Federer es un grande de jornada completa

Federer es un grande de jornada completa

Más allá de la exhibición con Del Potro, el estado de éxtasis con el que el público recibió al suizo en el estadio ubicado en Tigre resaltó por sobre todas las cosas

CON TODA LA ONDA. Juan Martín del Potro y Roger Federer mantienen una excelente relación. Anoche, ello fue muy visible. CON TODA LA "ONDA". Juan Martín del Potro y Roger Federer mantienen una excelente relación. Anoche, ello fue muy visible.
¿Habrá imaginado Roger Federer que iba a generar tanto? Más allá de los pequeños adelantos que significaron el recibimiento al bajar del avión, la desbordante conferencia de prensa, la cena y el desayuno con los empresarios, y la clínica de ayer por la tarde, su aparición en el estadio debe haber superado cualquier previsión de su imaginación. Siguiendo la misma línea, ¿habrán imaginado Guillermo Vilas y José Luis Clerc que jugarían un partido frente a semejante cantidad de público? El imán Federer magnetizó la zona y embrujó a todos. Y bajo ese embrujo se movió la organización, la prensa, el público y el resto de los protagonistas.

A medida que pasaban los minutos, los actos previos al número principal cumplían el rol de alimentar la espera programada. Al principio a pleno sol, luego coloreados por las sombras alargadas, y finalmente encandilados por la iluminación del impactante escenario. En distintas escenografías, los diferentes actores de reparto prepararon el encuentro más esperado. Si hasta Juan Martín del Potro colaboró y lo dejó salir a escena en soledad.

El ole, ole, olé, Rogér, Rogér fue la melodía elegida para el principio y la más repetida de la noche. Mitad agradecimiento por lo que se veía, mitad por lo que Federer ya regaló durante sus 13 años de carrera, el mimo sonaba unánimemente entonado por 20.000 gargantas.

Tantas veces dicha, la frase "el partido era sólo la excusa" fue más cierta que nunca. En ningún tramo importó el marcador, si uno mantenía el servicio o el otro ganaba un punto en la red. Lo único gravitante era mirarlo, seguirlo, apreciar golpes y movimientos únicos, singularmente ejecutados.

Más allá de la extensa demora y la incertidumbre respecto de la realización del partido por un exceso de público en una de las tribunas, la primera gran noche ha terminado. Me asomo al estadio vacío, allí donde todo fue bullicio y adonde, en el cierre, el silencio es un mudo testigo de lo que percibo. Es difícil hablar de un amor primera vista. También parece complicado precisar cuándo se dio el flechazo. Lo que nadie puede negar es que entre Federer y el público argentino hay algo extremadamente fuerte, difícil de entender, imposible de explicar. Indudablemente mucho más profundo de lo que Roger pudo haber imaginado alguna vez.

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