¿Cómo se puede llevar a los chicos a 1810?

¿Cómo se puede llevar a los chicos a 1810?

La literatura infantil aborda el Bicentenario de la mano de autores que le proponen a sus pequeños lectores un viaje en el tiempo. Aquí, los escritores nos cuentan cómo encararon ese desafío.
Por Hernán Carbonel -Para LA GACETA - SALTO (Provincia de Buenos Aires)

16 Mayo 2010
Lo cierto es que la Revolución de Mayo pudo no ocurrir. Lo cuentan los hermanos Herrauri, quienes hacia 1880 descubren un texto escrito por Julián, padre de ambos ya muerto. En el manuscrito se da una versión oculta de los sucesos de aquel mes de 1810, donde se asegura que el régimen realista contaba con un arma secreta para destruir la Revolución: El Furo, un monstruoso reptil que vivía escondido en los túneles de la ciudad, listo para acabar con aquellos criollos que exigieran un cambio de gobierno.
Ese es el argumento de El Furo - La Revolución de Mayo pudo no ocurrir (Ediciones Amauta) de Emilio Saad, tucumano de nacimiento, dibujante y autor de una vasta cantidad de textos infantiles.
Pero esta no es la única historia posible. Porque, es cierto, las colecciones de literatura infantil no podían pasar por alto un acontecimiento histórico de la talla del Bicentenario, y es por eso que, tanto desde las editoriales pequeñas como desde las multinacionales, los títulos con esa temática se multiplican durante este 2010.

Cómo volver a 1810

Entrevistado en exclusiva para LA GACETA, Emilio Saad hace una advertencia sobre su libro. "Mi primera intención no fue contar -a través de una ficción- cómo ocurrió la Revolución de Mayo; sino, al revés: quise contar desde una ficción que esa Revolución 'pudo no ocurrir'. Porque -en la propia realidad histórica- estuvo a punto de naufragar", manifiesta.
Mario Méndez, editor de Ediciones Amauta, cuenta cómo abordaron el tema. "En Amauta le encargamos a Emilio Saad, que se ha destacado en la narrativa histórica, que hiciera una novela en el contexto de 1810. Y Emilio se despachó con una historia enmarcada en la revolución de Mayo, pero que además contaba un hecho fantástico y una historia de amor", describe.
Méndez -docente, coordinador de talleres literarios, varias veces premiado en el género infantil y juvenil- acaba de publicar, además, El aprendiz en la Serie Azul de Alfaguara. El aprendiz narra la historia de Nino -un chico huérfano, protegido de Hipólito Vieytes- y su búsqueda de identidad, la convicción de un amor y su afán de colaborar con la Revolución de Mayo.
"Pensar ese libro fue un desafío -agrega Méndez-, porque yo nunca había encarado una novela a partir de un pedido, y no quería caer en hacer un relato teñido de didactismo histórico. No quería que el contexto tapara al argumento".
El Bicentenario, para Méndez, "tiene su peso en la educación", y es por eso que la mayoría de las editoriales han salido a dar una respuesta. "Seguramente se venderán muchos libros; la duda es qué pasará luego. Los que excedan las meras efemérides son las que sobrevivirán".

Ingleses y criollos

Otro título enmarcado en los años independentistas es La rosa del río, de Laura Avila (Editorial Crecer Creando). Ambientada en la recuperación de una Buenos Aires tomada por los ingleses, cuenta la historia de Anselmo, un chico de la nobleza que deberá encontrar un remedio para su hermano contagiado por la viruela; que se encontrará con Juana, una lechera que acaba de perder su vaca, y un esclavo africano que brega por hallar a sus hermanos de raza. Juntos comenzarán un viaje iniciático que pondrá en riesgo sus vidas y los llevará a conocer a quienes asuman la reconquista de la ciudad.
"Por aquellos años, la gente quería un cambio, y eso está contado en la novela a través de una mirada desde la infancia", cuenta Avila. "A mí me interesaba acercarme a ese momento particular, en donde se gestó nuestra identidad, a través de una mirada curiosa y descubridora, porque así son las miradas de los chicos".
Y quien también tiene varios volúmenes en la calle con el Bicentenario como eje es Adela Basch, una de las autoras más reconocidas de la literatura infantil argentina (sobre todo para los más pequeños), que suele trabajar con la materia histórica (basten recordar Belgrano hace bandera y le sale de primera o José de San Martín, caballero del principio al fin). De Basch, Alfaguara publicó en 2010: Contemos uno, dos y tres y vayamos a 1810, En estas hojas detallo cómo llegó el 25 de Mayo, y Las empanadas criollas son una joya.
"Pensar estos tres libros significó para mí, por un lado, ver qué aspectos del pasado se mantienen actuales en este momento y, por el otro, cómo se percibe lo que sucedió hace doscientos años desde la perspectiva del hoy -explica Adela-. Muchas veces los temas relacionados con la historia nos resultan muy complicados. Pero creo que es así, sobre todo por las cantidad de ideas hechas de antemano que tenemos sobre ellos. Cuando se busca lo que estos temas tienen de esencial, de medular, de central, toda complicación pareciera disolverse. En el fondo, lo fundamental es sencillo. Contrariamente a lo que muchas personas creen, los chicos no son tontos. Pueden captar estas ideas y relacionarlas con su vida y con el mundo. Escribir estos libros -concluye Basch- fue un ejercicio de ampliar mi propia manera de ver para poder presentar el mismo tema en tres diferentes obras de teatro dirigidas a chicos de distintas edades".
Un dato significativo de la mayoría de los libros citados: las diferencias sociales se revelan y resuelven a través del amor de los jóvenes personajes. En El Furo, Julián Herrauri, hijo de comerciante, y la niña dueña del monstruo, que vive en un teatro abandonado; en El aprendiz, Nino, criado en un convento, y Lucía, hija de un hombre adinerado; en La rosa del río, Anselmo, parte de la realeza "con papeles", y Juana, una vendedora ambulante. Libros para jóvenes que ya no lo serán en un futuro. Diferencias sociales que, 200 años después, disminuyen en la literatura y siguen siendo soñadas en la realidad.
© LA GACETA

Hernán Carbonel -
Escritor y periodista cultural.

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