El amigo de la velocidad está lleno de buenos recuerdos

El amigo de la velocidad está lleno de buenos recuerdos

Gilles Gaignault fue corredor y ahora es periodista

NUEVO OFICIO. Gaignault sigue ligado a los fierros con su computadora. LA GACETA / LEO NOLI (ENVIADO ESPECIAL) NUEVO OFICIO. Gaignault sigue ligado a los "fierros" con su computadora. LA GACETA / LEO NOLI (ENVIADO ESPECIAL)
04 Enero 2011
Por una cuestión de edad, idioma y vaya a saber cuántas yerbas más, el contacto con este prócer del automovislimo mundial llegó en el instante menos pensado. Hombre de cara regordeta, ojos celestes, bien resaltados por el aumento de sus gafas de fajina, Gilles Gaignault es un nombre más para quienes no lo conocen. Un tipo educado, bastante cansado de renegar por la falta de conexión a internet. De vez en cuanto, el pelado levanta la cabeza, mira y pregunta: "¿sigue todo igual, hay internet?" Desde el frente del mesón de madera nace la respuesta menos esperada para el veterano: "no, todo sigue igual". Se toma la cabeza y continúa bajando las teclas de su portátil.

Entrada la tarde y ya más tranquilo, Gilles mete la cuchara en una charla referida al Dakar, y explota la dinamita. "Gané la primera etapa en la historia del Dakar siendo copiloto de Cyril Neveau. Fue el 24 de diciembre del 78, en Montlhery", cuenta el francés, que festeja su participación número 23 en la carrera.

Ahora está del otro lado. Gaignault no corre; escribe. Antes, en cambio, no paraba de acelerar. Sus pergaminos y amistades impactan, dan escalofríos. Amigo de Juan Manuel Fangio, Gilles estuvo en el cumple 80 del "Chueco"; también mantiene una amistad fluida con Carlos Reutemann, hombre de Ferrari en sus años de Fórmula 1. Este parisino por adopción fue jefe de equipo de la marca italiana en las 24 Horas de Le Mans. "Era jefe del modelo 333. Anotá bien. Fue en el 95", cuenta mezclando el inglés, francés y un mañoso español este también ex prensa de la F1.

Padre de tres hijos y esposo modelo, afirma que el cambio del latitud del Dakar lo afectó un poquito. "La primera vez fue extraña, pero ahora que estoy en mi tercer año acá es todo lo contrario. La pasión de la gente es inexplicable. Estuve charlando todo un día con argentinos de automovilismo y fútbol, sus dos pasiones", sonríe copando la parada Gaignault.

Si le dan a elegir prefiere subirse a una Ferrari en vez de pasar el rato con Claudia Schiffer o Cindy Crawford. "Y bueno, es mi pasión", se defiende, y volantea para esquivar alguna broma.

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