Nació en Burruyacu, es soldado de EEUU, estuvo en Irak y se va a Afganistán

Nació en Burruyacu, es soldado de EEUU, estuvo en Irak y se va a Afganistán

Walter Kairuz emigró en 2001, antes del atentado a las Torres Gemelas, y en 2008 ingresó al Ejército. Sueña con vivir de nuevo en la provincia

ZONA DE COMBATE. Durante 11 meses el tucumano (primero desde la derecha) prestó servicios en una base militar en el sur de Irak. ZONA DE COMBATE. Durante 11 meses el tucumano (primero desde la derecha) prestó servicios en una base militar en el sur de Irak.
Un norteamericano en Tucumán, un tucumano en Norteamérica; así se siente desde hace una década Walter Kairuz, de 37 años. No habla tucumano básico; incluso perdió la tonada norteña, y se le mezcla el inglés con el castellano. Nació y se crió en Burruyacu, 64 kilómetros al noreste de la capital tucumana, pero en 2001 se fue a vivir a los Estados Unidos. Hoy es ciudadano de ese país y está prestando servicios como soldado de las Fuerzas Armadas. Hablamos de una nación en guerra.

"Tengo un sentimiento muy complicado cuando voy a Tucumán, porque soy el que se fue y sé que tengo que regresar a EEUU, donde está mi casa. Y cuando estoy acá (Carolina del Norte), o en cualquier otra parte del mundo, siento que mi familia y mi casa están en Tucumán", afirmó durante una videoentrevista con LA GACETA, vía Skype.

A partir de un mensaje

Se muestra locuaz y contento por la posibilidad de mantener un diálogo con alguien de su amada provincia. Un simple mensaje, un comentario dejado en una nota publicada en la versión on line del diario, abrió la posibilidad de conocerlo y de charlar sobre su vida, su familia y su trabajo.

Lo encontramos en Fort Bragg, en Carolina del Norte, horas antes de que partiera hacia Afganistán. Allí permanecerá un año prestando servicios como soldado y mecánico de motores de helicópteros, su especialidad en el Ejército.

Durante la entrevista, aunque remarca que es "americano" y que su casa está en Estados Unidos, afloran los recuerdos de su infancia en Burruyacu, de los amigos de la secundaria, de cuando se fue a vivir con sus abuelos a El Colmenar, y luego cuando se casó y se mudó a La Ciudadela. Tampoco se olvida de lo más importante que tiene en Tucumán: sus hijos, una nena de 13 años y un varón de 12, con quienes mantiene contacto permanente vía Facebook o por teléfono.

Un nuevo rumbo

En 2001, antes de que estallara la crisis que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa, se fue a Nueva York con la intención de probar suerte. Lo recibió el atentado a las Torres Gemelas y vivió de cerca el impacto emocional que sintieron los estadounidenses.

Trabajó durante unos años como chofer de unidades de emergencia hasta que un amigo, con quien compartía un departamento y que había estado en el Ejército, lo convenció de que se alistara, con la promesa de un mejor futuro laboral. En 2008 superó el entrenamiento básico y, luego de ocho meses en la escuela de aviación, se recibió de mecánico de helicópteros.

En 2009 fue enviado a una base estadounidense en Alemania y al tiempo marchó al sur de Irak, donde estuvo 11 meses. A mediados de 2010 encontró su break y no lo pensó dos veces. Desde Irak hizo todas las combinaciones áreas posibles para pasar 15 días con sus padres, sus hermanos y sus hijos en Tucumán.

Durante los dos años que estuvo asignado en Alemania conoció a su segunda esposa, con quien comparte su vida en la casa que tienen en la base militar de Carolina del Norte.

- Vos sentís que Estados Unidos es tu casa...

- Por una parte sí, porque es donde tengo que estar ahora. Pero de la Argentina yo no me voy a desprender nunca, están mis hijos ahí.

- ¿Y los recuerdos de Tucumán?

