Feliz y admirado, Rojo bucea en el universo de Borges

Feliz y admirado, Rojo bucea en el universo de Borges

En abril se publicará el nuevo libro del prolífico físico, escritor y músico tucumano.

VÍA SKYPE. Así se desarrolló la entrevista con Rojo, quien es profesor en la Universidad de Oakland. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO (ARCHIVO) VÍA SKYPE. Así se desarrolló la entrevista con Rojo, quien es profesor en la Universidad de Oakland. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO (ARCHIVO)
Desde su casa en Oakland, Estados Unidos, donde es profesor asociado de Física, Alberto Rojo se entusiasma con el "enlace" vía Skype con su Tucumán natal. La imagen en el monitor en la Redacción de LA GACETA devuelve lo esperable en él: una biblioteca profusa y un fondo de guitarras. Doctor en Física, compositor e intérprete de guitarra que ha grabado con figuras de la talla de Mercedes Sosa, Charly García y Pedro Aznar, profesor asociado en el departamento de física de la Oakland University, autor de "La física en la vida cotidiana" y "El azar en la vida cotidiana", entre otros libros de divulgación científica, a sus 52 años Rojo es inclasificable, capaz de unir a Charly con... Galileo.

Él reconoce esa necesidad de mezclar rutas y talentos, caminando siempre en la cornisa entre la ciencia y el arte. De esto habló con LA GACETA, aunque la excusa para el diálogo fue su distinción como "ciudadano ilustre" por la Legislatura tucumana (la resolución es del 23 de noviembre del año pasado) y su designación como colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, uno de cuyos roles es el de preservar el uso correcto de la lengua española en los Estados Unidos.

- ¿Cómo vivís esa exigencia de pureza del español, en un momento en el que en los Estados Unidos explota el cruce y la hibridación de lenguas, entre ellas el inglés y el español?

- Es una cosa superinteresante. Porque a mí, vivir en Estados Unidos me ha dado una apreciación más profunda del castellano. Es como mirar tu ciudad desde arriba, desde otro ángulo. Yo creo que hoy hay un lugar para la coexistencia. Hay una riquísima literatura de la inmigración, como la que hacen, entre otros, la hindú Jumpa Lahiri, y la china Amy Tan. Yo no nací en los Estados, como sí lo hicieron ellas. Para mí, mi patria lingüística y cultural es Tucumán, Argentina. De todos modos, aunque en mi vida cotidiana soy un purista, me gusta el code switching que hacen los norteamericanos. Las palabras son como organismos vivos, y se genera una especie de hermoso conflicto entre el hecho de que tiene que haber una norma para que nos comuniquemos y, por otro lado, reconocer que hay una cuestión viva en el lenguaje; que a veces hay especies que nacen, se funden y surge una nueva; es una metáfora biológica. Pero el code switching me interesa porque es más que el spanglish; es meter frases enteras de un idioma en otro.

- ¿En qué estás trabajando ahora?

- Sale en abril "Borges y la Física cuántica". Y estoy escribiendo cuentos, y haciendo algo de música. La ficción es algo que he hecho muy poco, hay una especie de angustia de la reflexión que yo siento, y en algún momento la libertad de poder expresar esas ideas, esos sentimientos, sin tener que obedecer a los cánones del rigor. Veo a la escritura como una opción de reflexión, como búsqueda de la verdad, pero no sometida a las reglas de la academia, de la investigación. Conseguir un mundo fantástico es una cosa, y tratar de resolver un problema de física es otra, es el lugar de la especulación de ciertas ideas que podrían ser descabelladas en ciertos marcos teóricos, pero tal vez no en otros. Por eso es tan grande para mí el fantasma de Borges: pensar con libertad sin estar limitado por el pensamiento parcial. Admiro a la gente que tiene un solo talento, monumental, como Mercedes (Sosa). Borges vivía en estado de literatura. ¡Qué bueno es sentirse satisfecho con una sola cosa! Por eso estoy actuando constantemente con esta gente, porque soy medio diletante, y como soy curioso le meto mano. Pero creo que los que hacen los verdaderos avances son los que son especialistas; y los tipos como yo, supongo, tenemos un rol.

- Tus libros "El azar en la vida cotidiana", "La física en la vida cotidiana", muestran esa necesidad de saltar los límites de la ciencia en el laboratorio... En "El azar...." te expedís en contra de las supersticiones, del horóscopo, de la "suerte". ¿Lo hacés por tu conocimiento científico o es un manifiesto teórico?

- No sé si puedo separar las dos cosas. Hay varios elementos que tengo en contra de la seudociencia, hay quienes hablan de la "astrología seria", como si hubiera una seria y una no seria. En las seudociencias la ambigüedad juega un papel central. En cambio, la ciencia reconoce sus límites y es capaz de plantearte enunciados que son en gran medida expuestos a la refutación.

- ¿Por qué necesitamos tanto creer en el pensamiento mágico?

- Siempre hemos necesitado sentir que tenemos cierto control de nuestro destino; por otro lado, queremos sentir que tenemos un rol especial respecto del resto de los individuos. Siempre ha existido el pensamiento mágico. 

- Pero hemos vivido un par de siglos con una oleada de racionalismo, y ahora hay un auge del pensamiento mágico...

- Si aceptamos que hay un revivir del pensamiento mágico es que había una promesa de que con la ciencia podríamos resolverlo y entenderlo todo. Y si bien la ciencia nos ha permitido resolver un montón de acertijos de la naturaleza, surgen conflictos nuevos. 

- En tu libro "La física en la vida cotidiana", vos planteás, por ejemplo, cómo hacen las estrellas de rock para tirarse a la pileta desde un noveno piso y no morirse. Y una piensa directamente en Charly García.

- Es verdad, uso esa anécdota para graficar la idea de Galileo de caída libre. Hace unos cuantos años, Charly vino al estudio cuando grabamos con él y con Pedro Aznar. Y en un momento me dijo: "¿sabés por qué me tiré de un noveno piso yo? Para demostrar que somos todos iguales". En el fondo, sin darse cuenta, él estaba enunciando el principio de equivalencia, porque el tipo, cuando estaba en el hotel de Mendoza, antes de tirarse, tira un tentempié, un muñeco de esos que se paran solos, para ver dónde cae. Después tira un walkman. Y se ve cómo si empujás un objeto muy pesado por el balcón, o empujás una pelota, los dos hacen la misma parábola. Y la caída parabólica de él es lo que inspira para hacer la descripción de la caída libre, que es el gran comienzo de la física, que es cuando Galileo descifra que todos los cuerpos caen con la misma aceleración.

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