Historias que alimentan

Historias que alimentan

Las suspensiones no fueron impedimento para que un padre y su hijo vieran la caravana.

ARRIBA LAS MANOS. El belga, Mikael Despontin, saluda a los espectadores que esperaron las máquinas en Ampimpa. ARRIBA LAS MANOS. El belga, Mikael Despontin, saluda a los espectadores que esperaron las máquinas en Ampimpa.
Raúl Nieto puso en marcha su motocicleta. En la puerta de su casa en el Barrio Parroquia, en Santa Ana (Aguilares), no había un equipo de asistencia ni un grupo de periodistas que lo indague acerca de cuáles eran sus objetivos para la carrera. Pero en su corazón guardaba la misma pasión que empuja a los pilotos del Rally Dakar a lanzarse a las rutas en busca de una meta.

Franco, su hijo menor de apenas nueve años, jamás había disfrutado del sonido de esos motores que recorren el mundo alimentando el porvenir tuerca. El viernes a las 7, Raúl encendió el motor de 125 cilindradas que impulsa su motocicleta roja, que lleva la insignia de la gloriosa marca del ala japonesa. Limpió la calcomanía de la edición 2011 del Dakar, le colocó el casco a su hijo y emprendió el viaje.

El itinerario Santa Ana-Amaicha-Cafayate lo recorrería a un promedio cercano a los 70 kilómetros por hora. Había sido precavido para poder descansar por tramos. El Indio, Tafí del Valle y Amaicha fueron las paradas de rigor antes de cruzar la frontera con Salta.

Según cuenta, alrededor de las tres de la tarde del viernes ya estaba pisando tierra cafayateña. Pero cuando estaba ubicado en el mejor sitio para ver pasar la caravana de fierros, en paraje de San Carlos -localidad aledaña a Cafayate- llegó la noticia que lo obligaría a cambiar sus planes.

Era sábado a la madrugada. La organización del Dakar, por seguridad, había optado por suspender una etapa de la competencia. "Cerca de las dos nos enteramos que los autos no iban a pasar por ahí. Había muchísima gente. Con Franco estábamos con tres amigos del barrio que también habían viajado para ver pasar la caravana. La mayoría de los que estaban ahí no dudaron y se mandaron hacia Santa María", contó. En esa localidad catamarqueña, se cumplió un prime de la carrera y el grueso de los espectadores aprovechó la madrugada sabatina para trasladarse hasta allí.

Pero Nieto tomó otro camino. Su hijo es todavía pequeño y sólo tenía una carpa para guarecerse. Por eso regresó a Cafayate y durmió allí hasta el amanecer. Con el primer rayo de sol partió con destino a Amaicha. Una vez llegado, se detuvo en la estación de servicios de la entrada al pueblo para recuperar fuerzas. "Mi hija le pintó una remera a Franco para que viniera a ver el Dakar. La vez pasada viajé con un grupo de amigos y ya disfruté de este espectáculo. Por eso quería que Franco no se lo perdiera", agregó.

El paso de la caravana se demoró tanto que Nieto decidió bajar con rumbo a Santa Ana para acortar el camino de vuelta. Pero en la verdes montañas tafinistas, cuando la siesta comenzaba a despedirse, apretó los frenos y se lanzó al costado de la ruta para que su Franco agitara por fin una deshilachada bandera con el logo de la competencia, mientras lucía la remera pintada por su hermana y saludara a la caravana tuerca del Dakar 2013.

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