pasaje evangélico pensar que trabajar es "la peor parte". No, el trabajo no es un obstáculo para vivir la vocación cristiana.

Pensemos, ¿realizo mi trabajo buscándome a mí mismo, para vanagloriarme, con las amarguras y frustraciones que así produce, o busco la mayor gloria de Dios, mi santidad y el bien de mi prójimo? El dilema no se resuelve eligiendo al trabajo o a Dios, sino en para qué lo hago, si lo realizo para unirme a Él, para ofrecérselo. Esto enseña el Señor a María y a nosotros en esta ocasión.

¡Quien en verdad ama a Dios saca tiempo para todo!

Pidiendo consejo, alimentándonos de los sacramentos, jalonando la jornada con momentos de oración y haciendo bien nuestro trabajo podremos santificarnos, santificarlo y santificar a los demás haciendo presente en el mundo el Reino de Dios y su justicia, siendo contemplativos en la acción.

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