Del Éxodo jujeño a la decisión de Tucumán

Del Éxodo jujeño a la decisión de Tucumán

Con órdenes de no detenerse hasta córdoba, se retiró belgrano seguido por los jujeños. en tucumán, el vecindario lo haría cambiar de idea.

EL GENERAL MANUEL BELGRANO. Asumió el comando de un ejército en derrota y el gobierno le ordenó retirarse desde Jujuy hasta Córdoba. EL GENERAL MANUEL BELGRANO. Asumió el comando de un ejército en derrota y el gobierno le ordenó retirarse desde Jujuy hasta Córdoba.
24 Septiembre 2012
Belgrano partió a su destino. El 27 de marzo recibió, de manos de Pueyrredón, en Yatasto, la desvencijada tropa. Como primera medida, canceló el repliegue y contramarchó hacia el norte. Acampó primero en Campo Santo, en Salta, y el 19 de mayo instaló su cuartel general en San Salvador de Jujuy.
Los realistas iban, a todo esto, de triunfo en triunfo. En mayo, tuvieron dominada a Cochabamba. Más tranquilo, el general en jefe, José Manuel de Goyeneche, se dispuso a ocupar las provincias "arribeñas" de la actual Argentina. Encargó la misión a su primo, Pío Tristán, quien había ascendido a general por su desempeño en Huaqui. El 1° de agosto, Tristán iniciaba su campaña. Iba al mando de 2000 soldados de infantería y 1200 de caballería, y contaba con 10 cañones.
Entretanto, en Jujuy, Belgrano luchaba con enormes dificultades para convertir en ejército ese grupo desmoralizado. Logró que Buenos Aires le enviara 40.000 pesos y 400 fusiles, a tiempo que activaba la recluta. El gobernador intendente, doctor Domingo García, le remitió 500 hombres desde Salta, y de allí arribó también el coronel Moldes, con 125 hombres equipados y montados a su costa: eran los llamados "Decididos". En Jujuy se formó un grupo similar mientras, en la Quebrada, Antonio González Balcarce multiplicaba la recluta de jinetes.
Buscando levantar el ánimo de los soldados, el 25 de mayo de 1812 Belgrano decidió enarbolar la bandera que había creado meses atrás, en Rosario. Ante una gran multitud, presentó la enseña al ejército y pueblo desde el Cabildo, y la hizo bendecir, en la Catedral, por el canónigo Gorriti. "Veis en mi mano la bandera nacional, que ya os distingue de las demás naciones del globo", arengó a la concurrencia.

El éxodo jujeño
Sabedor de que el próximo objetivo de las fuerzas reales era Jujuy, Belgrano decidió que la totalidad de la población la abandonase, sin dejar nada que pudieran aprovechar los invasores. El 29 de julio, lanzó un bando tajante. Ordenaba que todos los habitantes se unieran al ejército, llevando cuantas armas, de fuego o blancas, tuvieran en su poder o pudieran adquirir. Además, todos los "ganados vacunos, caballares, mulares y lanares" y hasta los "charquis" debían ser sacados de los campos y llevados con los soldados. Había que hacer rápidamente la cosecha de las plantaciones, con el mismo fin, y los comerciantes debían embalar sus mercancías para remitirlas a Tucumán.
Las sanciones eran severísimas. Todo aquel que se encontrara fuera de las avanzadas del ejército, o intentara franquearlas sin pasaporte, sería fusilado en el acto, "sin forma alguna de proceso". Igual pena se prevenía a quien, "por sus conversaciones o por hechos, atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese". También serían pasados por las armas "los que inspirasen desaliento", con sólo la declaración de dos testigos. Igualmente, se consideraría traidores, advertía, a "todos los que a mi primera orden no estuvieren prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad".
El terrible bando de Belgrano terminaba: "No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán a ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas pretensiones"
Nada detuvo a Belgrano en su objetivo. "Se llevará a ejecución venciendo imposibles", decidió. Así, se formó una enorme columna de población civil cuya marcha hacia Tucumán empezó el 23 de agosto de 1812. Hombres, mujeres, niños llevando sus pertenencias, protagonizaron aquel memorable episodio conocido como el "Éxodo jujeño".
El general Belgrano fue el último en alejarse de la ciudad abandonada, después de la medianoche del 23 de agosto. Alcanzó al galope el grueso de las tropas, y con ellas siguió rumbo a Tucumán. En Salta se le incorporó el resto de las milicias y la guarnición de esa plaza. Así, cuando los realistas entraron en Jujuy, se vieron rodeados por la más cerrada soledad. Estaba "desierta y desmantelada", escribe Joaquín Carrillo. Tenían un "aspecto tristísimo aquellos hogares desamparados y aquellas calles mudas y tristes, después de la agradable animación de otros tiempos". Espantado con el espectáculo, Tristán comentó, en carta a Goyeneche, que "Belgrano es imperdonable por el bando del 29 de julio".
Desde Jujuy, los realistas despacharon avanzadas para hostilizar la retaguardia patriota, que estaba al mando del coronel Eustoquio Díaz Vélez. En Cabeza de Buey, el hostigamiento adquirió más violencia, y toda la retaguardia hubiera sido destrozada, de no mediar la intervención del cuerpo de reserva. Ello da una pauta de lo duro y difícil de la marcha, con hombres rendidos, desmoralizados y pésimamente alimentados.

