Pese a todo, la gente apoyó con el alma

Pese a todo, la gente apoyó con el alma

Los cordobeses se enojaron porque la Selección llegó a última hora y no reconoció el estadio.

PIDEN POR EL ÍDOLO. Los fanáticos de Lionel Messi dijeron presente en Córdoba. Buscaron distintos tipos de recursos para expresar su apoyo al astro. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA (ENVIADO ESPECIAL) PIDEN POR EL ÍDOLO. Los fanáticos de Lionel Messi dijeron presente en Córdoba. Buscaron distintos tipos de recursos para expresar su apoyo al astro. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA (ENVIADO ESPECIAL)
11 Julio 2011
CÓRDOBA, (Leo Noli, enviado especial).- Falta cotillón, ánimos y otras cuestiones decorativas en esta ciudad como para confirmar que el aire que se respira tiene gusto a Copa América. No alcanza con la carpa y un par de carteles cerca de la plaza principal. Tampoco ayuda el hecho de ir contra la corriente del amor por la celeste y blanca. La gente está ofuscada, reniega de la actualidad de la Selección, pero así y todo no pierde la esperanza de ver un cambio, "el cambio".

Están los renegados, los obtusos que dijeron basta y le bajaron la persiana al torneo y al aliento. Está la mayoría, el hincha del corazón, cuyos latidos van a la par del nerviosismo de saber que si hoy la máquina no arranca, un tsunami de dardos terminará de apagar la luz de una fiesta que todavía parece no haber comenzado. "Voy, voy como sea. Quiero estar ahí, apoyando", les avisa un flogger a sus amigos mientras pide compañía. Argentina llegó anoche a La Docta, cuando debió haberlo hecho antes. La decisión de Sergio Batista de entrenar en el predio de AFA y en no hacer el típico reconocimiento de cancha en el "Mario Alberto Kempes", dolió un poco. El público se quedó con las ganas de disfrutar a la distancia a un Messi, Tevez, Di María, Agüero. ¿Tuvo que ver en esta decisión lo que pasó en Santa Fe, cuando miles de hinchas ingresaron para ver la práctica que, en teoría, debía ser a puertas cerradas?

Hubo cantidad y calidad de arengas en el aeropuerto alrededor de las 20, cuando aterrizó el avión albiceleste. Una caravana siguió cual procesión de un santo al ómnibus oficial, hasta darse con la concentración. Allí también había un campamento de fanáticos. El clima no ayuda, el clamor popular sí. El lugar elegido no es el mejor. Está en medio de un centro comercial donde miles de personas desfilan todos los días. Por eso, evitaron todo contacto y algunos se limitaron a saludar desde el micro o desde las ventanas de sus habitaciones.

Una mano levantada, una sonrisa, y un gracias resumieron en pocas líneas el compromiso y la promesa de todo un plantel que hoy promete recuperar la memoria y el fuego sagrado de una camiseta que despierta envidia en todo el planeta fútbol.

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