Las manos de José

Una semana difícil para los tucumanos. Las fallas en la administración de Salud no se aclaran y el juicio a ex dictadores provocó escozor. Un accidente y el futuro

El ya es un periodista retirado. Es decir no tiene un lugar específico en el cual escribir pero mantiene la mirada curiosa y despierta, porque es difícil abandonar el oficio. Ayer, tomó el ómnibus de Banda del Río Salí y llegó hasta LA GACETA. Apenas entró contó lo que quería y se fue. No trajo, precisamente, un dato, pero logró una síntesis brutal de la semana. 
-¿Cómo fue el accidente de Alperovich?, preguntó. 
-No está muy claro...
-A mí me contaron que se cayó de la bicicleta...
-Eso dicen.
-Si, se cayó por andar en bici sin manos... porque las tenía ocupadas en sostenerlo a Yedlin para que no se caiga.
Escuchó la carcajada de premio por su visita y se fue arrastrando el cansancio que se le nota hasta en las costillas.
Flojo de papeles
"No pongo una mano en el fuego, pongo las dos por él", afirmó el gobernador un día antes de ser víctima de una incómoda operación. De esa manera José Alperovich apostó todas sus fichas al ministro de Salud Pablo Yedlin. 
No fue feliz la expresión del mandatario provincial. Sólo al ministro y a sus colaboradores más cercanos les pueden haber caído bien esas palabras. Hasta su integridad física puso en juego. El ministro se equivocó y rubricó lo que nunca debió haber firmado. Autorizó el pago de $800.000 por un curso de endodoncia a odontólogos tucumanos. El problema es que la fundación que dio cátedra estaba floja de papeles. Se constituyó tres meses después de haber dictado el curso.
Nadie puede aceptar -hasta el propio ministro lo reconoció- que las cosas se hicieron correctamente. Tal vez, el gobernador ciclista intentó sugerir que Yedlin no robó la plata -que además no se pagó porque el Tribunal de Cuentas intervino antes- y que no hubo acto de corrupción. 
Cuando un gobierno se va y llega otro, una de las políticas centrales que se traza es marcar y subrayar las diferencias con el otro. Es muy difícil encontrar en la Argentina el respeto y la continuidad de gestiones como lo hacen en otros países. Por eso desde que asumió, el alperovichismo trató de mostrar que nada tenía que ver con la gestión de Julio Miranda. Este "pulpo" sin tentáculos se fue magullado por las maledicencias personales y por la ametralladora del fiscal anticorrupción que gatillaba Esteban Jerez, el mismo que hoy apenas carga una honda desde la Legislatura provincial. 
Alperovich acepta críticas, pero no admitirá que se asome la palabra corrupción. Le teme al efecto erosionador de ese vocablo que ha sabido desmoronar a más de un gobierno. Eso, seguramente, quiso decir cuando decidió poner no una sino dos manos por la gestión Yedlinesca.
Hasta aquí y ya han pasado más de 10 días, desde que se supo de este papelón, no se aclara nada de lo sucedido. Han habido sólo actitudes en las que se trata de rescatar el valor humano de sus interlocutores, pero no se explica el hecho ni cómo se evitarán nuevas fallas. 
La gestión implica hacer bien los deberes porque se trata de dinero público, no sólo de que no se robe. El funcionario está obligado desde que prestó juramento a hacer las cosas correctamente. 
Lamentablemente, en estos tiempos las instituciones y la ley suelen tener menos fuerza que el líder. Alperovich ha demostrado en sus años de Gobierno que podía forzar hasta la voluntad de la Legislatura o de la Justicia si fuera necesario para cumplir alguna necesidad suya o algún pedido de sus cada vez menos cercanos amigos K. 
Tal vez por mantener ese paradigma el Ministerio de Salud le ha dado prioridad al amiguismo antes que al respeto por hacer con correción las cosas. 
La única explicación que se dio esta semana fue a través del chileno Héctor Silva Olivares, que no aclaró mucho sobre las irregularidades cuestionadas por el Tribunal de Cuentas. El se preocupó por dejar a salvo su fundación que ni sede tiene en Tucumán (alquiló un departamento a nombre de un amigo del ministro de Salud de la Nación) y quiso rescatar las figuras del ministro Yedlin y de Juan Manzur. 
