Se bajó el telón

Se bajó el telón

Por Luis María Ruiz - Redacción LA GACETA.

Si se trató de un ardid para zafar de la cárcel, no funcionó. Con sus frases sin sentido, sus gestos exagerados y sus amenazas a diestra y siniestra, Pablo Amín no sólo fastidió al tribunal; también se perjudicó a sí mismo.
Durante los últimos meses, sus abogados no pudieron conversar con él. Cada vez que los recibía en el Penal, el homicida de María Marta Arias les relataba fantasías sobre castillos en Europa, apellidos ilustres y otros delirios. Así, debió haber sido muy difícil elaborar una estrategia defensiva.
Si simuló a lo largo de este tiempo, Amín también dañó a su madre y a su hermana. Durante el juicio, ambas contaron con tristeza que el joven ya no las reconoce. Eso debe causarles un hondo dolor a las dos únicas personas que lo acompañaron durante el proceso.
Ayer no juró muertes ni escupió a secretarios judiciales. Se lo notó sin energías, casi entregado. Quizás comprendió a último momento que sólo había logrado engañar a quienes más confiaban en él.

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