Desde la prehistoria hasta hoy, la mujer ha reinado dentro de la casa. En culturas indígenas como la de los antiguos chibchas, habitantes de gran parte de lo que hoy es Colombia y Ecuador la madre era la cabeza de la familia y la descendencia se trazaba a través de ella. Cuando las hijas alcanzaban la pubertad y se casaban, traían a sus esposos a vivir a casa de sus madres. En cambio, los hijos se iban a las casas de sus esposas, cuenta la revista ecuatoriana, Familia.
Una mujer se encargaba de organizar las labores agrícolas y del hogar. Los hombres se dedicaban a cazar y pescar, pero la mujer controlaba la comida, una vez que esta estaba dentro de su casa. Si una mujer quería el divorcio, esta dejaba las pertenencias de su esposo en la puerta de su casa. En caso de separación, era ella quien mantenía a sus hijos y disponía los matrimonios de estos.
Otro caso es el del antiguo Egipto, donde las mujeres la reina hermana y la reina madre tenían posiciones de gran respeto y ostentaban la mayor autoridad.
La arqueología demuestra que casi en todas las sociedades ha predominado lo sagrado femenino. Lo típico ha sido la existencia de una diosa madre, una diosa de la fertilidad. En algunas culturas es representada como la Madre Tierra (como la Pacha Mama de los Andes). Para los antiguos griegos (de hace 2 600 años) era la diosa Gea, ?madre de todo?.
En algunas culturas de China y Sudán - comenta Carolina Aguirre en su blog Bestiaria- una costumbre de algunas mujeres para mantener su vida independiente, era "casarse con una lápida", es decir, con un joven muerto. Esta práctica era muy normal entre las hilanderas de seda, quienes podían prescindir de la manutención de un marido, pero podían ofrecerle así a su propia familia, los beneficios de los lazos políticos con una nueva.
En la Biblia también ha dejado su huella la cultura del matriarcado. La frase de Jesús: "Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne" es el ejemplo perfecto. Los estudiosos de las Sagradas Escrituras, explican que en esa época era costumbre que los varones al contraer matrimonio dejaran la casa de los padres para unirse a su mujer y vivir con ella en su casa. No se iban a otros sitio, como sucede actualmente.
Finalmente, el judaísmo todavía se hereda por línea materna (salvo que sea por conversión), en esto los varones no cuentan.