El cazador de escenas perpetuas

El cazador de escenas perpetuas

Grabado en el agua.

17 Enero 2010
En un cuento de Historias de cronopios y de famas, Julio Cortázar describe las metamorfosis que sufre un diario. Después de que su comprador lo lee, deja de ser el mismo diario y se convierte en un conjunto de hojas impresas abandonadas en el banco de una plaza; hasta que una anciana lo encuentra, lo lee y así vuelve a convertirse en diario. Cuando termina de leerlo, se lo lleva a su casa y lo usa para empaquetar verduras, que suele ser el destino final de todo diario. Ese final vulgar es el que aguarda a casi todo lo que producimos quienes ejercemos el periodismo. Se trata, normalmente, de un justo destino porque nuestros textos suelen estar atados a la actualidad y a su periódica muerte.
En los 60 años que llevo dirigiendo el suplemento literario del diario LA GACETA, de Tucumán, he encontrado excepciones a la regla. Una de ellas la han conformado los aportes de Aldo Sessa al periodismo cultural.
Su primera colaboración en las columnas que dirijo es del año 76. Un hombre desnudo contempla en soledad una luna emergiendo sobre la superficie de un planeta virgen. La ilustración acompaña unos versos de Borges y narra lo que estos dicen y lo que omiten. Describen la historia del primer Adán (y también la del último), desolado, desorientado, mirando al espacio, buscando su auténtica imagen.
La última participación de Aldo es de 2008. Se trata de una serie de fotos que bordean a una entrevista a Tomás Eloy Martínez. Su conjunto revela los matices, los picos y mesetas del reportaje; las pasiones, las dudas, las convicciones del entrevistado; nos dicen quién fue, quién es.
Entre estas dos fechas recuerdo versos de Ray Bradbury, Romualdo Brughetti, Basilio Uribe y Gyula Kosice, entre otros, convertidos en imágenes por Aldo y dibujos, collages y fotografías suyas transformados en poesía. No se trata de simples traducciones sino de complementaciones, de una fusión de ángulos diversos que enfocan un mismo objeto y obtienen verdades distintas pero igualmente válidas, igualmente valiosas. Verdades que se cruzan engendrando una nueva verdad.
 Hay un trasfondo filosófico en sus trabajos; busca las primeras y las últimas causas, las primeras y las últimas cosas. También lo que no fue, lo que podría ser, lo que merece ser, persistir. Esferas primigenias flotando sobre un océano, una lluvia de cometas que pinta el cielo, cuerpos girando alrededor de un núcleo (que pueden ser planetas o partículas subatómicas), una nebulosa que esconde las respuestas a los grandes misterios, un universo que se extingue, un ojo que todo lo mira.
La huella de Aldo se extiende en el terreno del periodismo, transformando a ese primer borrador de la historia en imágenes que condensan lo que las palabras no consiguen explicar. El final del más popular líder político de los argentinos, el dolor y la furia de las madres que reciclan la tragedia de Antígona, la inminencia de una guerra que el sucesor de Pedro busca conjurar, la crisis parricida del país de las oportunidades desperdiciadas. Todo ello está impreso en diarios  y en papel de fotos pero también está más allá. Está impreso en mi mente y en la de muchos, está impreso fuera del tiempo.
Aldo grabó en el agua, en el inconstante río del papel. Pero su marca permanece. Como una estrella extinguida hace un millón de años y a un millón de años luz de la Tierra; la huella de Aldo no está, pero la seguimos viendo.

Daniel Alberto Dessein - Periodista.
Director de LA GACETA Literaria.

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