Tres interrogantes, tres respuestas y ninguna solución

Tres interrogantes, tres respuestas y ninguna solución

Por Patricia Kreibohm -Para LA GACETA - Tucumán

28 Marzo 2010
La posición que sostiene la Argentina sobre el conflicto por Malvinas es clara y prácticamente no ha variado a lo largo del tiempo. Fundándose en sus títulos jurídicos, históricos y geográficos, nuestro país reclama su devolución desde que fueron usurpadas por Gran Bretaña, en 1833.
Ahora bien: primer interrogante. ¿El interés de los ingleses por las islas fue siempre el mismo? No. Como se sabe, en la actualidad, la actividad del gobierno británico está motivada por la probable explotación de hidrocarburos en la región; un recurso estratégico escaso y que aún es vital para las potencias desarrolladas. Sin embargo, en el pasado, el interés de Londres, era otro.
La apropiación de Malvinas no fue un hecho aislado ni caprichoso; formó parte del proceso de colonización que -durante la primera mitad del siglo XIX- impulsó a las potencias europeas a buscar territorios fuera del continente y a crear colonias en diversas regiones del globo. En esa época, las Malvinas eran un punto estratégico fundamental y funcionaban como un enclave prioritario dentro del sistema de las rutas marítimas del Imperio. Es más, podría decirse que estas tierras eran vitales para el acceso hacia el Atlántico sur y a las tierras australes. Desde esa perspectiva, su conservación era altamente significativa y determinó la decisión de poblarlas y de integrarlas al Commonwealth.
Segunda pregunta: ¿Por qué el gobierno británico no las devuelve? Básicamente, porque en la dinámica internacional conviven dos realidades. Una que se ajusta al derecho internacional y a las normas éticas, y otra -muy distinta- que se funda en el ejercicio del poder, en las capacidades y en las oportunidades que cada Estado tiene en el juego de la política internacional. Dos realidades -el ser y el deber ser- que conviven, pero que no siempre se corresponden. En otras palabras, Inglaterra -como fiel seguidora del Realismo Político- no devolverá las islas, en tanto y en cuanto no se den tres condiciones: que se sienta obligada a hacerlo; que decida que ya no le interesan o que carezca de la fuerza y la capacidad para conservarlas.
No olvidemos que gran parte de las colonias que se emanciparon del Imperio Británico, lo hicieron después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el país se encontraba exánime y no podía sostener su política de ultramar. Por otra parte, también es bueno recordar que Malvinas no es el único punto del globo que aún permanece en manos inglesas:  el peñón de Gibraltar, el archipiélago Chagos -en el océano Indico- las islas Georgias y Sándwich del Sur y la isla de Montserrat, en el Caribe, se encuentran en idénticas condiciones.
En tercer término: ¿Qué puede hacer nuestro país ante esta situación? Desde nuestra perspectiva, y como están las cosas, bastante poco. Básicamente, seguir proclamando sus derechos y reclamando su devolución ante las autoridades británicas y los foros internacionales, pero no mucho más. De hecho, desde que la Argentina perdió la guerra, la rigidez británica se ha profundizado, hasta tal punto que -desde hace años- Londres ha decretado que el tema de la soberanía está excluido de las conversaciones bilaterales.
Sin embargo, entendemos que nuestra posición no puede circunscribirse a exigir de vez en cuando -con mayor o menor intensidad- la devolución del territorio. Creemos que esta demanda debería encuadrarse como un eje, dentro del diseño de una política exterior seria, consecuente y constante, que establezca prioridades y mecanismos. Que determine obligaciones y compromisos. En definitiva, una política exterior que supere la gestión desarticulada -y a veces espasmódica- que cada gobierno resuelve -o no- ejecutar con respecto a este tema.
Nadie duda de que el gobierno británico mantiene una ocupación tan injusta como anacrónica y de que la vía de la fuerza es impracticable. No obstante, mientras la Argentina no implemente una política exterior de Estado, integral y coherente; mientras no modifique su imagen, no mejore ciertas conductas y no busque algo más que apoyos efímeros o coyunturales, será muy difícil avanzar en esta materia.
Finalmente, un interrogante fuera de programa: ¿Y qué haríamos los argentinos si los ingleses resolvieran devolvernos las islas? En principio, es probable que lo celebremos efusivamente. ¿Y después? Seguramente, la respuesta a esta pregunta sería materia de otro análisis.
© LA GACETA

Patricia Kreibohm - Licenciada en
Historia, magíster en Relaciones
Internacionales, profesora titular de
Historia contemporánea de la UNSTA.

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