El arriero de los ovnis
19 Junio 2011
Dos cerros pequeños con forma de pirámides se divisan en diagonal al auditorium. En la ladera opuesta al escenario se erige la casa del Centro Atifo. La vivienda de piedra albergó a más de la mitad de los asistentes. Y cuando el sol comenzaba a descolgarse por la rama de un árbol del naciente, los preparativos de la última jornada empezaron a movilizar a los visitantes.

Desde la cima de la montaña donde se encontraba el círculo llamador, Julio Espinoza descendió de su meditación cósmica al aire libre (con menos de tres grados de temperatura). Oriundo de Cachi, afirma que acumula más de 100 avistamientos desde su primer contacto del tercer tipo, en 2004, cuando era arriero de cabras. Desde entonces, este casi cincuentón, padre de cinco hijos y labrador de la tierra en ese sector del norte salteño -donde sus habitantes tocan el cielo con las manos- cría sólo a sus hijos.

Su esposa lo abandonó, justamente por su afición a los ovnis. Hace dos años se fue a vivir a El Carril, a 30 kilómetros de la capital salteña. Allí trabaja tierras de su propiedad y cada mes vuelve a Cachi, a meditar y a contactarse. Revela que gracias a los extraterrestres -que lo curaron de una enfermedad- puede caminar.

Julio no cree en el fin del mundo. Pregona que ya llega la culminación del período de oscuridad. En repetidas oportunidades fotografió a la Virgen Niña. En una de sus fotos aparece la Virgen con un chico en brazos, con su atuendo celeste y blanco, en lo más alto del firmamento.

"Aprendí a amar a Dios y a mis hermanos. Se aproxima la era mariana. La era de la Virgen. Cada vez habrá mas apariciones de nuestra Madre espiritual y más avistajes de ovnis", vaticinó.

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