Cien desconocidos
Lo incomprensible es por qué aún no se puede entregar a la prensa un listado de las personas que fueron al curso. Dicen que son como 100, pero a todos los pedidos realizados por LA GACETA la respuesta siempre fue ni o el silencio. ¿Cuál es la razón? Yedlin no parece dispuesto a darla a conocer. Y, Silva Olivares, dice que no la tiene. Son puntos flojos para un gobierno que siempre quiso mostrarse como trabajador, eficiente y de tuercas ajustadas.
El discurso K de moda acostumbra a hablar mal de la prensa y de sus intenciones. En este caso específico termina siendo sospechoso que no se pueda decir quiénes son los empleados del Estado que recibieron estos cursos de endodoncia. ¿No hubiera sido mejor dar a conocer quiénes son o manifestar por qué no se tiene el listado? También es una obligación del Estado mostrar datos públicos. Pero, ya es una costumbre mundial creer que dar a publicidad lo que se pide no corresponde y hasta se considera una debilidad del poder. Si existiera mala intención al pedir el listado de las personas que recibieron un curso del Estado, va a ser peor la interpretación cuando no se la dé a conocer. Todo este proceso da pena y deteriora la imagen tanto de Manzur como de Yedlin, quienes fueron las estrellas de la gestión alperovichista. 
Para evitar que se quemen manos y queden imágenes chasmucadas, en el ministerio deberían dar explicaciones claras de lo que pasó y sancionar a los responsables de un error o de una falla administrativa. El proceso de investigación que se abrió es más una formalidad ya que en el entorno del ministro saben qué pasó. Hasta el gobernador llegó a decir que tendrá que hacer cambios en la línea media de esa cartera. 
Garrotazos
Un buen sector de la sociedad tucumana no está muy preocupada ni atenta a los cuadernos ni a los boletines de calificaciones de Manzur o de Yedlin. Esta semana tuvo un sacudón fuerte en la esquina de Crisóstomo Alvarez y Chacabuco. Los testimonios de testigos que dijeron ver matar a Antonio Domingo Bussi significaron una violenta vuelta al pasado que no termina de superarse en la vida de los argentinos. La incapacidad de la Justicia que no pudo -por falta de independencia- afrontar estos juicios en otros momentos contribuyen a que el pasado siga siendo presente y futuro. 
La década que viene
Al que se le mezclaron todos los tiempos fue al gobernador esta semana. Cuando menos lo esperaba, terminó tirado en un cama sanatorial. Un incómodo mal lo dejó fuera del recinto legislativo donde debía leer su mensaje. El tercer hombre de la provincia lo reeemplazará. El monterizo Regino Amado deberá representarlo ya que la Presidenta se llevó al vice Manzur y la ciudadanía decidió que Sergio Mansilla le cuide un sillón en el Senado a Alperovich si es que no tiene re-re.
El discurso preparado que se leerá mañana es muy distinto al de los anteriores seis años. En las 30 páginas no faltan las típicas palabras de agradecimiento y presume con las obras realizadas. El texto además trata de disimular las graves falencias de seguridad con la cantidad de realizaciones efectuadas.  Pero hay dos cuestiones sorprendentes. Casi desde el primer párrafo da a entender que lo peor pasó y vienen tiempos mejores, de esperanza. Lo más llamativo llega en el párrafo 107 donde empieza a hablarse de 2020. 
Es grato -inédito y sorprendente- que una gestión se preocupe por trazar y delinear objetivos a tan largo plazo. Mañana, cada legislador tendrá sobre sus bancas un ejemplar de ese proyecto donde se elaboran ideas, lineamientos y sueños para la próxima década. Lo curioso que es que no se trata de un capricho alperovichista sino que cuenta con la participación de muchas entidades intermedias de Tucumán. Sin dudas no es algo común y puede ser difícil de sostener a futuro, pero tal se convierta en una semilla que el viento tal vez sepa dónde sembrar. 
A veces, al egoísmo y a la soberbia del poder se le escapa algo de humildad y respeto. Habrá que esperar que no se arrepientan aún cuando el futuro tenga otro nombre y apellido.

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