La novelesca guerra de los Fernández

La novelesca guerra de los Fernández

Incidentes, accidentes, crímenes y pecados, que tienen en común nada más -ni nada menos- que un apellido

UN PAR DE FERNANDEZ. Alberto y Aníbal son dos Fernández de la historia K. El último, algo tuvo que ver con una de las decisiones de Jeanmaire. UN PAR DE FERNANDEZ. Alberto y Aníbal son dos Fernández de la historia "K". El último, algo tuvo que ver con una de las decisiones de Jeanmaire.
14 Agosto 2011
NOVELA
FERNÁNDEZ MATA A FERNÁNDEZ
FEDERICO JEANMAIRE
(Alfaguara - Buenos Aires)

Hace algunas semanas, se dio un fuerte cruce mediático entre Aníbal Fernández y Alberto Fernández; uno, actual Jefe de Gabinete; el otro, ex Jefe de Gabinete del gobierno de Cristina Fernández. Al margen de lo político, es obvio, hay algo que los aglutina: lo nominal.
En la última novela de Federico Jeanmaire, Fernández mata a Fernández, sucede algo similar: todos los personajes llevan el apellido Fernández. Raúl, gay, portero de edificio. José Antonio, jubilado, ex periodista. Gastón, director de un diario. Juan Eusebio, anciano, presunto ex guerrillero. Marta, una viejecita devota. Y María Ester, jueza, de doble apellido: Fernández Fernández.
Un incidente con palomas y un accidente de tránsito serán el pretexto para que estos personajes, reunidos a las puertas de un edificio, se crucen provocando enredos y confesiones inesperadas y desnudando miserias e hipocresías humanas. Por momentos quitarán el foco de los episodios sustanciales y se centrarán en los chismeríos: rencillas personales que, de anodinas, simplonas, pasarán a tener un peso fundamental en el argumento. Es entonces donde deja su marca el peso de la oralidad: rodeos, vaivenes y digresiones propios de una charla a muchas voces.
Pero las cosas no son lo que parecen ni las personas lo que muestran: detrás de un accidente puede esconderse un crimen; detrás de las palabras vacuas, un mensaje cifrado. Todos, aunque se demoren en amagues o  tergiversaciones, acabarán teniendo un muerto en el ropero. O en la calle.

© LA GACETA

Hernán Carbonel



Tamaño texto
Comentarios
Comentarios