Regocijarse ante la tragedia es cosa de humanos

Regocijarse ante la tragedia es cosa de humanos

Las desgracias de personas públicas o de familiares de políticos motivaron en Tucumán manifestaciones violentas, lesivas y hasta de satisfacción en Internet. Anonimato, frustración y falta de empatía son algunos de los elementos que, según filósofos y psicoanalistas, confluyen sobre los individuos que llegan a manifestarse regocijados antes que afectados por el dolor del otro.

LAS DOS CARAS DEL ANONIMATO. Velar el nombre y el apellido puede alentar a opinar con libertad y sin temor a represalias, pero también a difamar. LAS DOS CARAS DEL ANONIMATO. Velar el nombre y el apellido puede alentar a opinar con libertad y sin temor a represalias, pero también a difamar.
El sábado 1 de septiembre, LA GACETA.com debió suspender todos los comentarios de las notas que informaban sobre el accidente mortal de Joaquín Jiménez, hijo menor del ministro de Gobierno y Justicia de la Provincia, Edmundo Jiménez. ¿La razón? El carácter ofensivo y violento del contenido de decenas de las manifestaciones de foristas, en todos los casos anónimos.

Se trató de una decisión inusual pero no inédita. Idéntica medida debió adoptarse en diciembre de 2011, en la crónica sobre la identificación de restos del senador del PJ Guillermo Vargas Aignasse (padre del legislador, Gerónimo Vargas Aignasse), víctima de la última dictadura militar; y en octubre de 2009, en la nota sobre el fallecimiento de Mercedes Sosa. En ambos casos, otra vez, la clausura de la opinión online se debió a la multiplicidad de mensajes lesivos e injuriosos.

¿Por qué se reacciona así ante la desgracia de famosos o de familiares de personas con alta exposición pública? La cuestión presenta rupturas y agravantes.

Disfunciones

Ante la tragedia, la palabra (ese fenómeno cultural tan excluyentemente humano) debería aparecer en función de la solidaridad y no de la destrucción. Claro que podrá argumentarse que ante el estímulo de un acto violento se desatan reacciones atávicas en las personas, pero en este caso no sólo se trata de palabras sino de palabras meditadas. No surgen espontáneamente, como en un lapsus. La noticia llega, a través de los medios, con palabras. Y hay lectores (que en cuanto tales no están ante el hecho sino ante la construcción racional del acontecimiento) que elaboran la premisa ruinosa, la escriben y toman deciden hacer "click" y publicarla. Son muchos actos conscientes antes de "decir".

Identificaciones

Como toda conducta humana, estas opiniones que celebran la tragedia presentan una superficie y un trasfondo.

De la forma, del modo en que la palabra destructiva se hace manifiesta, el filósofo Santiago Garmendia repara, particularmente, en el anonimato. No es menor que quien manifieste regocijo con la muerte ajena lo haga sin nombre y apellido, sin los atributos que lo identifican como persona única, sino con un "alias", es decir, desde la posición de un "otro", de un alter ego.

Garmendia recuerda especialmente la película Espartaco, dirigida por Stanley Kubrick de 1960. "A la pregunta ¿Quién (de ustedes) es Espartaco?, uno a uno, todos los interpelados dicen serlo. El intertexto histórico es notorio e intencional: el guión fue escrito por el genial Dalton Trumbo, censurado y prohibido en las listas negras del macartismo. Y hay otra cuestión interesante: el grito de ¡Soy Espartaco! alude al anonimato protector motivado por la identificación de los esclavos con el líder rebelde. En cambio, Spartacus_76 es el nick de alguien que asume el anonimato por sí mismo: por así decirlo, no espera a que los demás se paren. No lo experimenta como una lucha, literal o literaria.

En el anonimato del que se declara satisfecho con la pérdida ajena, pero identificada, hay una identificación con lo que deshumaniza. El anonimato, entonces, también es una posición desde la cual decir lo que no puede decirse con nombre y apellido, pero no porque peligre la integridad del individuo que puede recibir represalias, sino porque lo que peligra es la integridad de la humanidad de esa persona. ¿Quién, humanamente, puede alegrarse por el fallecimiento de una mujer, o por el deceso del hijo o la confirmación de la muerte del padre de una persona? Por caso, LA GACETA publicó durante la semana, en Cartas de Lectores, respaldos a la supresión de los comentarios de foristas sobre el accidente de Jiménez, pero no recibió misiva alguna de un lector que se identificara y expresase su satisfacción con la tragedia.

Sintomatologías


El fondo de la cuestión es oscuro. En la mirada de dos profesionales de la Psicología, asistimos a la aparición de un fenómeno de bulling online, en materia de comportamientos grupales; y a conductas en las que ni los lobos incurren, en lo individual.

A lo que se suma que la frustración por fracasos propios cuya responsabilidad es adjudicada al "otro", encuentra en el dolor de quien ha tenido éxito, o en aquel que toma decisiones que alcanzan a todos, una fuente de goce.

Que ante la peor de las pérdidas el acompañamiento sea reemplazado por el goce perverso es un luctuoso síntoma social.

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