Las vidas de la mujer baleada y de su padre ya no corren peligro

Las vidas de la mujer baleada y de su padre ya no corren peligro

Ana Pirlo y Juan Carlos están internados en un sanatorio de esta capital. El ex marido atacó a balazos a su ex familia política, en Monteros, tras el brindis de Nochebuena.

LA CASA DEL HORROR. El atacante ingresó sin previo aviso y disparó contra la familia. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL LA CASA DEL HORROR. El atacante ingresó sin previo aviso y disparó contra la familia. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
26 Diciembre 2012

Los dos heridos que sobrevivieron al ataque de Jorge Ariel Robledo, que ocurrió en los primeros minutos de ayer, en Monteros, se recuperan en un sanatorio del centro de San Miguel de Tucumán. Ana Pirlo, la ex mujer del atacante, y Juan Carlos, padre de esta última, recibieron los impactos cuando el hombre ingresó a la vivienda en la que los Pirlo brindaban por la Nochebuena.

En la agresión murieron Corina del Valle Russo de Pirlo, la suegra de Robledo, que cayó víctima de un balazo, y el propio atacante, quien se quitó la vida a 150 metros de la casa, cuando vio que no podría escapar al ser seguido por vecinos y mientras llegaban al lugar los primeros policías. "De acuerdo a información del sanatorio 9 de Juliuo, las personas fueron operadas y sus vidas ya no corren peligro", señaló a LA GACETA esta mañana el comisario Raúl Ferreyra, titular de la Regional Oeste.

Publicidad

Los protagonistas de la tragedia que conmovió a Monteros llevaban 13 años de pareja y nueve de casados. Pero la relación se había terminado hace poco más de un mes. Los allegados a Robledo aseguran que una infidelidad de la mujer había generado problemas en la pareja. Quienes conocen a Ana Pirlo, por otro lado, afirman que su ex marido era violento y la había golpeado en varias oportunidades. La Policía confirmó que ambos habían realizado denuncias -uno en contra del otro- varias veces y que el hombre no podía acercarse a la casa de su ex pareja, donde durante un tiempo se instaló una custodia policial. LA GACETA ©

Comentarios