El encanto de sentir el vértido

El encanto de sentir el vértido

Dos periodistas de LA GACETA se animaron a participar como acompañantes en la prueba técnica con los autos de carrera que se efectuó en el autódromo. La experiencia les dejó una inolvidable vivencia.

LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
12 Julio 2009

 "Sin dormir y muy ansioso"
Por Miguel Décima - Redacción LA GACETA

[email protected]


Cuando me anunciaron que había sido elegido para dar una vuelta en un auto de rally durante el shakedown, me costó creer que por fin podía cumplir el sueño del pibe. Desde ese mismo momento comencé a imaginarme cómo sería estar arriba de un coche como los que me acostumbré a ver por televisión. Pero en la noche previa a la prueba, nunca pensé que me costaría tanto conciliar el sueño. Es que la adrenalina que me generó la situación era tan grande que casi no pude descansar. Una y otra vez me imaginé qué sensaciones se sentirían y si eso le pasa a un piloto antes de largar. El día del ensayo en el autódromo fui al búnker del Barattero Competición; allí me recibió Gabriel Raies, el encargado del prensa, quien me presentó a Claudio Menzi, el corredor que me permitiría cumplir el sueño. Cerca de las 10, luego de que los mecánicos del equipo ajustaron algunos detalles, el cordobés, acompañado por su navegante Diego Cagnotti, entró en calor y dio dos vueltas al circuito chico. Diez minutos más tarde y tras un cambio de neumáticos, me invitaron a subirme. En esos instantes me invadió tal ansiedad que no sabía cómo asumir lo que se venía. Cagnotti me ayudó a colocarme los cinturones de seguridad y de inmediato el auto empezó a desplazarse por el pavimento hasta la recta posterior, donde se detuvo para esperar el turno para la prueba. Cuando llegó el momento esperado y la máquina alcanzó la máxima aceleración, salió como accionada por turbinas. En ese instante la adrenalina fluyó con todo. El ensayo sólo duró algo más que de un minuto, pero me dejó sensaciones que no olvidaré jamás. Todo lo imaginado quedó minimizado ante tanta muestra de destreza conductiva que mostró el piloto, que con un dominio absoluto sorteó cada obstáculo que se le presentó en el circuito. Cuando bajé de la nave no podía ocultar mi emoción. Soy un apasionado de los deportes, y recordaré al 10 de julio de 2009 entre las experiencias más increíbles que me tocaron vivir.

"Una sensación exquisita"
Por Tomás Gray - Redacción LA GACETA

Publicidad
[email protected]


De chango me gustaron los "fierros" y tuve la oportunidad de compartir la pasión con unos amigos y con Jorge Gray, más que un tío, un compinche. Eran los Fiat 600 de la vieja Clase A. Pasaron 30 años hasta que pude subir a máquinas de mayor potencia y tecnología. Hace unos días viví mi primera experiencia en el Clio Williams del "Flaco" Falú. El sonido, la tremenda aceleración en pocos metros y el quedarme fijo en la butaca tras un salto quedaron firmes en mi memoria. Me gustó y quise más. Por eso, cuando recibí la invitación para participar del shakedown, no lo dudé. Llegué al autódromo y Miguel Mattos, jefe de prensa del Argentino, me dijo: "vas a subir con Gerónimo Padilla". Pasó el tiempo. Por un problema en la máquina del tucumano parecía que me quedaba con las ganas. "No es mi día", pensé. Pero luego llegó la contraoferta: "Con ’Gero’ no vas, pero sí con Julio Estofán y con Juan Gil De Marchi", me confirmó Mattos. Minutos después de que el cordobés Bernardi chocó contra la pared de los viejos boxes, me llamó el encargado de prensa del Tango Rally Team, Augusto Lobo. Así, me preparé para subir al auto de Gil De Marchi. Mientras me abrochaban el cinturón, y antes de partir, Juan me dice: "por si te hace falta", mientras me mostraba un rollo de papel higiénico. "Todo bien, vos metele", le contesté. Ya estaba decidido. Los siguientes segundos fueron de aceleración pura. Fin de la vuelta. Excelente. Bajé y me llevaron al Subaru de Estofán. Partimos. "Se me va el auto", me dijo cuando pisó la tierra en pleno mixto. "Tratá de acomodarlo", le contesté mientras filmaba la escena. Nada pasó, me sentí cómodo y feliz. Se me había cumplido un deseo. Bajé y me encontré con mi amigo Diego Elías, un joven cuadrapléjico amante de los deportes, esperando su turno para vivir su experiencia. "Volví a vivir", me contó después de andar en el Renault 18 de Reginato. "Hace años que no sentía esta sensación", me confesó. Te entiendo, Diego.


          

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios