Un viaje hacia el universo primigenio

El director del Observatorio Astronómico de Ampimpa, Alberto Mansilla, reflexiona sobre la última imagen obtenida del cosmos.

La publicación de lo que sería la “imagen completa” del Universo asombró a especialistas y a legos La publicación de lo que sería la “imagen completa” del Universo asombró a especialistas y a legos
12 Agosto 2010
Casi a diario leemos en la prensa novedades acerca del Universo. Estamos siendo “bombardeados” por un caudal nunca antes visto de información acerca del Cosmos. Big Bang, agujeros negros, materia oscura, estallido de rayos gama (GRB), radiación de fondo, universo primitivo, son los términos que con mayor frecuencia aparecen en notas periodísticas o en cables de las agencias internacionales de noticias.
Toda esta información y descubrimientos se han logrado a través de máquinas astronómicas increíblemente sofisticadas con nombres igualmente enigmáticos: algunas están en el espacio orbitando nuestro planeta como HST, Cobe, Wmap, Planck Surveyor, Spitzer y otras en bases terrestres como, Keck, VLT, GTC, ALMA, BLT. Y no sólo esto, también casi a diario nos enteramos de nuevos diseños de máquinas gigantes y cada vez más sofisticados próximas a ponerse en funcionamiento: ELT (Telescopio extremadamente grande), Telescopio James Web (sucesor del famoso Hubble) y muchos más.
¿Cómo entender estas enormes inversiones en tecnología y recursos humanos para una ciencia como la Astronomía, que a primera vista pareciera que no nos aporta más que conocimiento científico “puro”?
Para comprender el fenomenal entusiasmo global por esta ciencia (se forman consorcios de países para construir y operar estas máquinas científicas) es necesario comprender que la Astronomía ha logrado lo que ninguna otra ciencia ha podido en la realidad: viajar en el tiempo hacia el pasado.
Imagínense si un geólogo pudiera viajar realmente hacia atrás en el tiempo unos 4.000 millones de años para estudiar “in situ” las primeras rocas que formaron la corteza terrestre, o que un biólogo pudiese retroceder 3.600 millones de años para analizar las condiciones ambientales o los compuestos químicos primigenios que dieron origen a la vida. O que en un pasado más cercano un antropólogo pudiese echar un vistazo al tiempo de hace 4 millones de años cuando los primeros homínidos comenzaron a deambular por la sabana africana.
Pues bien, la Astronomía ha logrado viajar realmente hacia atrás en el tiempo, al pasado. Los grandes telescopios no son otra cosa que gigantescas máquinas del tiempo que nos permiten “observar” los objetos del universo tal como eran hace miles de millones de años. Mientras más lejano está el objeto que observemos, más atrás en el tiempo viajamos. En realidad se construyen cada vez más potentes telescopios no tanto para “ver” más lejos, sino para viajar más atrás y profundamente en el pasado.
Los astrónomos, valiéndose de los más poderosos telescopios terrestres y espaciales, están estudiando hoy la composición y estructura de la materia primitiva que dio origen a todo lo que hoy existe: galaxias, estrellas, planetas y nosotros mismos.
Están observando “en vivo” cómo era el Universo hace unos 13.500 millones de años. Ya han superado largamente la barrera de la formación de estrellas, y ahora observan cómo llegaron a formarse y a evolucionar las primeras galaxias. Están aproximándose cada vez más a las condiciones reinantes en el momento de la “Gran Explosión” que puso en marcha el Cosmos y que describe con grandes detalles la teoría del “Big Bang”.
Si bien las imágenes del Universo Primitivo logradas por el telescopio de 1,5 metros de diámetro en la nave Planck Surveyor no son las primeras -COBE y Wmap hicieron un trabajo parecido hace unos años- lo novedoso en este caso es que esa imagen global del cosmos primigenio fue lograda con una calidad y resolución sin precedentes. Estos telescopios montados en naves espaciales orbitales capturan lo que se conoce con el nombre de Radiación de Fondo Cósmico de Micro-ondas, un lejano eco de los primeros tiempos del Universo, “apenas” unos 380 millones de años luego del Big Bang y justo cuando se producía la nucleosíntesis de los primeros átomos de la materia que hoy conocemos.
Esta radiación de fondo que se encuentra distribuida en cualquier dirección que se observe, no es completamente homogénea, sino que tiene pequeñísimas fluctuaciones. Estas fluctuaciones indican que en esa época inicial la materia no estaba repartida de forma homogénea, sino que se concentraba más en algunos lugares que en otros. Por lo tanto las pequeñas variaciones que se observan en la radiación de fondo nos muestran las semillas de las grandes estructuras del Universo.
Estudiar dicha radiación es una ventana al Universo primitivo que nos ayudará a comprender mejor cómo pudo surgir. El mapa de la radiación de fondo realizado por el telescopio de la Planck Surveyor y publicado recientemente, es una fantástica “instantánea” de aquellos primeros momentos.
Alberto Mansilla. Ingeniero, egresado de la UNT. Director Científico del Observatorio Astronómico de Ampimpa.

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