Las Piedras y después
A todo esto, Belgrano aplicaba la máxima energía para evitar que cayera aún más la moral de la tropa. Hizo pasar por las armas a dos soldados que se separaron de la columna, e impuso severos castigos a algunos oficiales. Mientras tanto, los realistas, envalentonados ante este ejército que se retiraba, el 3 de setiembre decidieron cargar sobre su retaguardia, en las inmediaciones del río Las Piedras. El ataque fue exitoso, y, a pesar de los esfuerzos de Díaz Vélez, el enemigo logró apoderarse de dos piezas de artillería y hacerles varios prisioneros. Pero Belgrano, que no se hallaba lejos, supo aprovechar la ocasión. Amparándose en los accidentes del terreno y los bosquecillos, desplegó sus fuerzas y enfrentó a los realistas. Los puso en fuga, tras matarles una veintena de soldados, además de tomar prisioneros y armamento, y rescatar gran parte de los capturados.
Este combate, si militarmente no tenía trascendencia, resultó clave para insuflar una nueva moral en los soldados. Los fortaleció haberse demostrado, a sí mismos, que todavía eran capaces de triunfar sobre una avanzada enemiga.
Luego de la acción, Belgrano meditaba sobre sus próximos pasos. Las órdenes del Triunvirato, en su poder, eran claras. Si los realistas llegaban a ocupar Salta -cosa que en esos momentos estaban haciendo- y marchaban sobre Tucumán, el Ejército del Norte debía retirarse hasta Córdoba sin presentar batalla. Pero el general calibraba la posibilidad de quedarse en Tucumán y resistir desde allí. Claro que se trataba de una variante muy grave, y todavía no se había decidido a adoptarla.
En Yatasto, el camino se divide en dos. Uno, el llamado "de las carretas", llevaba a Córdoba, por Santiago, y rozaba territorio tucumano sin pasar por la ciudad. El otro conducía a la ciudad de Tucumán, directamente. Belgrano optó por el primero, y acampó en La Encrucijada, paraje de Burruyacu, como paso previo a internarse en territorio de Santiago.
Mientras tanto la vanguardia realista, rehecha después de Las Piedras, hizo alto cerca de Metán, a la espera de refuerzos antes de avanzar hacia Tucumán. Descontaban que Belgrano seguiría a Santiago, dado el camino que había adoptado, y por eso, sin apuro, se demoraron varios días en Metán. Ese margen iba a resultar precioso para el ejército patriota.

Alto en Tucumán
Desde La Encrucijada, Belgrano envió a Tucumán al coronel Juan Ramón Balcarce. Su misión era recoger todas las armas que hubiese disponibles en esa ciudad, y reclutar hombres para que engrosaran la tropa. Debía examinar, además, el espíritu de la gente, para pulsar la dimensión de su apoyo al Ejército.
La población se inquietó de inmediato ante la presencia de Balcarce. Si los realistas avanzaban, cuando entrasen los hallarían desarmados y lejos del Ejército. Los vecinos empezaron a congregarse, nerviosos y angustiados. La reunión importante se desarrolló en la casa de don Bernabé Aráoz. Era el personaje de mayor significación en Tucumán, por su fortuna, por su carácter decidido y por la autoridad que ejercía sobre los hombres de la campaña. Resolvió, y lo apoyaron todos, requerir a Balcarce que el Ejército detuviera su repliegue y enfrentara a los realistas en Tucumán, para lo cual ofrecían brindarle toda clase de ayuda.
Y, para reforzar la oferta, partió una comisión a La Encrucijada. La encabezaba don Bernabé con su pariente, el doctor Pedro Miguel Aráoz, clérigo de gran prestigio en la ciudad, y también el coronel Rudecindo Alvarado. El general escuchó sus razones y les expuso que quedarse implicaba desobedecer las órdenes que tenía. Pero, en el fondo, estaba inclinado a complacerlos. Les dijo, finalmente, que detendría su marcha en Tucumán, si le aportaban 20.000 pesos para socorro de la tropa y un millar de hombres de caballería. Aráoz prometió que le entregaría el doble.
La decisión, entonces, quedó tomada. El Ejército se haría fuerte en Tucumán, y allí enfrentaría a los realistas.

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