- Y... se llevan en el corazón. Por ejemplo, hice muchas amistades en el Ejército, pero no creo que sean de largo plazo. En cambio, los tucumanos son para siempre, duran toda la vida. Por ejemplo: muchos amigos y compañeros del secundario están en Burruyacu. Pasaron como 15 años desde la última vez que vi a algunos de ellos, pero cuando nos encontramos o nos conectamos en Facebook siento esa alegría de ellos por reencontrarse conmigo y lo mismo me pasa a mí. Y los tucumanos me sostienen hasta aquí: una de las personas que más me ayudó cuando llegué a Nueva York fue un tucumano, Bernardo Celerino, con quien mantengo contacto permanente.

- ¿Te acordás del tucumano básico?

- Ja ja... no me sale ya. Una de las anécdotas que tengo es de la ciudad de Nueva York. Visitaba a una familia colombiana y le dije al hijo de la señora: "qué changuito tan bonito". Y para ellos chango es un monito, la señora se enojó mucho porque le había dicho monito a su hijo. No sabía cómo explicarle la diferencia. También me sale mucho el "che", y es lo que más les llama la atención a los otros latinos cuando hablamos español. El argentino está siempre identificado por el "che". El acento tucumano tuve que abandonarlo para que los latinos en Nueva York me entendieran. Ellos están acostumbrados al acento de los porteños...

- ¿Extrañás la comida?

- Sí... ¡los asados! Pero te cuento que me salen muy bien las empanadas Mis amigos estadounidenses piden siempre que les haga unas "empanaditas tucumanas".

-¿Y el fútbol? ¿Sos "santo" o "decano"?

- Cuando vivía en Tucumán simpatizaba con San Martín, pero desde que me fui aliento por igual a los dos. Durante el Mundial de Sudáfrica estaba en la base de Irak. Tenía una camiseta de la Argentina y me la ponía para ver los partidos en el comedor, donde además había soldados ingleses, mexicanos y colombianos.

-¿Norteamericanos no?

- No tantos, pero de a poco el fútbol se está abriendo paso en Estados Unidos; están compartiendo ese gusto tan propio de nosotros, los latinos.

- ¿Cómo es esto de ser soldado? ¿No da miedo?

- No. Todo lo contrario; estoy orgulloso de mi trabajo. Trabajo que, por otra parte, me costó mucho sacrificio conseguir.

- Sabés que muy posiblemente te van a criticar por haberte alistado en el Ejército de Estados Unidos...

- Sí, seguramente. Pero no me preocupa. Yo fui testigo del atentado del 9/11 en Nueva York. Cuando me alisté en el Ejército sentí que podía hacer mi pequeño aporte para que EEUU, este país que me abrió las puertas, esté más seguro. No tengo miedo, repito; este es mi trabajo y estoy muy orgulloso de lo que hago. Yo nací en un pueblo pequeño, al norte de Tucumán; me superé muchísimo. Me costó mucho esfuerzo, me costó mucha la ausencia de mi familia, de la gente que quiero, de la gente que me quiere; me costó mucho trabajo llegar acá. Hoy soy ciudadano "americano" y mi casa está en Estados Unidos.

- Y en el futuro, ¿te gustaría instalarte nuevamente en Tucumán?

- Sí, me gustaría muchísimo (la cámara permite ver que se le dibuja una enorme sonrisa en el rostro). Siempre, cuando pienso el plan de retiro, sueño con poder hacerlo en Tucumán. Allá, si uno tiene un trabajo, un ingreso, la vida es mucha más suave. En cambio, en Estados Unidos el estrés es muy alto; la gente trabaja muchas horas, no hay tantos feriados como en la Argentina. Me gustaría volver a Tucumán algún día. Pero nunca se sabe lo que la vida le depara a uno.

Despedida

La entrevista vía Skype estaba muy entretenida y podríamos haber seguido hablando una hora más. Pero no había más tiempo: Kairuz tenía que organizar todo su equipo porque al día siguiente, con su nueva unidad, debía partir a la base militar de Afganistán. Allí lo esperan largos 12 meses lejos de su esposa alemana, de su casa en Carolina del Norte y de su familia en Tucumán. Con el corazón partido entre Estados Unidos y Tucumán o entre Tucumán y Estados Unidos, una disyuntiva difícil de resolver.

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