Alimentar lo último que se pierde

Por Lourdes del Forno - Licenciada en Psicología

23 Diciembre 2012
En un mundo donde los chicos hablan por celular con Papá Noel, donde la Navidad está asociada a colores de una bebida cola, y donde el Niño Dios compra en las grandes cadenas de supermercados, ¿creer o no creer?... Esa es la cuestión.

El niño construye su mundo infantil basándose en fantasías creadas con una porción de la realidad y gran parte de su imaginación. Este mundo fantasioso le permite entender y darle sentido a situaciones que el aún no comprende; le sirve como su lugar de refugio para enfrentar una realidad todavía demasiado apabullante para su psiquismo que aún esta constituyéndose.

¿Cómo hacemos, siendo adultos, para fomentar la creencia en las tradiciones ancestrales sin que ello suponga una gran contradicción con todo lo que muestran los medios de comunicación? La clave es: la creatividad. Cierta creatividad que nos permita agiornar esas creencias y tradiciones para que no parezcan obsoletas frente al mundo postmoderno en el que vivimos. Un mundo donde reina lo visible, lo tangible y lo funcional.

Sigmund Freud afirmaba que el hombre necesita creer en alguien superior que lo trasciende, como una necesidad de creer que su existencia no solamente depende de él, sino también de una divinidad celestial a quien encomendarse cuando ya no se tiene respuesta frente a lo impredecible de la existencia humana. Si consideramos esto, también podremos pensar lo necesario que es para un niño construir y sostener una fantasía.

Recibir muchos regalos materiales en una fecha especial, como respuesta a una carta escrita a un Niño Dios que cumple todos nuestros deseos, suena muy tentador como para no creer. Y el hecho de no creer parecería ser la condena a dejar de ser niños y renunciar a los privilegios de esa etapa.

Si por un minuto considero esto y rememoro los dulces placeres de mi infancia, debo confesar que a pesar de haber dejado atrás mi niñez hace muchos años… creo haber escuchado un ruido de campanas y renos afuera en mi ventana, creo que si escribo una carta con deseos pueden llegar a cumplirse, creo en un Niño Dios naciendo en un pesebre, porque creo que la fe hace a la humanidad seguir andando.

Y es así que, por las dudas, durante estas fiestas dejare el pasto y el agua al pie de mi ventana… porque la fe (enhorabuena) es lo último que se pierde.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios