Leo Messi funciona como un verdadero agujero negro: su fútbol tiene una gravedad tan fuerte, que nada puede escaparse de él. Devora todo: goles, rivales, insultos, camisetas e incluso estrellas como Cristiano Ronaldo. Hasta parece comenzar a devorarse esa parquedad extrema, esa modestia que lo lleva casi siempre a lanzar frases sin destino de titular. Tras su sexto gol en tres partidos, el que abrió el sábado el camino del 2-0 sobre Real Madrid, en el Santiago Bernabéu, el mejor futbolista del mundo estaba encendido.
"Una vez mas el equipo demostró que hoy por hoy somos superiores a cualquiera si queremos. Siempre hay que demostrarlo en la cancha y lo hicimos", dijo Messi, aún con las pulsaciones a mil.
Messi, que ya le marcó siete goles en ocho partidos a Real Madrid, volvió a ser un martirio para Iker Casillas. Era improbable brillar como en la inolvidable noche del 6 de abril con sus cuatro goles a Arsenal, pero Messi -marcado por momentos a patadas- fue figura en el Bernabéu, una fuente permanente de peligro en asociación con Xavi, una imagen potente que crecía en la comparación con el desolado Cristiano Ronaldo, al que antes del partido había saludado con un guiño, una sonrisa y una palmadita veloz.
Con 40 goles en la temporada y 27 en la Liga -tres más que Gonzalo Higuaín-, Messi va lanzado hacia un final de temporada apoteósico, mientras los argentinos ruegan que no agote su combustible futbolero, ni se lesione, porque el Mundial espera.
Insultado toda la noche por los "ultrasur" de Real Madrid, Messi parece en estado de gracia también fuera de la cancha. Apenas habían pasado unos minutos de la madrugada y Andrés Calamaro apretaba con fuerza una camiseta.
"¡Uh, uh! ¡Qué increíble, qué grosso!", balbuceaba el cantante. En sus manos tenía la "10" de Messi autografiada por el propio jugador, al que acababa de visitar en el vestuario. Messi se devoraba así también el alma de Calamaro, reconocido hincha de Real Madrid.
Mucha suerte tuvo el ex integrante de Los abuelos de la nada, porque conseguir la "10" de Messi es todo un desafío.
Lo comprobó el actor alemán-español Daniel Brühl, que tras el 4-1 sobre Arsenal quiso comprar una camiseta blaugrana y grabarle el nombre de un amigo en la espalda. Pero el amigo compartía una letra con Messi, la "s". "Tiene que poner otro nombre, las ’s’ están agotadas", le dijeron al actor, otra "víctima" de la fuerza de Messi, el hombre que todo lo devora.