Los políticos ya no dan la cara ni en los afiches

Los políticos ya no dan la cara ni en los afiches

El abuso de herramientas como el PhotoShop para "mejorar" la imagen de personas públicas es tal que, en Francia, el oficialismo promueve un proyecto para que los dirigentes que apelen a esos fotoprocesamientos aclaren en los avisos que han "retocado" sus figuras. El "e-lifting", para los especialistas, mella la veracidad del candidato y lo pone al filo de la estafa.

"No sorprende que nuestra percepción sobre la belleza esté distorsionada", dice, en inglés, el eslogan con el cual culmina una publicidad de productos cosméticos que tiene una paloma por ícono. Durante el comercial, disponible en YouTube, se observa el largo proceso de maquillaje y peinado a una modelo, cuya mejor foto pasará luego a una computadora en la cual, mediante un programa de edición de imagen, la mujer que ya era naturalmente hermosa será estilizada virtualmente. Sus hombros bajarán un poco; su cabeza subirá otro tanto; el cuello, que ya ha quedado más largo, será angostado unos milímetros; las cejas quedarán perfectamente simétricas; y los ojos, además de ser alineados, crecerán en tamaño.

La alteración de imágenes con fines comerciales acumula en los últimos tiempos una larga lista de polémicas y de denuncias. Y sí lo que hay son discusiones y no una unívoca condena es porque existen posturas encontradas. Para los que execran esta práctica (identificada de manera reduccionista con uno de los software más usados, el PhotoShop), se está frente a la mentira y hasta la estafa. Los defensores, en cambio, advierten que si se trata de vender un producto es legítimo tratar de mostrarlo lo mejor posible. ¿No hacen eso los que llevan el auto al taller de chapa y pintura antes de venderlo?

Con independencia de qué lado se tome en la compulsa, el debate se reinstala en la escena pública a partir de una noticia que, para incrementar la curiosidad, proviene del mundo de la política. En Europa, y específicamente en Francia, se busca regular el uso de estos "retoques informáticos" mediante una ley, que obligue a los políticos a aclarar en sus publicidades, cuando pasen por esta suerte de "e-lifting", que sus rostros pueden que no sean exactamente los mismos que se ven en los avisos.

El que avisa no traiciona

Política e Imagen son términos que viven en una eterna simbiosis, y la obsesión de los hombres públicos por verse bien es mucho, pero mucho anterior a la era de los transistores y las revoluciones industriales. Cuando no había comerciales, para el caso, había estatuas. Y, para el caso, el libertador José de San Martín ha sido inmortalizado en el cruce de los Andes montando no mulas estoicas sino caballos que serían la envidia del Pegaso. Ni qué hablar de Napoleón, que en muchos mármoles no es ni remotamente un varón de baja estatura y algo retacón. Si se pasa al plano de los retratos de los pintores "oficiales", probablemente no haya habido -salvo escasísimas excepciones- gobernantes feos en la historia de occidente.

La periodista Rosario Gómez recuerda, en un artículo de El Mundo, que en los 80 el diario Pravda, de Moscú, decidió retocar las fotos del premier Mijail Gorbachov para borrar una mancha de nacimiento que tenía en su calva. Y que, más recientemente, Paris Match borró los "rollitos" del presidente francés Nicolás Sarkozi, de una foto en la que aparecía en trajes de baño. Sin embargo, ambos casos parecen casi pueriles al lado de lo que se ve, de uno y de otro lado del océano, cada vez que llega esa temporada tan particular como es una campaña electoral.

En la Argentina, los programas informáticos de edición de imágenes entrañan el peligro de instalar el mito de que la política es, en verdad, la fuente de la eterna juventud que tanto buscaron los adelantados españoles en los tiempos de la Conquista. Candidatos y candidatas a la presidencia, a las gobernaciones, a intendencias o a bancas en el Congreso, en Legislaturas o en concejos deliberantes sufren tal shock de rejuvenecimiento computadoril que, cuando se los encuentra en la vía pública, no se sabe si los postulantes son ellos o algún hijo bastante parecido.

Del otro lado del Atlántico pasa lo mismo. La clase política ha caído en excesos que rozan el ridículo. La candidata socialista Ségoléne Royal apareció en un cartel electoral "tan rejuvenecida que los franceses se preguntaban si tenía edad suficiente para ser candidata a la presidencia francesa", escribe Gómez. En su artículo, precisamente, da a conocer estos "fotoprocesamientos" estarán regulados si prospera la propuesta lanzada a principios de mes por la diputada francesa Valérie Boyer, que pertenece al mismo partido que Sarkozy. Mediante esa iniciativa, modificar la imagen de un político o de una modelo no será ilegal, pero los ciudadanos tendrán derecho a saberlo. La propuesta aspira a que sea obligatorio advertir de la utilización del PhotoShop, por lo cual las imágenes tratadas deberían ir acompañadas de un aviso: "Fotografía retocada para modificar la apariencia física de una persona". El incumplimiento acarrearía una multa de 37.500 euros.

Sin atención al cliente
La situación equipara los afiches de campaña proselitista con los anuncios de las concesionarias de automóviles o de las casas de electrodomésticos, que al pie de los anuncios gráficos aclaran que las fotos de los productos "son meramente ilustrativas" y que no son "de carácter contractual". Y es que al parecer, ya no sólo hay que dudar de las promesas de los dirigentes en campaña sino también de lo que prometen sus rostros en los afiches. El asunto comienza a redimensionarse cuando se trasladan a este plano los cuestionamientos que se hacen a las top-model y a las estrellas de la farándula que pasan por el PhotoShop para promocionar productos, películas, obras de teatro, tiras de televisión o, simplemente, a sí mismos. ¿Quién votará al político que ha mentido sobre su propia imagen? ¿Qué asesor recomienda la ficción de su candidato? ¿Quién confiará en el que falsea la verdad incluso para un afiche de campaña?

Sin embargo, el asunto entraña, con prescindencia de la coyuntura, la profundización de un proceso todavía más preocupante: la política ya no es un contrato público en la que un ciudadano que se postula propone un programa y un ciudadano que elige le entrega a cambio un voto de confianza. Por el contrario, es hoy, simple y preocupantemente, un mercado en el que los candidatos son vendidos como simples productos, más trabajados en su apariencia que en su contenido, y el votante tiene, una vez cada cuatro años, un sufragio para comprarlo, o no.

Los riesgos de esa política de mercado, o de esa mercantilización de la política, son vistos diariamente por los ciudadanos. Con el agravante de que, para esa mercancía política, no hay período de prueba, garantía extendida ni posibilidad de devolución por defectos de fábrica.

Finalmente, la regulación del uso de la alteración de la imagen en política entraña un último y angustiante recordatorio. En el fondo, lo que la propuesta francesa hace es defender el derecho a la información de los ciudadanos. En un Tucumán que carece de una ley que garantice el libre acceso a la información pública porque el poder no quiere darle esa herramienta a la sociedad, la que se torna impresentable sin un PhotoShop es la calidad institucional.

Comentarios