La dolorosa realidad de Aurora

La dolorosa realidad de Aurora

09 Octubre 2010
"Empatía significa ponerse en el lugar del otro, afectivamente, mentalmente, en sus sentimientos, en su situación, etc. Creo que este concepto racional, humano y solidario nos falta hace mucho tiempo a todos, especialmente a los que tienen el poder.

Nos ubiquemos en el lugar de una persona indigente, madre de muchos hijos, que vive en una villa miseria de Tucumán. Esta realidad le toca a Aurora del Valle Valverdi, quien solía pedir limosna en mi casa. Cuando sus hijos eran pequeños y venía otro en camino, surgía el pensamiento de que ´los pobres no deberían tener mas hijos´. Sin embargo, Aurora no sólo no los daba en adopción, sino que además se hacía cargo de otros abandonados.

Esta mujer crió en esa miserable vida a sus hijos. Una de las niñas murió de leucemia y después se le incendió la tapera. Así acumuló tantos y tantos dolores que ningún escritor se atrevería a contar en una historia. Vivir de la dádiva, arrastrando un carrito para juntar basura y sobrevivir, acosada por otras familias a orillas del Canal Norte visitada por algunos políticos, solo para fechas de elecciones, así es el dolor eterno de nuestro pueblo.

En 1989, una lucecita de alegría se presentó una vez en una tapa de gaseosa tirada, que contenía un premio importante: una moto Scooter italiana. Esta alegría le duró poco a Aurora, que tuvo que canjear la moto por un terrenito mal ubicado para vivir. Pero como no tenía una casilla para instalar en el lugar, y por la demora, se lo usurparon.

Entonces se inició un juicio en la Fiscalía de la VIII Nominación del Centro Judicial Capital para recuperar el terreno, pero como es pobre e ignorante y con un boleto de compraventa, nadie se dignó a atenderla. Además, le piden testigos y pruebas, y así pasa el tiempo ¿Cómo ayudarla hoy? ¿donde encontrará un alma desinteresada que la ayude? ¿dónde están los políticos apoltronados y cebados con su voto?

Llamo a la solidaridad para resolver esta dolorosa situación que vive Aurora, para que algún día ella y sus hijos puedan descansar en una casita digna, e intenten sobrevivir con un trabajo decente. Aunque nadie le agradezca nunca, siempre hay un Dios que todo lo ve".

Graciela Barr
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