Perdido en un laberinto

28 Noviembre 2010
"Desde que el sida apareció en el mundo pensé, al igual que muchos, que era un castigo de Dios, y como se manifestaba mayormente en la población homosexual tuve pensamientos como estos: ?a lo mejor yo soy merecedor de un castigo así?". Así comienza su desgarrado relato Manuel, quien tiene en su cuerpo el HIV desde hace varios años.

"Si bien conscientemente ese pensamiento no lo mantenía en mi mente, hoy sé que inconscientemente me sentía merecedor de un castigo por no ser lo que el mundo esperaba de mí. Cuando hablo del mundo, hablo primero del mundo inmediato que todos tenemos (familia, amigos, colegio, club, etcétera), y luego de todo el resto del mundo", señala. Y casi sin respirar continúa con su alegato: "cuando no me acepto y quiero ser lo que los demás quieren de mí, entonces me odio a mí mismo. Por supuesto que odio a todos, pero oculto el hecho de odiarme y de la boca para afuera digo que me amo y amo a todos, pero mis células reconocen lo que pienso aunque diga lo contrario".

Según Manuel, la sanación de cualquier enfermedad corporal no tiene lugar realmente si primero no se produce la sanación de la mente. El hombre dice que el sida lo afectó tanto que se siente perdido en un laberinto. "Le pregunto a otros perdidos cómo salgo de este laberinto, y las respuestas o soluciones que me dan son parciales y no me permiten sanar o soportar mejor esta enfermedad", concluye angustiado.

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