TECHOS DE TEJA. Vista desde arriba, en esta foto de la década de 1880, la calle 24 de Septiembre muestra las cubiertas de teja que ocultaban los parapetos. LA GACETA / ARCHIVO
En su libro "Lo gótico, signo de Europa" (1929) Juan B. Terán dedica un capítulo a esos parapetos, construidos en nuestro país con el fin de ocultar el techo de paja o de teja. Reflexiona que es "un producto nacional". Lo exhiben tanto los pequeños pueblos surgidos junto a las vías del tren como, a veces, casas en pleno campo. En los cuadros de Gramajo Gutiérrez se ve "la aldea de casas de adobe con un tieso parapeto ocultando la frescura bucólica de un techo de paja". Y "las viejas ciudades provinciales, humildes y cordiales, como avergonzadas de la simplicidad honrada de sus tejas visibles, las han ocultado detrás de un parapeto".
En cambio, no hay parapeto en las grandes aldeas o en las grandes ciudades europeas. "¿Quién reconocería una aldea francesa, italiana o española, si aparecieran un día enfundadas en parapetos? Habrían perdido todo su encanto", sin duda. La construcción es hija de su medio. El parapeto es algo falso. "Es un grito que dice: quiero ser ciudad, no me tomen por provinciano o por aldeano". Así, "es una simulación, un engaño, que ignoran, como siempre, que muestran lo que quieren tapar". Más que el tejado, detrás del parapeto desaparece "una cualidad: el gusto por la llaneza y la simplicidad".
Había que eliminarlo. Así, cuando veamos esas tejas "que el tiempo ennegrece, la lluvia lustra y las hierbas silvestres decoran", sabremos "que las gentes han comenzado a ser sinceras y cordiales, y podremos acercarnos confiados a sus puertas cuando lleguemos a la aldea, a la caída de la tarde".
En cambio, no hay parapeto en las grandes aldeas o en las grandes ciudades europeas. "¿Quién reconocería una aldea francesa, italiana o española, si aparecieran un día enfundadas en parapetos? Habrían perdido todo su encanto", sin duda. La construcción es hija de su medio. El parapeto es algo falso. "Es un grito que dice: quiero ser ciudad, no me tomen por provinciano o por aldeano". Así, "es una simulación, un engaño, que ignoran, como siempre, que muestran lo que quieren tapar". Más que el tejado, detrás del parapeto desaparece "una cualidad: el gusto por la llaneza y la simplicidad".
Había que eliminarlo. Así, cuando veamos esas tejas "que el tiempo ennegrece, la lluvia lustra y las hierbas silvestres decoran", sabremos "que las gentes han comenzado a ser sinceras y cordiales, y podremos acercarnos confiados a sus puertas cuando lleguemos a la aldea, a la caída de la tarde".
En cambio, no hay parapeto en las grandes aldeas o en las grandes ciudades europeas. "¿Quién reconocería una aldea francesa, italiana o española, si aparecieran un día enfundadas en parapetos? Habrían perdido todo su encanto", sin duda. La construcción es hija de su medio. El parapeto es algo falso. "Es un grito que dice: quiero ser ciudad, no me tomen por provinciano o por aldeano". Así, "es una simulación, un engaño, que ignoran, como siempre, que muestran lo que quieren tapar". Más que el tejado, detrás del parapeto desaparece "una cualidad: el gusto por la llaneza y la simplicidad".
Había que eliminarlo. Así, cuando veamos esas tejas "que el tiempo ennegrece, la lluvia lustra y las hierbas silvestres decoran", sabremos "que las gentes han comenzado a ser sinceras y cordiales, y podremos acercarnos confiados a sus puertas cuando lleguemos a la aldea, a la caída de la tarde".
En cambio, no hay parapeto en las grandes aldeas o en las grandes ciudades europeas. "¿Quién reconocería una aldea francesa, italiana o española, si aparecieran un día enfundadas en parapetos? Habrían perdido todo su encanto", sin duda. La construcción es hija de su medio. El parapeto es algo falso. "Es un grito que dice: quiero ser ciudad, no me tomen por provinciano o por aldeano". Así, "es una simulación, un engaño, que ignoran, como siempre, que muestran lo que quieren tapar". Más que el tejado, detrás del parapeto desaparece "una cualidad: el gusto por la llaneza y la simplicidad".
Había que eliminarlo. Así, cuando veamos esas tejas "que el tiempo ennegrece, la lluvia lustra y las hierbas silvestres decoran", sabremos "que las gentes han comenzado a ser sinceras y cordiales, y podremos acercarnos confiados a sus puertas cuando lleguemos a la aldea, a la caída de la tarde".
Lo más popular








