Hermanados por un río y por la música

Hermanados por un río y por la música

Por Roberto Espinosa - Redacción LA GACETA.

01 Octubre 2009
Melancolía. Alegría. Soledad. Frenesí. Desamor. Euforia. Danza sensual. Tambores frenéticos. Ritmos con aroma a negritud visten dos cadencias, cuyas almas se abrazan en algún suburbio de su mitología. Dos pueblos, hermanados por un río. El tango y el candombe han devenido ayer patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
La raíz de ambas expresiones vino de otra geografía y se aquerenció en las dos orillas del Plata. De la cerebral Alemania, llegó el corazón de un bandoneón que encalló en el puerto, en las cantinas, en los burdeles, en el malevaje, en la soledad, en el dolor, en el amor, en el desengaño. El tango abrazó su aliento existencial a ese fueye. "El duende de tu son, che bandoneón, se apiada del dolor de los demás, y al estrujar tu fueye dormilón se arrima al corazón que sufre más", escribió Homero Manzi.
Negros y blancos confraternizaron en las murgas orientales y descubrieron en esa música que "somos la misma cosa, yo, tú". En la orilla argentina, el candombe prácticamente se evaporó porque los esclavos africanos desaparecieron al son de un exterminio disimulado. El ritmo resucita y enfiesta los cuerpos durante los carnavales.
Tal vez la verdadera plata que este río nos ha dado a uruguayos y argentinos, sea esta música que hoy saca a bailar al mundo de la mano de la Unesco.

Comentarios